§ 21. Es cierto que son escasos los datos acerca de la historia de la prostitución en la República Dominicana, pero todavía son más escasos lo que tienen que ver con la fecha de documentación del origen histórico, filológico y lingüístico de la palabra “cuero” en el español
dominicano. Intento realizar, pese a la bruma del tiempo, lo que hizo Benveniste con las palabras “ritmo” y “religión”.
. § 22. Se vio ya que, salvo error u omisión, la primera aparición del referido vocablo se remonta al informe del folklorista y poeta Ramón Emilio Jiménez a la Superintendencia General de Enseñanza en 1922 y a El español en Santo Domingo (1940), de Pedro Henríquez Ureña. Busqué por el lado de Cuba a partir de 1836, fecha de publicación del Diccionario provincial de voces casi razonadas de Esteban Pichardo, reeditado en La Habana (De Ciencias Sociales 1976: 198 [1836, 1849, 1862, 1875], pero, aunque trae la palabra “cuero”, no hay entrada que la defina con la sinonimia de “prostituta”. Razón por la que concluí en que semejante vocablo debió aparecer a finales de siglo XIX o principio del XX y por los lados, si no me engaño, del Santiago oriental, semillero de migración dominicana. Es cierto que no he accedido, por aislamiento cultural, a diccionarios y libros de usos y costumbres del español cubano de ayer y de hoy. Aunque el Diccionario de americanismos (2010: 715) de la Asociación de Academias de la Lengua Española afirma que el vocablo “cuero” es obsoleto en Cuba, Argelio Santiesteban, en El habla popular cubana de hoy (De Ciencias Sociales: 1985: 148) lo documenta temblorosamente con el signo de interrogación: “Mujer de costumbres… caritativas (¿derivado de encuerarse?)”, un eufemismo que convierte al lexicógrafo en una víctima del esteticismo y el moralismo de la lengua. Y para que se compruebe que el vocablo “cuero” es hoy obsoleto, este ha sido sustituido por la voz “jinetera”, traducido servilmente del francés quebequense en el cual “ginette” significa “prostituta”, quizá de prosapia medieval en la cultura francesa, pero introducido por el turismo canadiense que visita a Cuba, les documento el relato testimonial de 22 prostitutas cuyo título es ‘La noche parió una jinetera’, de la cubana Olga Consuegra (Santo Domingo: s/e, ISBN 978-9945-8-0432-4, 2019 [Manatí, 2006]).
§ 23. La novelista cubana Olga Consuegra me aclara, en entrevista por teléfono el 19/10/2020, que el vocablo “jinetera”, que sustituyó a cuero, obsoleto hoy en Cuba, no deriva de “ginette”, del francés quebequense, sino de “jinete”, que es equivalente de nuestro saltipaqui, rugidos ambos personajes a inicio de los años 1990, periodo especial en Cuba, y apertura del turismo europeo de masa tanto en Cuba como en Santo Domingo. El jinete era el joven de clase popular que montaba a las turistas europeas y de acuerdo con Consuegra, la voz se feminizó en “jinetera” cuando las cubanas de las clases pobres y del campo entraron al negocio de la prostitución, sin estas últimas sin el bagaje universitario de las jineteras originales, que fueron especie de cortesanas al estilo la Venecia de los siglos XVIII y XIX, porque estas prostitutas universitarias, al igual que la geishas japonesas, acompañaban y entretenían a los turistas europeos dotados de cierta cultura. Y asegura Consuegra que muchas de esas jineteras universitarias formaron matrimonios con estos turistas europeos. Por mi parte, la versión de Consuegra necesita ser contrastadas por otras fuentes lingüísticas que documenten el fenémomo histórico y cultural, pero dada la situación actual de Cuba desde la revolución, ni las leyes, ni los intelectuales ni los académicos de la lengua se aventuran a escribir sobre la prostitución en la isla. El caso del libro de Santiesteban documenta tímidamente la voz “cuero” con un signo de interrogación.
