Boquiabierta he quedado con diversos argumentos escritos y orales en contra de los homosexuales que se han expuesto en el país después del anuncio de que el presidente Barack Obama nominó como embajador en Santo Domingo a un homosexual que también es activista gay.

No es que pensara que la homofobia había sido erradicada en República Dominicana; existe dondequiera. Pero ver personas con un nivel de educación superior exponiendo juicios tan negativos sobre los homosexuales me ha sorprendido.

Para no quedarme boquiabierta y perpleja, escribo estas líneas que ojalá sirvan de reflexión a mis lectores.

Primero, las personas homosexuales, sean hombres o mujeres, son seres humanos con los mismos sentimientos que el resto de la humanidad, y con los mismos derechos que el resto de la población en una sociedad democrática. En sociedades autoritarias, como Uganda en África, los quieren linchar; pero en República Dominicana, se supone que vivimos en un régimen democrático respetuoso de los derechos humanos de todos.

Segundo, al igual que el resto de la población, entre los homosexuales hay personas de todo tipo: jóvenes, viejos, blancos, negros, indios, pobres, ricos, de clase media, embajadores, ministros, legisladores, médicos, plomeros, tímidos, extrovertidos, gordos, flacos, altos, bajitos, atléticos, trabajadores, holgazanes, honrados, ladrones, machos, amanerados, laicos, curas, pastores, monjas, etc.

Tercero, antes de humillar y discriminar a los homosexuales, piense en lo siguiente: ¿qué haría usted si su hijo de 20 años le dice que es homosexual? ¿Lo mataría? ¿Lo encerraría en una habitación y nunca lo dejaría salir? ¿Lo echaría de su casa y nunca jamás lo vería? ¿Lo querría menos que a sus hijos heterosexuales? ¿Lo llevaría a terapia sicológica? ¿Y qué haría cuando descubra que después de muchas sesiones su hijo sigue siendo homosexual, porque la homosexualidad no es un problema conductual que se cura sino una condición existencial que perdura?

Cuarto, para que no los maten, o no los denigren, muchos homosexuales sufren en silencio los efectos malignos de la homofobia. Unos padecen depresión por el rechazo abierto o encubierto, otros recurren al alcohol, otros viven de manera riesgosa la sexualidad, otros se casan para cubrir las apariencias y viven  infelizmente el resto de sus días. Pero ojo, todos estos problemas afectan también a muchos heterosexuales por diversas razones. Ni la depresión, ni el alcoholismo, ni las enfermedades de transmisión sexual, ni la infelicidad son exclusividad de los homosexuales.

Quinto, a pesar del rechazo y la discriminación, o quizás por eso, algunos homosexuales desarrollan una personalidad alegre. Son chistosos, ocurrentes y divertidos. ¿Qué tiene de malo eso? ¿Los prefieren amargados o suicidados?

Sexto, en la medida que las sociedades se hicieron más democráticas y aceptaron la diversidad de la existencia humana, incluida la diversidad de creencias religiosas, se abrió un espacio para que la población homosexual luchara por sus derechos. Esto comenzó en la década de 1960, cuando otros grupos discriminados como los negros y las mujeres lucharon por sus derechos a una existencia humana digna.

Ser activista de los derechos de una minoría injustamente discriminada no es un delito a esconder, es una acción noble y de valentía.

Para comenzar a superar la homofobia, el primer paso a dar es pensar que su padre, su madre, su hijo o hija, su nieto o nieta, su hermano o hermana, su amigo o amiga puede ser homosexual, y que ellos merecen su afecto y apoyo, y que también merecen vivir con aceptación y dignidad en la sociedad que les deparó la vida.

Superar las fobias requiere un gran esfuerzo personal que al final nos hace mejores seres humanos.

Artículo publicado en el periódico HOY