La afirmación de Emilio Rodríguez Demorizi en el sentido de que la reincorporación de la parte este de la isla a España por Sánchez Ramírez contribuyó indirectamente a consolidar la independencia de Haití podría ser válida para aquel país, pero no para Santo Domingo este, donde luego de abolida la esclavitud por Toussaint, esta fue reimplantada con la ocupación francesa. A falta de documentos, es válida la conjetura como heurística o serendipity, porque que la historia no se escribe con el sí condicional.
Esta afirmación podría ser válida para Haití, pero no para Santo Domingo este, donde luego de abolida la esclavitud por Toussaint, esta fue reimplantada con la ocupación francesa. A falta de documentos, es válida la conjetura, pero siempre como conjetura, paso a la heurística o la serendipity, puesto que la historia no se escribe con el sí condicional.
La reincorporación a España y el gobierno de Sánchez Ramírez fracasaron primero porque era imposible abolir la esclavitud: segundo, por no recibir apoyo económico de la metrópoli y, tercero, según Marrero Aristy y José Gabriel García (I, 259-60) por verse obligado el Brigadier a repartir los escasos recursos monetarios entre los miembros de la aristocracia parasitaria que regresaron a la isla después de haber huido a otras posesiones españolas cuando la Corona cedió la parte este a Francia en virtud del Tratado de Basilea de 1795.
Con estas llamadas familias aristocráticas, apoyadas por el Comisario Regio Francisco Javier Caro, se formará la sociedad “de primera” que a partir de 1844 gobernará el país como sector oligárquico hasta 1897 (fecha clave: matrimonio de José María Cabral y Báez y María Petronila Bermúdez Rochet) y, luego, obviando el período de Trujillo, reaparecerá como frente oligárquico reconstituido por los norteamericanos con el Consejo de Estado a la cabeza en 1962 y continuará su apogeo con el Triunvirato de 1963 a 1965, con dominio absoluto del poder económico, militar, social, ideológico, religioso y cultural hasta el presente –2014–.
Con el fin de la dominación francesa, terminó momentáneamente el pavor de los esclavistas y hateros, quienes pudieron extender su dominio sobre la parte este de la isla hasta 1822, con dos gobiernos, el primero de Sánchez Ramírez hasta su muerte en febrero de 1811 y luego el de José Núñez de Cáceres, proclamador de la primera independencia dominicana el 1 de diciembre de 1822 cuando él y su grupo social, siguiendo los lineamientos de los levantamientos de Miranda, Bolívar, Miguel Hidalgo y otros grandes de América, consideraron que ante la ocupación de España por parte de Francia, la abdicación de Carlos IV y la prisión de Fernando VII cesaban los vínculos con, y la lealtad a, la Corona española.
Los manifiestos a favor de las independencias de los países de América, y el de Núñez de Cáceres no es una excepción, es un memorial de agravios contra tres siglos y medio de explotación y saqueo. Pero la de Núñez de Cáceres fracasó por no haber abolido la esclavitud y los batallones militares dirigidos por pardos y morenos no le brindaron, en esas condiciones, su apoyo, y el partido haitiano, muy fuerte en todo el Cibao y la línea fronteriza con sus comandantes militares comunicaron la situación a su aliado Jean-Pierre Boyer y le pidieron la unión de Haití y la parte este, lo que ocurrió el 9 de febrero de 1822 cuando Núñez de Cáceres le entregó a Boyer las llaves de la ciudad, no sin antes advertirle que esa unión, dada las diferencias culturales entre los dos países, no duraría mucho.
La primera medida de Boyer fue abolir la esclavitud, por segunda vez en esta parte este de la isla. Un poco más de 20 mil esclavos de los hateros y del servicio doméstico dejados en tal condición por la dominación francesa, la española de Sánchez Ramírez y la independentista de Núñez de Cáceres se beneficiaron con la medida. Las novelas familiares escritas por los historiadores del frente oligárquico dominicano minimizan esta medida arguyendo que ya la esclavitud estaba casi extinguida cuando Boyer la abolió, pero olvidan que esos más de 20 mil esclavos constituían un tercio de la población total de la parte este de la isla. Al proclamarse la Separación el 27 de febrero de 1844, los hateros y los “trinitarios” se vieron obligados a lanzar el segundo decreto de la Junta Central Gubernativa presidida por Tomás Bobadilla en el que se ratificaba la abolición de la esclavitud. Si no hubiesen adoptado esa medida, no se hubiese producido el sucedido del 44, pues ahí estaban Pablo Alí, Santiago Basora y José Joaquín Puello con sus batallones para impedirlo.
