La masacre en el centro nocturno en Orlando ha sido un atentado terrorista por orientación sexual e identidad de género. Negar a las víctimas, a los familiares y a todas las personas con diversas orientaciones sexuales e identidades de género, que dicho atentado no fue la manifestación de la radicalidad de la discriminación y violencia por prejuicios, es una falta de respeto y es una demostración de los esfuerzos que se realizan para invisibilizar a estas personas, aun ante la evidencia de los asesinatos, torturas, tratos degradantes e inhumanos, desapariciones forzadas y tantos otras expresiones de odio, prejuicio, miedo irracional, castigo y ostracismo.

Las reacciones en dominicana a los actos terroristas en Orlando fueron diversas, sin lugar a dudas hubo una tremenda solidaridad. Pero también hubo odio, manifestado en negar que fue un acto homofóbico, celebrando que aquello era un castigo celestial o consecuencia de vivir expuesto públicamente. En estos tiempos de odio, se hace aún más necesaria la afirmación del orgullo LGBTI, escapar del armario y marchar.

Las personas LGBTI se constituyen en minorías sexuales, no por una cuestión de números sino por su estatus de dominado sobre la norma y su marginalidad en correlación a esta. Son a lo que Hannah Arendt llamo un grupo difamado. De la confrontación entre el dominante y las minorías sexuales surge la opresión, que cambia de país en país, algunas sociedades ejercen una disciplina mortal al cuerpo y la mente, otras han reducido la violencia física, pero persiste en ellas la violencia simbólica de la que habla Pierre Bourdieu.

Quien ostenta el poder en el orden sexual hará todo lo posible para mantenerlo, eliminando así cualquier posibilidad de ser cuestionado e implantando en la mente sobretodo de las minorías sexuales que la única forma de orden posible es la heterosexual, ganando así legitimidad el heterosexismo y utilizando como instancias de reproducción a la escuela (dominio del Estado), la familia, la política, el mundo del trabajo y las iglesias. Producto de esta violencia simbólica el dominante creo el armario como la estructura que define la dominación LGBTI.

¿Qué es el armario? El armario es una política de control social de las personas LGBTI, en la cual se les obliga a callarse y esconderse. Su objetivo es asegurar la permanencia de la heteronormatividad. Desde la niñez y sobretodo en la escuela y en la familia, los niños con diversas orientaciones sexuales, identidades y expresiones de género aprenden que un homosexual es una persona que puede ser insultada, objeto de burlas y violencia en cualquier momento, en cualquier lugar y sin ninguna razón, que es un sujeto con un estatus inferior en la sociedad. Este miedo constante y este estatus infravalorado moldean la identidad de las personas LGBTI, crea en ellas una vergüenza que las lleva a pensar que su presencia, sus gestos y palabras pueden molestar a los demás. Esta violencia simbólica funciona con evidente eficacia cuando estas personas son obligadas a vivir en la sombra del armario, donde esa violencia no es expuesta a la luz para ser neutralizada. Esta violencia incesante tiene la intención de moldear el comportamiento y aproximarlo a lo ‘’normal’’; lo ‘’heterosexual’’, al punto de convertir a las personas LGBTI en sus propios vigías.

¿Y que de los que viven en el armario? Vivir en el armario y confundirse en el paisaje es imperativo en sociedades hostiles a la diversidad. Para muchos gays y lesbianas, es una identidad que han tenido que construir para percibir el peligro, disimular sus gestos y palabras. Así aseguran su inclusión social, les da un cierto sentimiento de seguridad (débil ante el miedo constante a ser revelado) de no ser víctimas del insulto o ser señalados y tratados como parte de una minoría infravalorada. Solo se tolerara a las lesbianas y gays bajo la condición de que sean discretos. Haciendo del encubrimiento una obligación cotidiana para la sobrevivencia y la inclusión social. Lo lamentable es ver algunos de ellos oponerse y reproducir el discurso de odio del dominante contra quienes se exponen y afirman sus diversas orientaciones sexuales e identidades de género.

La política del armario ha tenido un alto costo, el cual han pagado los estigmatizados desacreditados (las y los trans, las locas y las marimachos) como expone el sociólogo Erving Goffman, es decir aquellos que su estigma es fácilmente identificable por los ‘’normales’’. Un ejemplo vergonzoso es que el promedio de vida de las personas trans a nivel global es de 35 años edad.

Por años las personas LGBTI en Republica Dominicana fueron objeto de persecución y discriminación estatal al no otorgar los permisos para realizar la marcha del orgullo LGBTI, la realización de redadas policiales en centros de diversión nocturna y la disposición de su cierre, así como el hostigamiento policial de lugares de encuentro de estas personas, espacios que existen por la hostilidad social. Hoy aún persiste una zozobra policial respecto a las detenciones arbitrarias de parejas del mismo sexo que al mostrarse afecto quebrantan el pudor y la moral pública según el criterio del agente policial, el estigma por los prestadores de servicios públicos de salud y educación.  La impunidad de los procuradores de justicia en asegurar diligencia a las decenas de casos de personas trans asesinadas con brutalidad y saña (quemadas, apuñaleadas, ect), la ausencia de una ley antidiscriminación y de políticas públicas afirmativas por parte del poder ejecutivo y legislativo.

