Entre otras penosas grietas que muestra nuestra deficiente estructura escolar, la Prueba PISA 2018 saca a relucir el hecho de que cuatro de cada diez jóvenes alumnos dominicanos cursan en grados inferiores de enseñanza a los que debía corresponder por su edad. Más claro: van con atraso en el proceso de enseñanza.
Como ya se ha divulgado y comentado, pero vale la pena reiterar e insistir, fue la lectura el principal dato evaluado por la Prueba, en la que ocupamos los lugares 76 y 78 en rendimiento, últimos en la escala de los países analizados.
La razón es muy lógica. Tal como ha hecho resaltar acertadamente Darwin Caraballo, director ejecutivo de EDUCA, si el alumno no comprende lo que lee, sencillamente no está en capacidad de asimilar ninguno de los demás aspectos y materias que comprende el proceso de aprendizaje.
Tal como se hace notar estos estudiantes debieron aprender la lectura comprensiva y desarrollar la capacidad de razonamiento crítico antes de los ocho años. Es una etapa que se considera vital. Las lagunas que en este sentido presenta la mayoría que no pasó la prueba responden a diversas causas, no todas las cuales corresponden ni son responsabilidad exclusiva de un deficiente sistema docente.
La principal, posiblemente, radica en el hecho de que ni los padres, ni los adultos presentes en el seno del hogar se preocuparon de motivarles el interés por la lectura, no les leyeron un cuento o una historia, ni les ofrecieron respuestas claras sobre temas que les originaran inquietudes y preguntas.
Obviamente es una situación que se da en su gran mayoría en hogares donde ambos padres tienen que trabajar en la calle para subvenir a las necesidades familiares, restándoles tiempo para dedicar a sus hijos. Y que, sobre todo, se manifiesta en los hogares monoparentales, donde la mujer tiene que asumir tanto la responsabilidad de progenitura como la trabajar para subvencionar los gastos de manutención casi siempre en forma precaria, desempeñando labores de escasa retribución y prolongado horario.
Por otra parte un aspecto que no deja de llamar la atención y requiere de análisis crítico sobre sus resultados, es la prohibición de repitencia escolar en los niños entre 5 y 8 años, lo que pudiera extenderse hasta el tercer grado de Primaria, lo que a juicio de algunos expertos ha empeorado la situación al arrastrar consigo vacíos y deficiencias en los primeros grados hacia niveles superiores, precisamente en un rango de edad que se considera como esencial para una correcta formación educativa.
Como se aprecia el problema de la enseñanza, y en el caso de nuestro país en particular, presenta facetas diversas y muy complejas que requieren un abordaje integral, como requisito indispensable para emprender las transformaciones requeridas a fin de poder elevar el muy penoso nivel actual de nuestro sistema escolar y lograr el ideal de una educación de calidad basada en competencias. Una tarea que por larga, ardua y compleja nos compite a todos y resulta preciso emprender cuanto antes y en la dirección correcta.