Ifé me cuenta el sueño: silbamos en el aire como pluma o como ráfaga, cayendo en la similitud en un papel de oro, pidiendo cerveza en vez de tinta y a ciegas deseando algo para enrolar. Si nos fumamos esta jaraca nos podemos olvidar de la lleca por una milésima de segundo y ser los mismos que fuimos en la mejor hora de la sal: un apartamento del sexto piso de un edificio en la Independencia con Gómez. Delante de nosotros, si queremos, hay verde frondoso y un sol que pica más que… bueno, no puedo pensar en nada que pueda arder más que la memoria de ese jueves. Pero, ¿y qué hay detrás? Otra vez el mar, dice Ifé, apretando más y más, con sus piernas o sus brazos… ya en esta confusión de deseo nadie sabe el puesto que le toca. Y no es necesario, a veces en el amor o la malicia nada más hay que abrirse, sin pensar en que el beso negro que antes te negué y que ahora te reitero, es la expresión más simple de mi cocote contigo.
Decir que Franz Caba es un artista es poco pero también lo es todo. No es solo la consciencia de la mezcla de técnica y color, sino también el acto de valentía y la propuesta sociológica de expresar su yo en cada cosa. La pieza que comparto se llama Hijos oscuros (25”x25”/ tinta/oro/papel) y si nos fijamos, hay aquí una discusión sobre la negritud y la esencia. En una sociedad que niega, más allá de la conveniencia, su elemento negro, Caba se desliza entre tinta y papel para proponer discusiones que implican el hecho de que, hablar sobre lo que nos compone no nos diluye, sino que nos aglomera en torno a conversaciones duras y necesarias. El artista dice en su declaración de propósito, que usa “el dibujo a modo de diálogo […] que me permite conectar la realidad en la que existo y aquella que existe en mis adentros”. En una sociedad en donde la farsa, la oropéndola y la mentira son veneradas, aquel que busca su propia intimidad como método y meditación puede ser visto como algo incómodo y peligroso. En ocasiones, nuestro domesticado ser tiende a calificar de exagerado al artista que se muestra sin más. La misma sociedad que alaba a Trump, critica a Alicia Keys por mostrarse sin maquillaje. Es en estas contradicciones que me encuentro con Franz Caba, quien en cada dibujo me recuerda porqué pretendo ser escritor. Dice Franz: “El cuerpo gordo, tradicionalmente percibido como símbolo de la pereza y lo estático, es en mis dibujos una figura masculina, protagonista; lo doto de dinamismo, lo distorsiono, lo transgredo. Mis personajes interactúan con su condición de la misma forma que interactúo con la mía: son islas y son hombres”.
Ay Ifé, a veces cuerpo mío y otras trepidante… cuántas horas invertí contigo en los abrazos más duraderos. Nos abrazamos, flotantes en un espejo que no nos devuelve sino que nos aísla. Y no nos ponemos guapos porque si venimos del Caribe, sabemos que somos parte de un todo y a la vez vamos a la deriva, atentos al crepitar del arroz, al sonido de los chismes y las críticas, pero a la vez, ajenos a tu idea de la belleza y entregados, como ya he dicho, en un abrazo de sudor y escarcha a tu regalo y al anhelo de que las olas, en tu vaivén, me revelen el secreto de una boca dibujada en las caras lindas de mi gente prieta.