En países donde se marcan las estaciones, estas se convierten en un aprendizaje, ahora en el hemisferio norte es otoño, y se observa con que maestría caen las hojas, y con que destreza los arboles van soltando dichas hojas.
Escribir es un ejercicio, y en un momento pensé en qué baso la reflexión de hoy, y fue cuando recibí una foto que me compartió una amiga, y muestra una mañana de otoño en Escocia, y es esa foto la que me inspiró con estas líneas.
En la foto se ve el arte del árbol de soltar a quienes vivieron con él un largo tiempo, a quienes experimentaron el calor del sol, el fresco del rocío y de la lluvia, el colorido de la primavera, hasta llegado el momento de cerrar un ciclo, donde las hojas van y cumplen otro propósito.
Las hojas que cumplen su propósito caen
Una de las cosas que más nos afecta como seres humanos es el apego, y de hecho es lo que más nos hace sufrir, pues nos impide, el apego, muchas veces, avanzar hacia los caminos del desprendimiento, de saber soltar en su tiempo y momento, nos impide ver con facilidad que cuando algo ya cumplió su propósito, es necesario despedirlo y darle las gracias por todo lo que fue.
Es una ley de vida, que cuando el árbol siente que las hojas ya cumplieron su propósito, entonces en un mutuo acuerdo entre las hojas y el árbol se permite soltar y caer. Y al hacer una analogía de la vida humana, creo que es de mucho aprendizaje este bello ejemplo que nos proporciona la naturaleza.
Dejar caer es lo mismo que soltar
Soltar todo lo que ya cumplió el propósito es favorable pues permite cultivar el arte de no acumular, del desapego y de la gratitud. Soltar y agradecer, pues solo con una acción de gratitud, luego de haber vivido la experiencia de tener algo y contar con ese algo, es como se cierra el círculo, y se inicia una nueva vivencia.
Soltar, ayuda a cultivar la acción de tomar, y así como las manos nos muestran ambas funciones, en la vida misma, constantemente estamos invitados a ir haciendo este ejercicio. Cuando suelto se fortalece mi árbol para que nazcan nuevas hojas, y comienza una nueva experiencia, llena de motivos y razones claras, a veces, otras no tan claras, más son razones y razones que conectan con la vida.
Las hojas caen para cumplir otro propósito
Las hojas caen, parece ser parte de su propósito, y al caer, van a cumplir otra misión y es la nutrir la tierra que antes la nutrió a ellas, a través del árbol. Es el arte de la reciprocidad, recibo y doy, pues si no fuera así, algo se queda incompleto.
En la propia vida, qué hojas han de caer? Y cuáles hojas debo dejar caer? Y estas preguntas se pueden aplicar a todas las dimensiones de la vida, espiritual, laboral, económico, biológico, emocional, familiar y de pareja, afectivo y sexual, social, cultural, ecológico, ect.
En cada una de estas puedo permitirme hacer el inventario y ver las hojas que están listas para ser soltadas, esas hojas se muestran en pensamientos, actitudes, posturas, prejuicios, sentimientos, ideas, palabras, gestos, los cuales ameritan ser cambiados, despedidos, y con el gesto de la gratitud cerramos ciclos.
La gratitud cierra el ciclo
Soy de las que creo que nada que llega y sale de nuestras vidas es por casualidad, sino más bien para cumplir un valor, un propósito, una enseñanza, y así, como su presencia cumple todo, en el momento de irse también cumple otro propósito, es decir, abre paso a algo nuevo y valioso en nosotros, lo único es que el apego nos impide ver completamente lo que es, tal cual es.
Agradecer cierra el ciclo, pues se muestra una actitud favorecida y plena por lo que fue, tal como fue, esa actitud nos abre nuevas puertas, nos capacita para recibir lo nuevo y nos ejercita para vivir la belleza y plenitud de todas las cosas.
Gracias por las hojas que caen y gracias por las que van naciendo.