Rico, “los ricos” y “riquito” son expresiones calificativas que, entre nosotros se dicen con gran despectividad, a veces. Esto es especialmente cierto en los entornos y ambientes desfavorecidos de nuestro país. En República Dominicana, como casi en la totalidad del mundo hispano la riqueza y aquellos que la poseen no son precisamente bien vistos.
El odio o resentimiento hacia “los ricos” o los “riquitos” no viene—me atrevería a decir—de la prosperidad de ellos, ni de la diferencia que esto marca. El odio a los ricos deviene, principalmente, del estado de privilegios y, en ocasiones, de la impunidad en la que viven los dueños de las grandes fortunas.
En nuestro medio no hay juez, ni tribunal, ni policía, ni fiscal para proceder contra determinados capitales, ni contra sus cabezas empresariales.
La seguridad de que si tienes dinero no serás tocado, no importa lo que hagas, crea un gran resentimiento en la gente. El odio a los ricos tiene que ver más con la impunidad y el privilegio indebido de que disfrutan los dueños de las grandes fortunas y su entorno, que con las grandes fortunas en sí.
Países hay, principalmente dentro de la esfera anglosajona, donde la riqueza es objeto de admiración, y donde el rico, el emprendedor, el hombre que revoluciona un sector y se hace inmensamente rico con ello, pasa a ser sujeto y objeto de admiración de todos. La gente se preocupa de qué dice, qué hace, cómo piensa, cuáles son los principios y métodos de ese hombre triunfador en el mundo anglosajón. Todos quieren aprender de él e imitarlo.
La riqueza y los ricos no ofenden con su existencia allí donde ricos y pobres están sometidos por igual a la ley. Donde el rico y el pobre tienen que respetar el tránsito, las reglas municipales, las directivas de la administración pública no hay ese resentimiento hacia los dueños de las grandes fortunas. En esos lugares donde todo el mundo está obligado a cumplir la ley se mira el dueño de una gran fortuna como alguien que, estando en igualdad con los demás, tuvo el genio, el talento y la visión para ser, hacer y alcanzar algo más que el resto de los mortales.