Después de cometer, con ignorancia deliberada, un pecado capital contra las normas, al aprovechar el espacio del Consejo Nacional de la Magistratura (CNM) para vengarse de Miriam Germán, por haberle advertido las debilidades iniciales del caso Odebrecht, cosa que debió agradecer, si su propósito era presentar un expediente fuerte, y cuando todos esperábamos su sincera petición de perdón, en lugar de hacerlo con contrición, Jean Alain Rodríguez reiteró su cuestionado comportamiento.
Pedir perdón sin arrepentimiento no se corresponde con el ejemplo bíblico, (Lucas 17:3,4), porque la sanidad de una relación que se busca con el perdón solo ocurre cuando el ofensor demuestra remordimiento. El Procurador no ha exhibido ningún arrepentimiento. Por el contrario, se muestra otra vez prepotente y cínico.
La inhibición no basta. ¿por qué no ha renunciado al cargo?, ¿por qué el presidente no lo ha destituido? Cuando reitera su injusta y violatoria conducta, Jean Alain Rodríguez se burla de todos y pisotea nuevamente las leyes, los reglamentos y las instituciones.
El plan para descalificar a Miriam Germán le sigue saliendo mal al Procurador, involucra a otros que quedarían atrapados en esos propósitos, con o sin desconocimiento imperdonable, y ha producido un efecto bumerán. En lugar de salir de ella, por maledicencia socarrona mal administrada del Procurador, no le deja otra alternativa al CNM que ratificarla en la Suprema Corte de Justicia (SCJ).
Nadie, y menos quienes, como el Procurador, deben ser garantes de los derechos fundamentales, pueden sacarle la lengua a la ley. Pero él, como muchacho malcriado, no solo se pone por encima de la ley, sino que, sarcásticamente, se eleva sobre el CNM, su presidente y el país.
Quien aspire a posiciones públicas debe estar listo para los más ácidos cuestionamientos, pero siempre que se respeten los procedimientos. Además, ello no constituye un permiso para el linchamiento mediático, como lo ha hecho el Procurador General de la República. Menos de una persona con méritos reconocidos para continuar impartiendo justicia, como la magistrada Germán, quien debería enviarle al Procurador una carta (con su nombre, por oposición a anónima) de agradecimiento porque con su insolencia ha dado a conocer mucho más sus altos merecimientos y la necesidad de mantenerla en el puesto.