Los Estados Unidos de América, una de las potencias más poderosa de la tierra, juega y maneja a su antojo con el olvido de la memoria histórica de los pueblos, en particular de nuestra región. Ahora, son los estandartes de la lucha contra la corrupción y la transparencia; los paladines de la democracia y los forjadores de procesos democráticos. Y para no cansarle el cuento, son las palomas de la paz que llevan «progreso y prosperidad» a los países.

No hay duda, una potencia, un imperio que se reinventa, regenera en forma constante su política de agresión, conquista y explotación. No se queda detrás de los acontecimientos: va de las manos con ella; creándolos superficialmente a través de sus medios e imponiéndolos de manera sutil o a la fuerza.

Los medios de comunicación masivos juegan papeles importantes en la política internacional de los Estados Unidos. Es la punta de lanza, el instrumento utilizado para empezar el trabajo de acondicionamiento, maquillaje, del terreno por conquistar o consolidar su poder e influencias. Los recursos son ilimitados, sin importar el coste que sea.

No es extrañar que los principales medios de comunicación, de mayor influencias, del mundo son de orígenes norteamericanos. Los otros, son piezas del andamiaje comunicacional del imperialismo. Las agencias de prensas son negocios multinacionales que forman parte de la estructura ideológica, política, económica, financiera y militar de los Estados Unidos.

La ofensiva imperial en América Latina y el Caribe contra el movimiento y los gobiernos progresistas, han tenido como herramienta fundamental a los medios de comunicación, dándole importancia protagónica a las Redes Sociales. Tienen un patrón comunicacional muy bien organizado y dirigido a presentar e imponer la agenda pre establecida. Desde las noticias falsas «fake news», prevalecer la mentira sobre la verdad y distorsionar la realidad.

La política desestabilizadora y conspiradora de los Estados Unidos tiene varios componentes que juegan papeles de mucha importancia; maniobras desestabilizadoras y conspirativas, y el poder de los fusiles. Todas con potente fuerza destructiva, con capacidad de derrocar gobiernos establecidos constitucionalmente; y presentarse, los gringos, como defensores de la democracia y paladines en la lucha contra la corrupción y la impunidad.

A pesar de su ofensiva brutal en la región, ha sido derrotado en México y Argentina. La revolución bolivariana en Venezuela sigue firme, igual Nicaragua, ni decir, de la Cuba revolucionaria. Las perspectivas son halagüeñas ante el despertar de Chile, Colombia, Haití, Ecuador, su segura derrota en Brasil, y a la larga, el retorno a la constitucionalidad en la Bolivia de Evo Morales.

En nuestro país, todo lo contrario, se sirven con la cuchara grande; con gran poder en los medios de comunicación, imponen las agendas diarias, sus principales ONG son actores de primer orden, con influencias en los partidos políticos, en el movimiento social. Por último, acaban de meter sus narices, con cabeza y cuerpo entero, en el proceso electoral del 2020, en febrero y mayo.

En todo esto, la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, mejor conocida como la USAID, por sus siglas en inglés; un poderoso instrumento de penetración y consolidación del imperio en nuestra región. Desempeña un papel clave en la actual ofensiva contra el progresismo, los auténticos revolucionarios y el despertar de los pueblos.

Trump, Pompeo, Marshall Billings y Robin Bernstein, imponen la voluntad del imperio. Ante un pueblo adormecido, drogado, con una poderosa campaña ideológica que le impide observar su alto grado de postración frente a un avasallamiento que lo mantiene atado; al carácter dependiente y semi colonial al poder de los Estados Unidos.