Una de las cosas que más añoro es ver a los jóvenes leer. Hace más de treinta años, se acercaban las niñas a la biblioteca en busca de algún libro que la profesora Eugenia les había mandado a leer. Lo que más me gustaba era la pregunta: “Elsita, ¿es gordo o es flaco?” De verdad que disfrutaba la pregunta, porque ya en ese entonces se había perdido el hábito de la lectura. Yo diría que con Eugenia, murió la lectura.
A propósito de libros, como no hay rosas sin espinas y no quiero hacer una evaluación de la Feria del Libro, lo único que quiero decir es que no sé si fue más de lo mismo, igual que lo mismo o menos de lo mismo. Me había olvidado que es costumbre nuestra inaugurar las cosas sin terminar y caí en la trampa, fui sábado y domingo, al otro día de inaugurada. Les juro que no había nada todavía, en la Plaza España, unos cuantos cubículos terminados, pero vacíos. En la Fortaleza Ozama, estaban pintando y armando los stands. Nada había. Pero mi intención es hablar sobre Pablo Neruda.
Puedo asegurar que leer a Neruda es más que leer versos métricos o rimas asimétricas, pero todo lo que escribió transpira amor. Su obra autobiográfica “Confieso que he vivido” desde cualquier punto que se vea, es poesía, es sentimiento, es belleza. Yo diría que es uno de mis libros favoritos.
Pero si leer a Neruda es un paseo por los sentimientos, visitar sus casas, es querer quedarse ahí y desear ser su musa aunque sea para inspirar unas escasas líneas.
Sus casas son tres, convertidas hoy en museos.
La Sebastiana, bautizada así por el arquitecto que la construyó. Ésta está ubicada en el Cerro La Florida, en Valparaíso. Desde allí se puede admirar toda la bahía, él quería una casa que pudiera parecer flotando en el aire, pero bien firme en la tierra. Está pintada de diferentes colores. Cada ambiente tiene un color fuerte, estar en esta casa, da la sensación de estar en un barco.
Isla Negra, situada en la comuna de El Quisco, provincia de San Antonio, en la Región de Valparaíso. Está a la orilla del mar. Llama mucho la atención la colección de botellas que tiene, la colección de mascarones de proa, anclas, remos, salvavidas, globo terráqueo, ya que era gran amante del mar y la casa simula un barco. Su escritorio que no es más que un pedazo de madera que dijo se lo trajo el mar, sirvió para plasmar sobre él infinidad de hermosos poemas.
Pero hay algo muy llamativo y es un caballo, decía que era el caballo más feliz del mundo porque tenía tres colas. Cuando niño veía ese caballo en una tienda de Temuco, en donde transcurrió su niñez. Cuando ésta se quemó fue corriendo a comprarlo, le hizo un espacio especial en su casa e hizo una gran fiesta en su honor para darle la bienvenida – locuras de artistas-. Entre los regalos tres amigos cada uno le llevó una cola y para no ofender a ninguno se las colocó las tres. Yo recuerdo la del cuello que llamó tanto mi atención. Es un verdadero museo de objetos de mar. Allí descansan sus restos junto a los de Matilde Urrutia su última esposa.
He dejado para último La Chascona, que en buen dominicano quiere decir, “la pajonúa”. Se encuentra en el Barrio Bellavista, en la comuna de Providencia en Santiago de Chile. Ésta es mi preferida. Está al pie del Cerro San Cristóbal. Consta de diferentes niveles, pero no uno encima de otro, como las otras dos. Se escucha el sonido de un riachuelo, porque como amante del mar, quería tener la sensación del agua corriendo. Cuentan que en una oportunidad, como esta casa está prácticamente debajo del zoológico, encontró en su cama un cachorro de leopardo, que llenó de terror a su esposa.
Algo que hay que destacar en La Chascona es el retrato de Matilde Urrutia, que en ese entonces era la amante de Neruda y que pintó el gran muralista mexicano Diego Rivera, que tiene dos perfiles, uno de Matilde y otro de Neruda camuflado entre la cabellera rojiza de su amante a la cual le llamaba Rosario, para no despertar sospechas. Aunque no aparece en ninguno de los catálogos de Rivera en México.
En esta casa las colecciones de objetos son innumerables, al igual que en las otras dos, pero hay una que adopté para mí, son los vasos de colores. Él decía que el agua tenía mejor sabor en vasos de colores. A cada pueblo que he visitado aquí en el país, entraba a las tiendas, buscando unos vasos rojos, ya tenía verdes, azules, amarillos, naranjas, pero no los encontraba, tuve que conformarme con un rojo cualquiera por no dejar, buscaba un rojo brillante, lo que encontré fue algo opaco. Creo que en esos el agua sabe a purgante.
Otras de las cosas llamativas de esta casa es que en el comedor tenía una puerta secreta que ni sus amigos conocían, por ella entraba y salía sin que se dieran cuenta y así los sorprendía.
“Si vas para Chile, te ruego viajero…” que visites aunque sea La Chascona, quedarás prendado de Neruda “…Y verás como quieren en Chile al amigo cuando es forastero”.