Debido a que los ánimos en el país están un poco caldeados con todo el tema haitiano y la llamada de Quirino me he atrevido a presentar este escrito después de muchos días de sopesar si hacerlo o no, con la intención de aportar alguna dosis de humor. Es importante aclarar que no tomo alcohol, que sigo con mi posición fija al respecto y que las ideas expuestas en este artículo son de la absoluta responsabilidad del bebedor que me las dijo. Sonrían, y disfruten esta lectura como yo disfruté la conversación.
Todo empezó un día que abordé un vehículo de transporte público. El chofer conversaba con los pasajeros sobre la Biblia porque había iniciado un curso bíblico. Lo interesante de su exposición fueron las razones que le llevaron a tomar este curso “a mí me gusta beber y quise estudiar la biblia para ver si es verdad que Dios prohíbe la bebida” esta expresión la decía mientras tomaba en sus manos un ejemplar del libro sagrado donde tenía marcado los versículos que hacen referencia al consumo de alcohol.
“Yo no creo que la biblia prohíba beber porque dice la palabra que el vino alegra el corazón del hombre y alegra el alma de la mujer también y además ¿cuál fue el primer milagro de Jesucristo? fue convertir el agua en vino”. Decía entre carcajadas de los pasajeros.
En mi caso, intenté explicar al amigo sobre las consecuencias para la salud del consumo de alcohol, pero sus argumentos en este sentido también fueron contundentes. “Esa vaina es mentira” volvió a gritar. “Porque dígame usted ¿Si usted se hace una herida con qué es que lo desinfectan? ¿si lo van a operar con qué es que lo desinfectan? ¿si le ponen una inyección con qué es que lo desinfectan? Es con alcohol.
“Usted ve”, me decía entre sonrisas, “y si toda esa vaina es por fuera, ¿usted se imagina lo que hará el alcohol por dentro?” “Al que bebe no le da ni gripe” “Hay cantidad de gente que vive con ameba y veinte mil vainas más. Yo quisiera ver qué hará esa ameba si yo le mando un viaje de romo”.
Cada instante la conversación iba tomando un ritmo diferente y, antes de llegar a mi destino sonreí bastante con el último de sus argumentos. “Si la gente de las empresas que venden alcohol fueran otros deberían de reconocernos porque gracias a nosotros están ellos donde están, nosotros somos los que lo hacemos ricos”.
Le comenté que la fundación de una casa licorera otorga un millón de pesos cada año con la expresión de que cree en su gente. El señor soltó una carcajada fuerte mientras decía “oye esa vaina, que dizque cree en su gente, eso es mentira porque su gente somos nosotros y yo nunca he visto un centavo de ese dinero.
Esto prueba que en nuestro pueblo pa’beber siempre aparece no solo dinero, sino justificaciones de toda índole. No he vuelto a encontrarme con este señor, pero de seguro seguirá transitando nuestras calles atiborradas de miseria, una realidad tan lóbrega como el color del asfalto.Quizás ha descubierto nuevos textos que justifiquen su bebida, porque no imagino que haya dejado de tomar, cuando su fe en la Biblia era precisamente porque reafirmaba su vicio, pero también espero que haya encontrado los textos que hablan en contra del alcohol o de los vicios porque son mucho más.