Todos los medios bombardean a sus lectores, oyentes y televidentes con la súper noticia: El Partido Revolucionario Dominicano (PRD) con Miguel Vargas Maldonado a la cabeza, consciente de su actual irrelevancia política, para no perderlo todo y por encima de antagonismos eternos, apoya a Danilo Medina con lo que se sellaría el triunfo del candidato del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) para las próximas elecciones, con el disgusto de un Luis Abinader, que por el momento se queda “compuesto y sin novia”.

La multitud brama  cuando los líderes de uno y otro partido, unidos y hermanados levantan las manos.  ¡Qué bonito!

Solo que si no me falla la memoria, no es la primera vez que partidos de una y otra tendencia, a menudo rivales, usan esta treta para alcanzar sus objetivos. En 1994, durante el pacto para la democracia en los acuerdos  de Santo Domingo,  intentando salir de una crisis provocada por un colosal fraude electoral ante los observadores internacionales, el  doctor  Balaguer ya casi centenario, pero con una mente lúcida y ágil como una firma,   juró y perjuró que si le dejaban gobernar por última vez, no se volvería a postular. A lo que el PRD, representado por el tolerante, defraudado y  casi inocente  Peña Gómez accedía con paciencia en pos de la concertación y la paz, pensando que esa sería  la última de las tretas del astuto doctor, sin siquiera imaginar que Balaguer le tenía preparada una  venganza postrera: en las últimas elecciones de su vida, las del 96,  durante la segunda vuelta cedería sus votos al PLD, desbancando con la suma de los dos, al líder perredeísta, que lo único que consiguió fue aumentar el tamaño de su úlcera estomacal, esa  que terminaría convirtiéndose en el cáncer que se lo llevara por delante.

Muchos dominicanos, aún tenemos fresca en la memoria, la imagen de dos auténticos rivales políticos: Joaquín Balaguer y Juan Bosch  en las postrimerías de sus vidas levantándose las manos victoriosos para beneficio del,  entonces joven candidato peledeísta, Leonel Fernández  y para disgusto y estupor de Peña Gómez quien en realidad obtuviera el mayor número de votos.

Esa misma imagen que amenazó con arruinar la integridad del profesor Juan Bosch, resultaría paradójica,  si recordáramos que unos años atrás, en  1990, Balaguer esta vez  había volcado el fraude electoral contra él y el PLD, el mismo partido con quien seis años después serían uña y carne,  y lucharían codo con codo, como auténticos  camaradas, contra  el adversario común. Cada uno a lo suyo y cada quién con sus intereses, claro. Porque no se sabe con quién habrá que aliarse en próximas ocasiones.

Y si siguiéramos exprimiendo la memoria, tal vez nos acordaríamos de artimañas similares en diferentes épocas. Así es nuestra  clase política, y lo seguirá siendo sino lo remediamos.

Tales ejercicios de memoria debería  llevarnos  a pensar que nuestro país adolece de espíritu crítico y sobretodo de memoria histórica. Pudiera ser que  el dominicano medio prefiera olvidar  quién es quién  en pos de la esperanza. Una esperanza a todas luces inconsistente pero lo suficientemente dulce como para permitir soñar. Y por eso es que se abrazan religiones prometedoras o  consignas políticas  convincentes para unos  y  convenientes para otros. Sin importar  el partido, todos los políticos, invariablemente prometen y prometen  hasta el día antes de los comicios. Luego, “si te he visto no me acuerdo”.

Cuanto más inculto es un país, más fácilmente se le manipula, y por desgracia el nuestro, en nivel de educación alcanza los últimos lugares en los rankings de América.

Sí, el problema es la esperanza. Creemos porque necesitamos creer,  y la esperanza nos hace olvidar el amargor de decepciones anteriores. Por eso decidimos volver a confiar en quien quiera convencernos sin importar cuántas veces nos haya defraudado,  y por eso celebramos que los líderes se levanten las manos los unos a los otros,  y por eso les votamos.

Pero mientras la gente siga yendo a las caravanas a cambio de un poco de combustible y un pote de romo. Mientras sigan gritando consignas preestablecidas por sociólogos extranjeros muy listos y   muy bien pagados. Mientras los políticos sigan actuando en pos de sus propios intereses en vez de hacerlo por vocación de servicio,  nuestro país seguirá sumido en el atraso y simplemente algunos lo seguirán penando y otros lo seguirán gozando. Siempre ha sido así, desde su fundación hasta nuestros días y me temo que lo seguirá siendo, por mucho que algún Quijote caribeño sueñe con un país más culto, más crítico y por ende más próspero sobre esta tierra tan fértil y tan mancillada por oportunistas sinvergüenzas.