Resulta sorprendente la actualidad que mantiene, al día de hoy, la crítica que le hiciera el filósofo griego Platón a los manipuladores de la opinión pública, cuando calificó, hace más de dos mil años, como doxóforos a “aquellos cuyas palabras en el ágora iban más rápidas que sus pensamientos”.  Como se sabe, “doxa” es la palabra griega que dio origen al vocablo opinión y “ágora” la plaza pública en la que en la Antigua Grecia los ciudadanos expresaban sus opiniones.

En nuestro tiempo, la opinión pública, diferente a la griega, se expresa en la televisión, la radio, los periódicos, las revistas, el internet, los clubes, los salones, los partidos políticos, las asociaciones y el mercado.

La opinión pública es un elemento indispensable para la democracia, como lo comprueba el rol que juega en el control y la vigilancia de la actividad política, sin la cual los gobernantes no tendrían límite en el ejercicio del poder.

Para el filósofo alemán Jürgen Habermas, el más destacado estudioso de la opinión pública del presente, es de vital importancia que el Estado democrático cuente con la legitimación popular de la opinión pública, la cual debe ser crítica y no manipulada como, desafortunadamente, ocurre en la mayoría de las democracias formales.

Sin embargo, el momento estelar de la formación de la opinión pública en una democracia representativa, es el correspondientes al voto, el cual llega precedido de una guerra, sin límite, en la que la manipulación es el arma que se utiliza para aniquilar la libertad del ciudadano, principalmente del meno informado, al momento de ejercer el sufragio.

El medio más efectivo que se utiliza en la confrontación electoral es la televisión que es, en consecuencia, la principal beneficiaria de la desmesurada fortuna que se ven precisados a invertir los candidatos para poder competir en las elecciones. La extraordinaria influencia del periodismo televisivo en los electores, es el motivo por el cual los políticos compran todos los espacios posibles para repetir continuamente sus cuñas hasta dejar grabado su mensaje en el subconsciente del votante. Tanto en ella como en la radio y, ahora en las redes sociales, se difunde además de la propaganda ordinaria, la llamada campaña negativa o sucia que contamina los procesos electorales.

En ese sentido, Giovanni Sartori sostiene que: “Si la democracia es gobierno del pueblo sobre el pueblo, será en parte gobernada y en parte gobernante.  ¿Cuándo será gobernante? Obviamente, cuando hay elecciones, cuando se vota.  Y las elecciones expresan, en su conjunto, la opinión pública”.

Por esta razón, además de las elecciones, las opiniones que inciden en la toma de decisión de los electores deben ser formadas  libremente.  En caso contrario las elecciones en su conjunto no pueden considerarse libres.

En lo referente a idiotizar a las masas a través de los medios de comunicación nadie compite con el gobierno.  Su campaña se inicia el mismo día de la toma de posesión y concluye al traspasar el mando. Durante la gestión los medios difunden, periódicamente, encuestas especialmente diseñadas para que el presidente de turno aparezca con una alta valoración.

Cuando la manipulación de la opinión pública es tan intensa que la deja, temporalmente, dormitando por el efecto narcótico de la publicidad, los comunicadores más íntegros tienen el deber de despertarla, para bien de la democracia.