Cuando me detengo a observar el derroche de nacionalismo de muchos de mis compatriotas, versus el comportamiento que exhiben ante los problemas que nos afectan como sociedad, no puedo evitar detenerme a reflexionar sobre lo que significa la identidad ciudadana y el sentido de pertenencia a un grupo humano en particular. Mi opinión puede que sea poco ortodoxa y hasta algo irreverente en relación a lo conservadora que llega a ser la opinión de una mayoría de los dominicanos. Me explico­: Si me preguntaran si estoy orgullosa de ser dominicana, les podría decir que no. No siento tal orgullo.

Para explicar mejor la luz de lo que busco significar, les comento. Si buscamos la definición de la palabra orgullo en el diccionario, tenemos dos acepciones: Arrogancia, vanidad, exceso de estimación propia, que a veces es disimulable por nacer de causas nobles y virtuosas; también nos encontramos con que es un sentimiento de satisfacción hacia algo propio o cercano a uno, que se considera meritorio (1). Aquí me detengo, en la palabra meritorio, ya que el mérito implica acción y voluntad. El mérito involucra la interacción de varios participios que tejen todo un accionar, y de ahí el orgullo por el resultado correspondiente.

Así las cosas, aquellas circunstancias aleatorias, donde no tengo absolutamente nada de poder de decisión, donde mi voluntad no ha intervenido en forma alguna, no me producen tal orgullo, sino que, más bien, me pueden otorgar un sentido de pertenencia −que pasa fácilmente por orgullo−. Pero no termina ahí la cosa, resulta que el mérito sí radica en eso que yohago con lo que soy, pero que no elegí ser. Me explico: Yo no elegí ser mujer, ni elegí ser hija de mi madre ni de mi padre. No puedo sentirme orgullosa de ser mujer, mejor aún, me hace sentir orgullosa lo que hago con ello, ser persona. Entonces, validarme, dejarme sentir, afirmarme, darme a respetar y darme valor, serían cosas meritorias en mí, aspectos que no solo producirían orgullo enmí, sino en todo aquel que me conozca y me aprecie, si acaso.  Pero sigo la senda de reflexión y realizo la idea de que ese contexto es igual de válido si en vez de ser mujer fuera hombre, puesto que también como hombre debería validarme, dejarme sentir y afirmarme. Entonces colijo que ser mujer no es la gran cosa, ni lo es ser hombre, en cambio sí lo es ser persona.La trascendencia de ser uno o lo otro solo se validaría dentro del contexto donde ambos estén posicionados. Y vuelvo al punto. No es lo que eres, es lo que haces con eso que eres.

Junto con el orgullo de ser dominicano o lo que sea, me vienen a la mente esos valores heredados, y hasta cierto modo inoperantes, que muchos promueven y ostentan con tanto orgullo y arrogancia

¿Quién elige ser francés, suizo, dominicano, haitiano o paquistaní? Nadie. Es solo una variable. Recuerdo en una entrevista que Julio Cortázar concedió en 1977. En dicha entrevista, cuando habla de su nacionalidad, le concede la misma importancia que se le da a un mosquito que rezumba en el aire. El nació donde nació por pura circunstancia, ya que sus padres viajaban constantemente y el parto de su madre se presentó justo en un país y no en otro. Simple. ¿Se sintió él orgulloso de haber nacido en Bélgica? En lo absoluto. Fue un mero hecho circunstancial y así lo destaca.

Cuando pienso en nacionalismo, la palabra racismo e intolerancia llegan a mi mente una tras la otra. La gran injusticia que comete el intolerante radica precisamente en condenar a alguien por pertenecer a un grupo –o contexto–que este ni siquiera eligió. ¿Quién decide el color de la piel, la preferencia sexual, nacer en tal o cual país, pobre o rico, estar atrapado en un cuerpo de mujer siendo hombre, o viceversa? ¿Quién elige un pelo lacio, ondulado o crespo? Nadie. Una nariz de fosas anchas y redondamente pronunciadas está genéticamente determinada por cuestiones geográficas. ¿Cómo puede alguien ser responsable −culpable− de semejante situación?  Es algo para meditar.

Para dar un ejemplo del orgullo al que hago referencia, pregunto: ¿pueden los finlandeses sentirse orgullosos de ostentar el título de mejor sistema educativo a nivel mundial, por décadas? Definitivamente sí. Este no es un hecho fortuito, no es por ser finlandeses; se trata de un sistema estratégicamente diseñado y construido para que sea justo de esa forma.  Así que bien que pueden sentirse orgullosos.

Junto con el orgullo de ser dominicano o lo que sea, me vienen a la mente esos valores heredados, y hasta cierto modo inoperantes, que muchos promueven y ostentan con tanto orgullo y arrogancia. Orgullo de ser dominicano. Si usted está fuera de su país y llora cuando escucha el himno nacional, eso no es orgullo, eso es sentido de pertenencia, nostalgia, añoranza, o hasta pena, como me pasó en una ocasión.

El orgullo es otra cosa, tiene que ver con construcciones, con acciones que enaltecen y comulgan con eso que usted es, porque, aunque no lo haya elegido, se siente completamente comprometido y a gusto con eso que es; al menos lo decide, puesto que pudiera optar por lo contrario.  Orgullo es no vender su conciencia, ni sus valores, orgullo es ser respetuoso del espíritu de la ley, esa que representa el bienestar de la colectividad.  Orgullo es no avergonzarte de tus raíces, ni negarlas ni disfrazarlas, por el contrario, lo es exponerlas con vanidad saludable, con toda la parafernalia que corresponda.  Fuera de todo lo anterior, lo que exponen algunos como orgullo dominicano no es más que pose y conveniencia, discurso programado y agenda mediática. Un lavado de cerebro, que carcome la mente de la mayoría que solo hace repetir las líneas elegidas por sectores alienantes e interesados.

@riveragnosis

(1)- Definiciones de la RAE obtenidas en la red.