El inicio de un nuevo gobierno constituye una gran oportunidad para cambiar de rumbo en la estrategia para el sistema de salud. Y la propia pandemia que estamos viviendo también nos llama a pensar de nuevo sobre los objetivos del sistema dominicano de salud, los medios para llevarlos a cabo, los recursos con que contamos – humanos, de infraestructura, de equipamientos, de tecnología, los recursos financieros.
La función de rectoría – también llamada de liderazgo y gobernanza — es quien tiene a su cargo la evaluación de todo esto y, sobre todo, coordinar y motivar a todas las fuerzas sociales para que, en conjunto, se proponga la visión de futuro del sistema de salud que queremos tener, facilitando así la planificación estratégica para lograr las metas.
Tal como escribí hace unos años en el libro “Salud, visión de futuro: 20 años después”, corresponde a la función de rectoría la visión estratégica de largo plazo y la orientación del camino hacia la cobertura universal. Le corresponde trazar las normas y velar por que se cumplan. La única forma de realizar esta función adecuadamente es con información de calidad, algo de lo cual adolece el sistema de salud de la República Dominicana a todos los niveles.
Se ha señalado que la rectoría guiada por la calidad es el principio impulsor del sistema de salud. Se requiere información sobre los costos de la atención, sobre la salud de la población, sobre el gasto y financiamiento, sobre la eficiencia y la cobertura efectiva, sobre la calidad de los servicios. Se necesita construir y poblar un sistema de indicadores que permita saber la calidad de la atención primaria, de la atención de agudos, de enfermedades específicas que pesan en la carga de enfermedad del país.
Pero también, se requiere dar seguimiento a los recursos existentes, para que sea factible que funcionen con calidad. Entre ellos se encuentra la infraestructura física, humana y el equipamiento adecuado de los servicios de salud.
La población también necesita estar constantemente informada sobre dónde acudir para acceder a los servicios. Si el primer nivel fuera la puerta de entrada del sistema de salud, estaríamos todos inscritos en un servicio específico – generalmente cercano a nuestro domicilio. Como esto es inoperante, a pesar de ser un mandato legal desde hace veinte años, cuando se presenta un problema inesperado de salud, generalmente de baja complejidad, la población acude a las puertas de las emergencias, que están diseñadas para atender problemas graves.
Un informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) recomienda el fortalecimiento de ciertas fuentes de información claves que pueden permitir dar seguimiento a la calidad, a saber: las estadísticas vitales (nacimientos y mortalidad); los registros por enfermedad, por ejemplo, los de cáncer y otros; las bases de datos administrativas (por ejemplo, bases de datos de los hospitales vinculadas al sistema de pagos, bases de datos de medicamentos vinculadas a los mecanismos de prescripción); records electrónicos de pacientes; y, encuestas de hogares y de pacientes, enfocadas en su experiencia en los servicios, información de cuentas de salud y otros datos sobre gasto y financiamiento, resultados de salud, utilización de servicios, capacidad de respuesta a los diferentes niveles y otros.
Estamos lejos todavía de poder implementar cabalmente los indicadores recomendados internacionalmente para dar seguimiento al desempeño del sistema de salud en un proceso dirigido hacia el logro de la salud universal.
La creación del Servicio Nacional de Salud (SNS), a cargo de los proveedores de servicios, ha liberado de esta responsabilidad al Ministerio de Salud Pública, que tiene ahora la oportunidad de enfocarse en producir la información de calidad que necesita el sistema de salud para cumplir con sus metas. Retomar la formulación del Plan Estratégico del Sector Salud – comenzado en 2017 y nunca terminado – sería una buena medida.
Una vez definido el rumbo a través del PLANDES, sería conveniente que las nuevas autoridades adoptaran una estrategia de presupuesto base cero para definir cuáles son las capacidades que necesita para cumplir con los objetivos, cuáles son las brechas de información y cómo avanzar hacia cerrarlas.
De esta manera, el presupuesto de los años próximos sería elaborado en función de las necesidades para alcanzar unas metas, en lugar de repetir mecánicamente la experiencia histórica de sus predecesores. De esta forma podría ser factible para el nuevo gobierno cambiar de rumbo y cumplir la misión que el país le ha encomendado.