Cuando el general Manuel Antonio Noriega fue derrocado en 1989 se decidió que Panamá dejaría de tener un ejército, ya que este había sido parte del problema y no la solución, pues había auspiciado la corrupción, la violación de los derechos humanos y el tráfico de drogas. En su lugar se creó una policía. La frontera de ese país es la única en el hemisferio que no está custodiada por militares, pues la vecina Costa Rica logró, desde 1948, la eliminación del ejército y su sustitución por policías.
También en Haití y por las mismas razones se decidió prescindir del ejército creándose, en 1995, una policía bastante tecnificada, con instructores americanos, canadienses, brasileños, argentinos, chilenos y franceses. La nueva institución redujo los homicidios en un 21% y los raptos en un 53%. Se creó la academia policial donde se estudia control de drogas, turbas y gangas. En Haití los militares en una época habían creado a los ton ton macoutes para apoyar la dictadura duvalierista, en otra había derrocado a gobiernos constitucionales y en todas se dedicaban al tráfico de drogas y a la corrupción. Solo recientemente un ex coronel que se había dedicado a la política para, como congresista, lograr inmunidad parlamentaria y así evitar ser condenado por tráfico de drogas fue deportado justo antes de juramentarse.
Pero los ex militares haitianos al quedar sin empleo y, sobre todo sin poder, crearon un grupo de presión que buscaba el restablecimiento del ejército. La comunidad internacional, con toda razón, se opuso, negando fondos para tal propósito y el presidente Michel Martelly solo auspició el envío de varios de ellos al Ecuador de Rafael Correa para entrenarse, pero para acciones de rescate en caso de terremotos, huracán y otras tragedias.
Este año llegó el momento de la salida de la Minustah, el contingente internacional de cascos azules auspiciado por Naciones Unidas y que, junto a la policía, mantiene el orden en ese país. Esa situación fue aprovechada por los ex militares para presionar al nuevo presidente de Haití, Jovenel Moise, y este, sin contar con los recursos para ese propósito, ha decidido restablecer el ejército en vez de hacer lo lógico, que es aumentar la cantidad de policías.
Y es que Haití solo cuenta con 10,000 agentes de la policía cuando el objetivo era llegar a 15,000, pero los recursos no han aparecido. Usan armas largas y están bien entrenados. En un punto estratégico para los dominicanos, como es Jimaní, solo hay 16 policías. La solución es aumentar la cantidad de policías, no crear un ejército de tristes recuerdos.
A los dominicanos nos interesa mucho que Haití cuente con muchos más policías, pues eso ayudaría a reducir la migración ilegal hacia nuestro país, así como el flujo de drogas y contribuiría a la estabilidad política del vecino país. No nos queda más remedio que reconocer la existencia de ese nuevo ejército, pero ayudar a que esa idea sea echada para atrás.
Si no hay dinero para más policías, ¿de dónde va a salir para un nuevo ejército, cuando la comunidad internacional, con toda razón, no favorece su existencia? Hervé Denis, el ministro de defensa, ha declarado que solo se contratarán 500 soldados y que los fondos provendrán "de la lucha contra el contrabando fronterizo". Es decir que en vez de ser las autoridades aduaneras haitianas la que cobran los aranceles, será el nuevo ejército el que los cobrará a las mercancías dominicanas que cruzan la frontera.
Esa es una muy mala noticia para los exportadores dominicanos, para el fisco haitiano y para la institucionalidad del vecino país.