Esperé para escribir acerca de este tema pues quería documentarme con los casos para tener más claro y poder transmitirlo a las personas que me leen.

En la semana pasada, a propósito del día internacional de la mujer, hubo un desborde publicitario acerca del lugar que nos merecemos las mujeres, una proliferación de adjetivos que no son coherentes con lo que pasa en la realidad a todos los niveles. Desde mi espacio, los miraba y hasta gracia y ganas de reír me daban algunos discursos de diputados, senadores, funcionarios, intelectuales y comunicadores, haciendo planteamientos que está clarísimo no se los creen, pues la realidad habla por sí sola.

Si hay un valor agregado que tenemos las mujeres es la perseverancia y tesón para continuar a pesar de esta realidad. Con mucho pesar para mi, seguimos hablando de “conquista”, “lucha”, “logro”, que de escucharlo me produce cansancio, ya que por el solo hecho de existir y hacer, deberíamos poder tener acceso de manera natural sin tanto afán y trabajo.

El tipo de violencia del que quiero hablar hoy es justamente del que surge de ese desarrollo intelectual de las mujeres. Esa “conquista” a través del desarrollo profesional que nos hace ocupar posiciones, pero que sostenerlas cuesta mucho, ya que aunque estemos en esos puestos con toda la preparación necesaria y siendo el superior un hombre, puede desarrollar mecanismos para que esa mujer, reconocida el Día Internacional de la Mujer, en ocasiones viva un calvario cada día, sometiéndose y callando, para que su jefe se destaque o no se sienta mal frente a la brillantez de esa subalterna, que trabaja a su lado y que hasta lo representa en muchas actividades y eventos.

Son hombres que teniendo mujeres inteligentes, resolutas, generadoras de ideas y proyectos, se sienten molestos por estas competencias de ellas y desarrollan mecanismos de violencia que se tornan más sutiles mientras más inteligentes son.

He manejado unos cinco casos con estas características y me gustaría compartir lo que como elemento común viven estas mujeres sometidas en este tipo de violencia:

– Puede aparecer humillación como forma de corrección. Esto frente a lo que se considera una falta, que en ocasiones pudiera hacerse de manera pública en una reunión gerencial, pero los más inteligentes, los más sutiles, pueden hacerlo con una mirada, un gesto, una mueca como sonrisa, un silencio y hasta una ausencia.
– Puede manifestarse a través del aislamiento. Reuniones que no se avisan a tiempo o se hacen en horas no posibles para ella; comunicaciones e información a todo el resto excluyéndola. Toma de decisiones inconsulta, aunque la afecte directamente o tenga que ver con sus responsabilidades.

– Castigarla con un cambio de puesto o de función que implica un descenso para ella, anulando su historial profesional en la institución o desvalorizando sus aportes en los años de trabajo.

– Lo que yo me atrevería a llamar un acoso de descalificación, que es la conducta de perseguir sus opiniones y contradecirlas públicamente en reuniones, haciéndola quedar mal frente a los demás compañeros/as.

– Otro formato del modelo anterior es descalificar una idea o proyecto en privado y luego presentarlo públicamente como propio, quedando ella sin la posibilidad de decir nada pues es su palabra contra la de él.

– Por supuesto, aparece también el recurso más común como vivencia para nosotras las mujeres que es la seducción. En estos casos toma un color diferente y sutil, que no permite a las mujeres identificar claramente que se trata de esto y frente a cualquier aclaración, él niega toda posibilidad de que haya ocurrido. Estos agresores por supuesto, no hacer la burda seducción que no deja dudas, es un formato donde se siente la confusión, el desazón de que algo está pasando, pero es tan sutil que resulta difícil para la mujer darle forma como algo concreto y real frente al cual, por supuesto, es prácticamente imposible para ella defenderse.

Esto es lo que he podido identificar en mi práctica clínica, pero sé que hay muchas otras formas en la que las mujeres sienten este tipo de violencia, que deja la sórdida sensación de que no importa dónde llegues, cuánto te prepares, qué espacios conquistes, tendremos siempre la sombra de la violencia detrás de nuestros pasos.
Lo que esto significa es que hay un camino largo por transitar y que no es suficiente el cambio en nosotras las mujeres, sino y además, el cambio en lo que la cultura, la sociedad y los hombres, sienten y piensan acerca de nosotras.

 

solangealvarado@yahoo.com

@solangealvara2