En el discurso de lanzamiento de su nueva candidatura, el expresidente Leonel Fernández anunció a ritmo de merengue que le daría otra pela a la oposición en las elecciones del 2016. La frase no debería sorprendernos porque el señor Fernández es probablemente el político dominicano que menos respeta a sus adversarios. Contrario a la imagen del “estadista” sosegado, que parece musitar cuando habla en los foros internacionales y en sus frecuentes contactos con la élite empresarial que lo apoya y financia, su verdadera personalidad es la que exhibe ante las multitudes; cuando se contornea, baila y gesticula al mejor estilo peñagomista, embriagado por los aplausos que mitigan sus complejos.
Propinarles “pela” a los adversarios no parece propio de un demócrata, ni tan extemporánea amenaza ayuda al desarrollo de una campaña decente y respetuosa, a la que todo candidato está obligado por respeto a los electores y al sistema, porque con esa actitud la zurra terminará recibiéndola el proceso y aquellos que aún creemos en la importancia de los partidos. La bipolaridad de quien ha sido ya tres veces presidente de la República queda al descubierto con esos esporádicos exabruptos; con su conocida arrogante negativa a discutir con sus contrarios los problemas nacionales, al considerarlos indignos, y sus despectivas referencias a aquél Congreso en control del perredeísmo al que llegó a calificar de arrabal, pese al apoyo que éste le prestó aprobándole todos sus leyes, préstamos y contratos.
La ambición de este hombre acabará con la tolerancia que caracteriza la democracia dominicana, porque si llegara ser candidato no habrá fuerza capaz de impedir su cuarto ascenso a la cúspide del poder político y con ello acabará toda posibilidad de discusión libre y al igual que Trujillo y Balaguer la presidencia será su prioridad hasta el último día de su vida.