George Orwell era un escritor con un extraordinario “poder de persuasión” capaz, parafraseando a Mario Vargas Llosa, de suplantar la realidad con la ficción narrada.

Particularmente prefiero “Rebelión en la granja”, que esconde, dentro de la engañosa sencillez de su historia, una crítica mordaz de los totalitarismos. Aunque reconozco que “1984” es la novela que simboliza la temática vital de la obra de Orwell.

En “1984” aparece un gobierno totalitario que controla hasta los deseos de los ciudadanos, donde hay –entre otras características de los regímenes absolutistas- una constante revisión de la historia, a cargo del Partido, para encajarla con el “status quo” y en las que aparece “el Gran Hermano” “como jefe y guardián de la Revolución” (Orwell, 1984, Cap. III, pág. 45).

Como todo sistema de este tipo, a fin de cohesionar a sus miembros (podrá leerse súbditos o ciudadanos), necesita un símbolo, idea o persona al que odiar, pues el odio y el miedo unen más que el amor (ver prólogo de Juan Bosch a “Judas Iscariote, el calumniado”), en “1984” se sintetiza en “Emmanuel Goldstein”.

Como todo sistema de este tipo, a fin de cohesionar a sus miembros (podrá leerse súbditos o ciudadanos), necesita un símbolo, idea o persona al que odiar, pues el odio y el miedo unen más que el amor

De esta forma, para presentar y odiar a éste, en la novela diariamente se organiza un acto de odio (sillas bien organizadas frente a una pantalla), para observar y escuchar la figura de Goldstein en diversas facetas (todas editadas o “creadas” por el Partido) para tratar de exacerbar el animo de los oyentes hacia aquel. Mostrándolo como el enemigo culpable de todos los males –pasados, presentes y futuros-, y fuente de todas las calamidades e injusticias que sufre la población.

Este acto es llamado los “Dos Minutos de Odio”.

En nuestro país la “campaña” tiene mucho de este acto, aunque en algunos casos llegaría a ser la “Hora del Odio”, por lo largo que resultan algunos “documentales”.

Al respecto unas consideraciones: ¿Qué tan efectiva resulta la “campaña sucia”? ¿Es posible con ella variar, a estas alturas, la intención del voto de algún ciudadano? ¿Electoralmente es mejor la “campaña sucia” (o negativa dirían algunos) a una basada en ideas y propuestas a ejecutar desde el Estado?

Quienes las realizan lógicamente entenderán que sí, tendrán sus estudios. Pero, personalmente creo que no. Que únicamente sirven para radicalizar las partes envueltas en la contienda electoral, y eso no es prudente.

Además, ya la mayoría de los votantes no creen en “el cuco” y podrían ver en este tipo de “campaña” un intento de obviar, para no discutir, los temas actuales y reales de la agenda política nacional, entre estos: el estado actual de la educación, el nivel a que ha llegado la corrupción administrativa, la impunidad como norma, el crimen en permanente aumento, la seguridad ciudadana por los suelos, el hambre que pasan y la salud inexistente de las mayorías nacionales.  Sumado a que los promotores de esta “campaña” pueden verse como “desesperados”, intentando “tapar el sol con un dedo”.

Por suerte falta poco para que esto termine. Las elecciones de Mayo dirán si la “campaña sucia” es efectiva o no.