Hoy se cumplen cinco años del terremoto azotó ese país hermano y donde República Dominicana exhibió un hermoso gesto de solidaridad al ser el primer país que acudió en su auxilio.
Pero el tema haitiano despierta en nuestro país unas pasiones como ningún otro tema por las diferencias históricas que hemos acarreado alimentadas por la pluma de connotados intelectuales en ambos lados de la frontera. Los últimos acontecimientos y el manejo en los medios han establecido una abierta división entre los señalados como nacionalistas y los traidores a la patria según la posición que se asuma.
Los analistas políticos establecen que el manejo del tema haitiano será de significativa relevancia en las próximas elecciones y de eso están conscientes la mayoría de políticos que aspiran a ocupar algún puesto de manera que estaremos escuchando encendidos discursos que fijarán posiciones nacionalistas en un escenario dominado por el conservadurismo.
Ya algunos políticos se han referido al tema con tono enérgico, pero son los mismos que por años han enmudecido ante el problema de una frontera custodiada por militares a quienes les importa más sus famélicos bolsillos que la soberanía del país. Y para que la población no se haga demasiadas ilusiones con esos discursos dejo a su reflexión una sola pregunta ¿Han escuchado ustedes a la élite económica que se beneficia de la mano de obra ilegal y barata fijar posición sobre el tema?
Desde sus inicios Haití ha fallado de ofrecer las características de una nación auténtica, capaz de aglutinar sus ciudadanos hacia un ideal común. Haití siempre presenta problemas políticos y demográficos que surgen de la falta de homogeneidad del Estado y de la alta densidad poblacional.
No falta razón a quienes atribuyen la presencia masiva de las clases populares haitianas como una amenaza latente a la propia supervivencia. En realidad una porción del excedente poblacional de Haití termina en nuestro país donde las condiciones de vida lucen más atractivas.
Las tensiones y pugnas internas de sus líderes, han hecho de Haití un estado fallido. Históricamente nuestro país ha manejado el tema haitiano con cierta irresponsabilidad conduciendo la relación bilateral desde la superficialidad de un discurso nacionalista que nada aporta en las relaciones armoniosas nuestro segundo socio económico en importancia.
Estoy de acuerdo con que corresponde al liderazgo haitiano la responsabilidad de crear las condiciones económicas y el avance de su país de manera que el nuestro no tenga por qué asumir el drama social que implica la realidad de Haití.
Pero el problema con Haití es más complejo que su migración porque abarca una frontera imaginaria que ha servido para el contrabando en complicidad con militares y el caso más reciente de un alto militar sorprendido traficando droga es el ejemplo más palpable.
También se registra la práctica censurable del Estado dominicano que contratan haitianos para trabajos puntuales y una vez lo concluían no eran regresados a su país por dos razones: por un lado el costo económico y por otro los aprovechaban con fines políticos. Se les otorgaba cédulas y actas de nacimiento para que votaran y las consecuencias las estamos viviendo ahora pues muchos haitianos han echado raíces aquí, sus hijos e hijas no conocen otro país que no sea este y la historia nos ha pasado factura.
Piensa que la coyuntura ofrece favorece para establecer reglas claras, definir políticas migratorias y de comercio basadas en las leyes y las relaciones cordiales, tomando en cuenta las diferencias culturales de ambos países y la soberanía de su territorio. Nada resolvemos con incitar a la violencia entre dos países que se necesitan.