§ 24. Dos textos extranjeros consultados traen la palabra “cuero”. El ‘Tesoro lexicográfico del español de Puerto Rico’ de María Vaquero y Amparo Morales (San Juan: Academia Puertorriqueña de la Lengua Española, 2006, 253 [2005]) no solo trae “cuero” como sustantivo masculino, sino que también trae “cuera” como sustantivo femenino con sinonimia de prostituta. Pero, además, sorprendentemente hay coincidencia de fecha con la aparición de la palabra “cuero” en Puerto Rico y Santo Domingo: 1922: “. 1. T. en Colombia y Venezuela. Meretriz vulgar. “De ser una local, un cuero más o menos bonito, me convertía en la querida del mejor nombre.” Zeno Gandía, El negocio, 1922, cap. VIII b. Persona que nada vale. (En España se usó también despectivamente, “¡Adiós cuero!” se encuentra en versos antiquísimos recogidos por Cejador en “La verdadera poesía castellana.” 2: 52).” También Vaquero y Morales documentan la existencia de “cuero” como sinónimo de prostituta en los siguientes autores: (Malaret, 1937); En sentido de prostituta es general en varios países de América, según Del Rosario (1965); Cerezo Ponce (1966); Soler (1990); Altieri de Barrero (1973); y, Álvarez Nazario (1990). En cambio, Renaud Richard (coord.) en su Diccionario de hispanoamericanismos (Madrid: Cátedra, 1997: 142) afirma que en Ecuador, Venezuela, México, Costa Rica y Bolivia, cuero es sinónimo de amante o barragana. Pero también afirma que en México, Guatemala, El Salvador y Ecuador, “dícese de una mujer muy atractiva, o/y de una mujer de placer.” Y en nuestro solar, en un libro tan completo como ‘El bolero. Visiones y perfiles de una pasión dominicana’ (Santo Domingo: Verizon, 2005), de la autoría de Marcio Veloz Maggiolo, Pedro Delgado Malagón y José del Castillo, la palabra “cuero” figura solamente una vez en toda la obra de 511 páginas y está documentada en el texto de Del Castillo (cuero de cortina, p. 380), lo que extraña sobremanera, porque el surgimiento del bolero, por lo menos hasta mitad del siglo pasado, estuvo indisolublemente ligado al mundo de los cafetines y cabarés de prostitutas. La ideología de la estética y la moral de la lengua que arropó a los intelectuales, escritores, folkloristas y tratadistas de los usos y costumbres de la sociedad dominicana del siglo XIX contaminó absolutamente las obras escritas por ensayistas y autores de ficción de finales del siglo pasado siglo XX y principio del XXI. La palabra cuero fue un tema tabú y en su lugar proliferó una cosecha de eufemismos y metáforas comunes a compositores de boleros y a los analistas de este género musical popular, tales como las siguientes, que doy a título de síntoma: flor de arrabal, perdida, magdalena, mujer pública, santa, orillera, callejera, virgen de medianoche, mujeres de la mala vida, peregrina sin amor, flor de fango, china, pecadora, flor de azalea, mala mujer, perjura, pérfida, traicionera, fatal, impostora de caricias, todas habitantes de los cafetines, cabarés o bar de putas, casas de citas o zonas de tolerancia. Igualmente, en un libro de memorias sobre la vida de Santiago y Santo Domingo a inicio de los años 1930 a 1995 del historiador Fernando Infante, Los viejos días. Nostalgias (Santo Domingo: Letra Gráfica, 2003) solo trae, al referirse a los cafetines y cabarés del período, los vocablos prostituta y puta y, por supuesto, los eufemismos que evitan la palabra “cuero”, sobre todo en escritores como Penson, Galván, García Godoy, Bonó, Tulio Cestero, Fabio Fiallo y los que sobresalieron a partir de la era de Trujillo: Moscoso Puello, Requena, Bosch, Marrero Aristy y Pérez Cabral, este último, el único de la novela del ciclo de la caña que trae, en Jengibre, la palabra cuero (1978: 153 [1940]).
§ 25. Nota. En una entrega anterior afirmé que fue en 1502 con el gobernador frey Nicolás de Ovando cuando llegaron las primeras mujeres a la recién descubierta isla que Colón llamó Española, pero el amigo historiador dominicano radicado en Sevilla, Genaro Rodríguez Morel, me envía la siguiente información sobre este tema:
“Hace poco escribí o, mejor dicho, comencé a escribir un trabajo sobre las mujeres en la Colonia y he encontrado que, en 1493, ya había mujeres en la Isabela. A continuación, te mando un párrafo del artículo: ‘En 1493, o sea, un año después de la llegada de los peninsulares a la Isabela, encontramos un grupo de hembras, que, aunque pequeño, iba a ser el preámbulo de la ordenación social de la colonia. Entre las doncellas que aparecen estaban María Fernández, criada del almirante. Igualmente, Juana Martínez, casada con Francisco Roldán, Bárbola de Vargas, esposa de Vasco de San Martín, criado de Cristóbal Colón, Catalina Rodríguez, Catalina Vázquez, Gracia de Segovia y María de Granada. Estas fueron las primeras hembras que pasaron al Nuevo Mundo, o al menos, [de] las que hasta el momento existen noticias confirmadas. Estoy rastreando todas las mujeres que pasaron a Santo Domingo en esos primeros años de la conquista. Si necesitas cualquier otro dato me lo haces saber’.”