Hemos visto en la política dominicana, como las personas LGBTI, las feministas y los dominico-haitianos son la perfecta cortina de humo de la ultra derecha dominicana (guardianes del orden social) para ser señalados como los culpables del deterioro social y económico, como si reivindicar derechos significara impedir los derechos de los demás. Como menciona Didier Eribon, ‘’asi es como los privilegiados cuidan y reafirman sus privilegios’’ (2000, p.89). Lo más indignante ha sido ver el silencio del partido gobernante e incluso de la izquierda dominicana ante los discursos de odio.

Hablar de homosexualidad en República Dominicana es predecible, mencionas ‘’gay’’ y llueven los comentarios intolerantes.  Que un hombre gay se sienta orgulloso significa que ha abandonado los sentimientos de desprecio y vergüenza de sí mismo, que fue forzado a sentir por la sociedad desde su niñez. Afirmarse como gay, lesbiana, trans, bisexual, intersexual o queer es un proceso que impacta la relación de estas personas con su familia, sus amigos, el trabajo, la universidad y toda su vida. Es una declaración del derecho a ser, es una desobediencia al armario, a vivir una doble vida. Las personas LGBTI tienen una identidad estigmatizada, la cual puede ser afirmada u ocultada, pero hay que decidir porque no se puede fingir que dicho estigma no existe. El orgullo es también una estrategia de resistencia del movimiento LGBTI que promueve y facilita una visibilidad, aceptación de si mismo y empoderamiento de estas personas infravaloradas al declarar que no las harán volver al armario.

El 28 de junio de 1970 se celebraron en Estados Unidos las primeras marchas de orgullo LGBTI, en conmemoración a los disturbios de stonewall del 28 de junio de 1969, hito histórico en la lucha por la liberación homosexual. Desde entonces a nivel mundial se realizan marchas.

Las personas LGBTI marchan porque su derecho a la dignidad prevalezca, por un reconocimiento público de la igualdad de derechos como ciudadanos, que de acuerdo con Habermas en su libro ‘’la inclusión del otro’’, estaría en consonancia con pensadores como Rawls y Dworkin que exigen un ‘’ordenamiento jurídico éticamente neutral que pueda asegurar a cada cual el disfrute de oportunidades iguales para seguir su propia concepción de lo bueno’’ (1996, p.193). Marchan para decirles a quienes quieren reducirles al silencio y anular su existencia que no volverán al armario. Para afirmar su orgullo. La marcha promueve el debate, ese debate prohibido de lo que no se debe mencionar, regla establecida por quien monopoliza la palabra. Marchan para demandar ser escuchados por sus gobernantes.

Sin embargo el machismo dominicano aflora desde el momento que marchan por las calles los trans y los que expresan su género en confrontación con lo normativo. No quedan ausentes los cuestionamientos; ¿porque tienen que ser afeminados? ¿Por qué vestirse de mujer? ¿Y esas locas? ¿Por qué se visten así? Sin embargo, ¿acaso se hacen esos cuestionamientos cuando un humorista dominicano se mofa en televisión nacional de lo que él considera que es un hombre y lo que no es un pájaro, cuando históricamente en cada oportunidad que se integra en una película, novela o programa de entretenimiento dominicano a un homosexual es afeminado, ridiculizado y patético? ¿Reaccionan con indignación? La respuesta es NO. Esa violencia pasa desapercibida. Cuando alguien osa ponerla en evidencia es llamado de histérico.  Y es que la única imagen que pueden dar las personas LGBTI de ellos mismos es la dispuesta por el dominante, que no es más que la de quien debe disimular y reírse de los insultos que les profieren, ese es el ‘’buen homosexual’’.

Este poder de imponer lo que debe ser una persona homosexual es una de los elementos que desafía la marcha del orgullo, ya que allí desfila la pluralidad de las personas LGBTI, demuestra que no existe una única forma de ser, sino que existen diversas identidades y expresiones del ser humano, y que nadie tiene el derecho a decir y a implantar su imagen, lo que se debe ser y como se debe vivir.

La marcha del orgullo LGBTI desafía el orden sexual dominante. La marcha es importante y ganara fuerza a medida de que nuestra sociedad actué con mayor tolerancia a la diversidad y abrace la libertad de todas y todos los dominicanos, cuando vayamos dando mayor valor a la diversidad, no como una debilidad sino como una señal de fortaleza de nuestra cultura.

Marchar junto a ellas y ellos les hace saber que no están solos en su lucha, acompáñalos en estos tiempos de odio. Que quede claro a los opresores, que las mujeres salieron de casa, los negros rompieron sus cadenas y las personas LGBTI salieron del armario, y ninguno de ellos regresara.