Así pues, la vocalidad poética particularizada en el bolero del esquizo de Adrián Javier dicta, compone e interpreta su propia partitura textual. El régimen mismo del trazado verbal enuncia lo que podría ser una oda móvil del amor, mediante el canto o el contracanto legible en el bolero del esquizo. Solo desde el poema que nace en el instante de la ruptura, el poeta desarrolla su especie propiamente expresiva, rítmica, tonal e intensiva:
“esto fue así
yo la amé y lo atestiguo
en el minuto y el color
en el miedo
la amé sí
a la hora de amanecer
al segundo de borrar y cercenar
los nombres del pasado y de la abulia
la amé sí
desnudo y en la página
con la mano en el bolsillo y la sonata
a dedos cítricos la amé sí y la doré
a pocos pasos del sol y el merengue
bolero del esquizo y de la noche era
bolero bolero”
(Op. cit., p.71
Así pues, las líneas generadoras del bolero, se convierten en una pesadilla del sujeto, habida cuenta de las fases de iniciación que ya han sido marcadas por el trayecto ontológico del esquizo. ¿Quién es el esquizo en este caso? ¿Quién profetiza su temporalidad? ¿Quién revela su propia alteridad y quién enuncia su fracaso existencial en la otra orilla, interregno de la duda y la salida del mundo? El “esquizo” es esa metáfora obsesiva que atraviesa el campo de creación del poeta junto a sus huellas relevantes.
Las ocurrencias de una travesía soñada, extrovertida, pero también reveladas en su ritmo, comienzan a tener sentido allí donde el esquizo-habitante funciona como sujeto denegante y doblemente negador de la pulsión, el nombre y su auto-significación:
“esto fue así
un largo y verde viaje
a través del mar y los agravios
un sentirse dichoso y desdichado
por volver y beber los ojos del amor
entonces perdidos en la hora
la hora pesarosa de crecer
del deshabitado que puebla los quejidos
y el espanto del minuto
la hora dolorosa y pesarosa
del tiempo atrás y adelante
la hora de la hora
donde el poema siempre calla
las verdades del noser
donde un gran silencio siempre
de muchedumbre solicita es el poeta (vid.p.61, op. cit.)
Es importante insistir en el hecho espectral de este poemario, pero sobre todo en el proceso de su elaboración. Escrito a partir de una combinatoria de ejes textuales tematizados, bolero del esquizo es una épica del yo y una lírica del tú, ambas estimadas con un nivel de pluriacentuación donde, desde el punto de vista composicional se supera la oposición genérica épica-lírica y verso-prosa. Todos los compases, ascensos, descensos y equilibrios del poemario conforman la raíz de un tópico y un predicamento situados en un horizonte semántico y fundamental del poema. Los ritmos se asumen como espaciamientos verbales e intencionales, donde la medida es tomada como temporalización y fluencia del sentido poético. Los marcadores se constituyen en apoyos poético-verbales, libertad de sentimiento y pensamiento mediante las salidas asumidas como ecos:
“deja siempre que tu mano diga aquello que ocultas a orilla de la luz aquello que besas a deshoras aquello que duerme en sus senos cuando llueve deja siempre que tu mano diga lo que pueden los cuerpos en lo oscuro lo que aman tus labios en las tardes lo que rozan sus pechos en el día deja siempre que tu mano diga que otoño sirve para hilvanar las sombras para sombrear los higos para sembrar la huerta deja siempre que tu mano diga aquello que se escurre en tu ventana cuando hueles aquello que brizna y abrisa en tu ventana su trasluz tu cabellera deja siempre que tu mano diga que tus pasos no son los del vencido que tu ola no es la de la infamia que tu risa no es la rosa ni mi amargura tu antifaz deja siempre que tu mano diga que de isla a isla ganas tu morada que mi nostalgia es tu tesón su fortaleza y que toda la dicha es la desdicha de ser y padecer siendo sordera de la hambruna kiosco de los soles deja siempre que tu mano diga todo lo que oculta la palabra del contrario la manera feliz y maníaca del inconforme las zonas grisáceas del orate la desfachatez del fabulador los minutos improbables del olvido la mirada alquilada del naufragio la vigía dolida que conduce a tu ultrajada y malhabida realidad deja siempre que tu mano diga la desbocada sinrazón del miedo toda la diluida vocación de ubicuidad de los que lloran (…)” (ver, poema diecisiete, p.119).
En efecto, lo que se ve en el trazado de superficie y de profundidad del texto citado es el proceso mediante el cual la palabra se convierte en significación expresiva, pero además en interioridad lírica, comienzo y fin del tormento amoroso, pérdida y ganancia del sentido y de la voz; literalidad estetizada y propiciada como escritura e inscripción abierta a la interpretación lectural. Lo que hemos visto en este caso es una escritura de la alteridad y la mostración del Yo como instancia de la ficción y del síntoma que anuncia la palabra del otro y la palabra seminal del Yo.