Desde finales de los años ochenta del pasado siglo al iniciar mis labores de apoyo y soporte en los dominios de la redacción sea en los discursos, ponencias exposiciones y otras expresiones orales o escritas de los antes denominados Secretarios de Estado de Agricultura, siempre se mencionaba como un posible candidato a esa encumbrada posición gubernamental a un personaje que se distinguía por su insólito nombre, su encanecimiento prematuro y sus innegables habilidades protocolares.

Se trataba de Osmar Benítez siempre bien recibido por el prominente anfitrión que antes ocupaba el despacho del cuarto nivel del edificio A en el Centro de los Héroes de Santo Domingo, y aunque el visitante desempeñaba posiciones cimeras en la Junta Agroempresarial Dominicana –JAD- que agrupa una cuota importante de empresarios y productores individuales del país, siempre tuve la impresión que una parte nada despreciable en su complaciente recepción  obedecía a la certeza de que un día llegaría ser ministro.

Osmar Benitez

Manuel Amézquita, Nicolás Concepción, Billy Álvarez, Luis Toral y Eligio Jáquez entre otros, estuvieron íntimamente convencidos del mesianismo que indiscutiblemente rodeaba la menuda figura de este egresado del Instituto Superior de Agricultura –ISA-, y no obstante la frecuente celebración de reuniones ministeriales o la asistencia de comisiones de organismos internacionales o políticos de ringorrango, los mismos hacían por lo general un aparte, un hueco para atencionarlo.

No exagero al señalar que la expresión de sus pequeños ojos que a menudo parecen estar atentos, vigilantes al más insignificante gesto facial de sus interlocutores; su natural resignación para escuchar con interés a los demás; su perspicacia para vertebrar fórmulas de avenencia como alternativa para resolver una dificultad; ser implacable en su estrategia para alcanzar lo que se propone y su ingenio para en delicadas situaciones no herir susceptibilidades ajenas, contribuían en buena parte a la proyección de una imagen favorable a sus designios.

Sea por la actitud afectuosa de quienes lo acogían en la Secretaría; por estar acostumbrado a tratar con la cúpula del empresariado agropecuario nacional o quizá por sentirse ungido, llamado a posicionarse el día menos pensado como rector de la política agrícola dominicana, lo cierto es que entre sus amistades y los que de lejos presenciaban su público desenvolvimiento, se comentaba que reunía todos los requerimientos y condiciones para ser considerado como una especie de Mesías para el pronto renacimiento de la agricultura y la ganadería locales.

A diferencia de lo acontecido en la historia de los hebreos, la escogencia de Benítez para dirigir el ministerio de Agricultura no provino de Dios – como en la Biblia- sino de una reflexiva ponderación del presidente Danilo Medina donde se puso de manifiesto una vez más su sagacidad en la elección de eficaces colaboradores y además, su visionaria capacidad para reconocer a tiempo a quienes tanto los productores agrícolas agrónomos, veterinarios y zootecnistas reclamaban para echar hacia  adelante el denominado campo dominicano.

No conforme con traer las esperadas lluvias; de celebrarse el Día del Agricultor, del autor de este trabajo cumplir sus 74 años de edad; de festejar a las madres; de conmemorarse el día de la Libertad y al final la  festividad de Corpus Christi, este mes de mayo del 2018 colma las expectativas de todos los técnicos agropecuarios del país al ser nombrado como titular de la cartera al siempre esperado Sr. Benítez cuyas primeras designaciones han satisfecho los anhelos de los que aun tenemos esperanzas en el resurgimiento de nuestra agropecuaria.

Con especialidades  en diferentes centros de educación superior en el extranjero, Osmar está estructurando, sin prisa ni pausas, un diligente equipo donde todo parece indicar que en oposición a la gestión anterior ahora se escuchará la voz  de la experiencia, a los veteranos de mil batallas en los predios agrícolas, a los que con paciencia aguardaban una oportunidad para demostrar sus subutilizadas competencias, en fin,  para que el esfuerzo coordinado del ayer y el presente transforme la institución en lo que debe ser: una entidad oficial de servicios.

No debemos alentar un falso optimismo pensando que la presencia del Sr. Benítez en el ministerio tendrá por consecuencia la inmediata solución de los problemas que agobian al sector,  algunos de los cuales exigen el paso de varias generaciones para su total erradicación.  A pesar de la capacidad técnica/gerencial y las buenas intenciones del nuevo titular de la cartera, tampoco debemos olvidar que el éxito de toda gestión es de naturaleza multifactorial, sobre todo cuando nuestra productividad agropecuaria tiene lugar a cielo abierto es decir, sujeta a las veleidosas circunstancias climáticas.

La no llegada de los recursos imprescindibles para el accionar técnico/financiero de la institución; la exposición de los cultivos durante seis meses al paso de ciclones y huracanes; la ocurrencia de vaguadas y depresiones tropicales con las subsiguientes inundaciones; las imprevisibles sequías y las contingencias generadas por la irrupción de plagas y enfermedades parasitarias, constituyen buena parte de los elementos casuales que pueden comprometer el ejercicio de cualquier administración aunque la misma esté inspirada en los mejores propósitos.

A pesar de las adversidades de todo tipo que puedan surgir durante el desempeño de sus atribuciones ministeriales, tanto los técnicos y productores agrícolas como los gremios que los nuclean deben estar seguros que los disposiciones e iniciativas que asumirá el Señor Benítez serán lo mejor y lo único que podría implementarse en cada caso, pues él simboliza el mejor momento aunque estemos pasando por tiempos difíciles.  Quisiera extenderme un poco más pero las palabras no sirven de mucho al tratar de describir a un patrón que tiene para el sector las características de un mito, ya que su trayectoria en el verde mundo de la agropecuaria oscila entre la historia y la leyenda.

Enhorabuena, Osmar