La población dominicana padece una gran angustia sobre el presente y en futuro. De eso no tiene culpa nadie más que quienes han gobernado la mayor parte de los 174 años de vida independiente, junto a la élite social y económica. Cunde el sentido de desprotección, y la sensación de desconexión entre una minoría privilegiada y el país real.
No se tiene confianza suficiente en los líderes y los partidos; la incertidumbre económica golpea cada día los hogares; las carencias en servicios y derechos elementales como la salud son cotidianas; los empleos son precarios y los salarios bajísimos. Crecen la delincuencia y el crimen organizado. Más de la mitad de los dominicanos ha pensado en irse. El desorden histórico en las instituciones claves recoge las protestas y el hastío, y dentro de éstas la corrupción, la inseguridad, el caos fronterizo y migratorio. Casi nadie da respuestas a esta angustia, mientras unos grupos exacerban la histeria de forma oportunista, para aprovecharla como nicho político.
Es hora de abocarse a un gran acuerdo social y democrático para establecer orden en materia fronteriza y migratoria, y que las instituciones del Estado lo materialicen. Estas son algunas propuestas:
1) Organismos de control fronterizo y migratorio que sean funcionales y transparentes, dirigidos por meritocracia. Aplicación de la ley, fin de las mafias y trata de personas. Sistema organizado de visas de estudio, trabajo y otorgamiento de residencias. No más discrecionalidad, contrabando ni macuteo. Cumplimiento del 80/20 sabiendo que ello requiere salarios y condiciones laborales decentes. Un acuerdo de extradición como requisito innegociable. Ningún extranjero sin documentos oficiales de su país y sin visa debería poder entrar al país, salvo en casos excepcionales como asilo político.
2) Agentes militares y civiles con salarios dignos, condiciones dignas de vida y recursos suficientes, sujetos a un escalafón de promoción que premie el buen desempeño.
3) Inversión en la frontera que dé esperanza a los habitantes dominicanos y dignifique sus vidas aplastadas por la pobreza. Organización, apoyos e incentivos a los mercados fronterizos e intercambios comerciales.
4) Apoyo a los dominicanos y empresas dominicanas que viven y operan en Haití. Apoyo a los proyectos sociales, culturales, deportivos, científicos y medioambientales de intercambio.
5) Tratado de comercio, protección ambiental y migración, atendiendo a los intereses de ambas partes a largo plazo, con énfasis en recuperación forestal, minería y preservación del agua.
6) Política de cooperación no improvisada ni al azar en salud, educación, cultura y recursos naturales, definiendo cuánto, cómo y dónde puede colaborarse.
7) Crear Viceministerio de Relaciones con Haití, con un verdadero centro de diseño estratégico para este tema. Cancillería debería coordinar las políticas en un comité interministerial con Economía, Industria, Defensa, Educación, Salud, Cultura y Medioambiente.
8) Alianza de universidades, Estado, organizaciones, empresas y otros, para hacer de los 20 millones de habitantes de la isla y los países vecinos del Caribe nuestra primera comunidad de incidencia, influencia y desarrollo.
9) Fin de toda política que violente Derechos Humanos. Creación de una verdadera Unidad de Protección a Derechos Humanos en la Procuraduría General, que incluya los crímenes de odio y amenazas a defensores de derechos y contra extranjeros o sus descendientes. No más abusos que sólo afectan nuestra democracia e imagen internacional. Currículum educativo que supere la formación basada en prejuicios y fomento de la cultura de derechos y paz.