“Me interesa el futuro porque es el sitio donde voy a pasar el resto de mi vida.” Woody Allen.
La lectura en estos días de finales de año del libro “Pasado dominicano” del historiador Frank Moya Pons, escrito hace ya varias vueltas de la tierra al sol me llevó a revisar a Stephen Hawkins y su teoría del tiempo. Lo duro es volver de regreso a los periódicos y a la tele con tantas dudas pues muchos de los artículos de ese texto escrito hace ya montones de años podrían ser publicados con la fecha de hoy y pasarían perfectamente como notas de actualidad para muchos lectores y lectoras. Así, y es un ejemplo, los textos de los historiadores seguirán siendo las noticias de última hora.
De mi exploración por los medios escritos quedan en el aire afirmaciones que explican la recurrencia de algunos hechos políticos en frases del talante de “Lo que pasa es que el presidente no es abogado”. Si, tal cual. De entrada uno piensa que se trata francamente de una vulgaridad para explicar un desacuerdo, pero profundizando un poco se ve claro su contenido amenazador para la amistad cívica y el respeto a las instituciones que debe existir siempre para resolver los asuntos públicos en democracia (no vayan a creer que estoy hablando de consensos).
Luego caí en manos de “la caja idiota de la sala” y escuché algunas de las evaluaciones acerca de lo que pasó en este país en el mundo mientras la tierra a 30 km por segundo recorría los 930 millones de kilómetros de su órbita alrededor del sol, para regalarnos un nuevo año. Las evaluaciones económicas las hacían los economistas. Las de salud, por supuesto también economistas. La mejor evaluación sobre la educación: la de un experto presupuestario.
Ya ni resulta novedoso encontrar tantas opiniones políticas de constitucionalistas (no confundir con los del 65), especialmente porque junto con sus floridas y casi siempre poco asertivas cavilaciones atienden estudios privados que no siempre tienen como objetivo el servicio público. No me referiré a la tibia presencia de sociólogos pues son mucho más inofensivos.
Imposible olvidar el recorrido por los innumerables programas de opinión que ocupan muchas horas diariamente y consumen toneladas de saliva sin que ayuden a mejorar lo obvio. Por una simple y muy cara razón no sería exagerado considerar estas manifestaciones televisivas y radiales como de “interés nacional”, pues son auspiciados en su gran mayoría por instituciones públicas. A lo mejor ese dato explica el acuerdo que expresan casi todos 24 horas después de ocurrido el acontecimiento que comentan.
Todo este recuento para destacar que cuando de política se ha tratado, los políticos no estuvieron, o no tuve la suerte de encontrarlos. Aclaro que me refiero a políticos en el sentido weberiano: “Únicamente quien está seguro de no doblegarse cuando, desde su punto de vista, el mundo se muestra demasiado necio o demasiado abyecto para aquello que él está ofreciéndole; únicamente quien, ante todas estas adversidades, es capaz de oponer un “sin embargo”. Únicamente un hombre constituido de esta manera podrá demostrar su “vocación para la política”.
¿Será que no existen? De ser así, tal vez sea esa la explicación de por qué seguimos alimentándonos del ayer y nadie todavía se atreve a intentar escribir las noticias de mañana.
Quizás entonces lo que en esta nueva vuelta al sol deberíamos esperar son nuevas miradas que ojalá sean determinantes para lo que ocurrirá en la vuelta siguiente. Creo que será el tiempo de hacerse nuevas preguntas ante la evidencia de que las respuestas acumuladas por los años no han servido mucho.
Sospecho que deberían ser los intelectuales y académicos quienes asuman su responsabilidad, aun con el costo que puede significar abandonar algunos comandos electorales. A partir de este 2015 recién estrenado es imperativo asumir lo que podríamos considerar una condición para el cambio: “En la República Dominicana, con excepción de Hostos, nadie habló nunca el lenguaje de la ciencia política: se hablaba de política, lo que significaba que se chismeaba acerca de Fulano y de Zutano o se les defendía con fanatismo, y en los mejores casos se hablaba de cosas que había que hacer para mejorar la suerte del país; pero nadie –hasta donde yo sepa- tocó nunca el tema de las concepciones políticas que el hombre había creado a lo largo de la historia humana.”
La cita invita a preguntarse muchos por qué, cómo, quienes, qué. Empecemos por asumir que ya no puede ser digerible, así, sin más, eso de elegir candidatos por encuestas, a menos que estemos también dispuestos a aceptar que por qué no hacerlo tirando una moneda al aire. Tampoco soportan examen tremendas declaraciones institucionales del tipo “si soy electo renunciaré al barrilito o se lo donaré a alguna institución cristiana”. Mucho menos las capacidades de levantador de pesas de Shaquille O´Neil.
Excusen ustedes que no les desee un feliz 2015. Este año debe ser de mucho alegre esfuerzo, de mucho trabajo creativo para que podamos ir construyendo la felicidad que nos traerá, sin duda, el 2016.