El problema de la unión con Haití radicó en que esta no fue duradera porque el programa económico y de bienestar en todos los sentidos a que se comprometió Boyer con su contraparte del Este no pudo llevarse a cabo en razón de que en 1825 Francia, para reconocer la independencia de Haití, le impuso como castigo el pago de 150 millones de francos para indemnizar a los colonos arruinados por la guerra antiesclavista de Haití. Aunque la deuda fue rebajada a 60 millones de francos, Boyer pretendió que los dominicanos de la parte Este contribuyeran al pago de dicha deuda. Y ahí comenzó otro revulsivo, cuyo desenlace sería la Manifestación del 16 de enero de 1844, redactada por Sánchez, donde se proclama la separación de la unión entre Haití y la parte este de la isla, mejor conocida como Santo Domingo. Esto impactó tremendamente a la parte occidental y contribuyó a la caída de la dictadura de Charles Hérard, hijo.
Como se dijo, la Manifestación del 16 de enero de 1844 es un memorial de agravios y no aparece ningún fundamento doctrinal e ideológico, ni nacionalismo alguno, como lo demostró el jurista Rafael Augusto Sánchez Ravelo al estudiar dicho discurso separatista. Pero hay que recalcar que durante los 22 años que duró la unión con Haití no hubo una sola conspiración de los militares pardos y morenos que controlaban los regimientos de la Capital. La conspiración de Los Alcarrizos no involucró a los regimientos dirigidos por el coronel Pablo Alí y José Joaquín Puello, sino que fue el producto de una posición enfebrecida del arzobispo Pedro Valera Jiménez y de gente de la ideología hispanista que le estaba subordinada.
Antes de la separación, y cuando ya Boyer había sido depuesto y expulsado a Jamaica, el nuevo mandatario Charles Hérard, hijo, que no pertenecía a la clase de los mulatos y posiblemente era visto con recelo por los sefardís de Haití y la parte Este de la isla que intervinieron con recursos ante Boyer para lograr la unión, desató una persecución y cacería de los miembros del movimiento separatista.
A partir de ese momento y luego de efectuada ya la separación sin efusión de sangre, los mandatarios haitianos y la mayoría de los intelectuales ancilares de la república negra acusarán a la parte Este de la isla de haber traicionado el acuerdo de la unión. Entonces a menos de un mes de proclamada la separación, el Ejército haitiano lanzará su grito de guerra, desde el 19 de marzo de 1844 hasta 1845, y luego con las invasiones de Solouque, la última de las cuales tuvo lugar en 1856, a fin de reconquistar la parte Este de la isla y lograr el sueño de la una e indivisible inscrito en la Constitución de Dessalines (véase el artículo 1. ° en Jean Price Mars. La República de Haití y la República Dominicana. SD: Sociedad Dominicana de Bibliófilos, 1995, pp. 51-52) y repetido en la Constitución de Boyer de 1843 (véase los artículos 1, 2 y 5 en Claude Moïse. Constitututions et lutte de pouvoir en Haiti. Port-au-Prince: Cidihca, 1997, pp. 277-278).
Desde entonces Haití no cejará en su empeño de conquistar a la República Dominicana a fin de establecer la unidad rota el 27 de febrero de 1844. La noción misma de imperio incluida en la Constitución de Dessalines o Jean-Jacques I, más la idea copiada de la divisa de la república francesa en el sentido de que la isla era una e indivisible aportó el miedo pánico a una vuelta a la esclavitud lanzada desde la parte Este por las potencias europeas como Francia y España y sirvió de excusa ideológica a todas las invasiones haitianas a territorio dominicano durante el siglo XIX.
La idea imperial y el concepto de unidad e indivisibilidad de la isla, más la destrucción del aparato productivo colonial por los revolucionarios y el exclusivismo de que solamente los haitianos podían acceder al derecho de propiedad en Haití, signaron el destino de la flamante república a la inviabilidad del desarrollo capitalista y a la creación de un Estado nacional verdadero, no clientelista ni patrimonialista. Con otros impedimentos que no fueron estos, el Estado creado mediante la centralización administrativa y con exclusión del pueblo por Pedro Santana, también cerró la posibilidad de crear un Estado nacional en la República Dominicana y permitió, en cambio, crear un Estado autoritario, militarista, personalista, clientelista y patrimonialista.
(*) Publicado en el suplemento Areíto del periódico Hoy el 6 de diciembre de 2014 y reproducido con permiso del autor en Acento.com de la misma fecha.