Por eso, se me dificulta saludarlos en esos últimos días del calendario. Me gustaría decirles cuánto disfruto escribir y recibir comentarios, como disfruto de su tolerancia, de su amistad, como aprecio esa complicidad virtual, sin rostros, sin censuras. Por eso, aprovecho esas líneas, para decirles, mi agradecimiento a todos a los que me permiten expresarme y a los que me leen.
Pero, debo confesarlo en toda intimidad, y sinceridad, que odio los fines de años. De repente, en todos esos medios de comunicación, nos parecemos todos: no importa lo que hicimos en el año, seamos ovejos o cazadores, lo que nos hemos robado, escondido o mentido, de repente nos alabamos, nos perdonamos y tiramos peroratas de esperanzas sin fines que se parecen a esos cohetes al aire, sin destino ni consecuencias.
Odio los arrepentimientos, después de vivir un año lleno de gozo sin compasión, extravagancias y aberraciones que culminan con excusas, perdones y exhortaciones esperanzadoras sin convicciones,.
Odio los fines de años, porque me recuerdan mis años de infancia: mi exilio forzado desde Argelia-Oran, para Francia a los 3 años, en un barco de la libertad que se aproximaba a Marsella, y a ese barrio obrero donde no cabíamos: la pobreza era tal, que uno no se explica cómo, nos dieron cavidad, como en esos suburbios obreros del Norte de Paris, poblados de polacos, italianos, y ahora llegaban, nosotros, los españoles, podíamos apechugarnos, darnos calor y abrazarnos!
Seguro, era por esas generosidad y humanidad, que solo poseen los pobres en extremo, los que no tienen nada y solo pueden compartir sus sufrimientos y os dos trapos que llevan en bultos de tela. Esos pobres nos hacían un espacio, a nosotros padres e hijos del exilio republicano español en trashumancia, cierto éramos más pobres que ellos, pero salíamos de la II Guerra Mundial, donde habíamos demostrado, primero, nuestro sentido de la responsabilidad y de la solidaridad, hoy nos devolvían, ese agradecimiento compartiendo espacio, comida, calor y amistad. Mis padres salían de un penal, un juzgado traidor francés, de un campo de trabajos forzados de Gabes, a Lambesa, hacia Oran y finalmente ……. Marsella.
¡ Como no hacer comparaciones con lo que ocurre hoy en nuestro mundo, y en R.D.! miles de personas sufren de lo que sufrí y sufrieron mis padres, como no recordar que debíamos pedir exilio, debíamos llamar a las puertas de países con fronteras que se habían cerrado, debíamos pedir que se abran, debíamos contar con la sensibilidad de otros patriotas, por fin, debíamos aceptar las condiciones que nos ofrecían, como eran, precarias.
Y los franceses nos tenían miedo, odio, repulso, nos cuestionaban, éramos diferentes, les asustábamos, provocábamos sus conciencias y a veces sus risas, sus burlas pero, resistíamos, nos organizábamos, no éramos sujetos de compasión, exigíamos derechos como lo hacen todos los pueblos con orgullo, cultura y tradición de luchas, teníamos educación, costumbres, valores y experiencias de lucha de clases, protestábamos en las calles, en las escuelas, donde había espacios públicos ahí estábamos los padres, hijos e hijas de la Republica Española. Nada nos regalaron, lo conquistamos todo.
Todas esas reflexiones me surgen al momento en que retrocedemos, en tolerancia, en Humanidad, en EE.UU y en R.D. también, esas tierras de inmigrantes recientes.
Vivo los momentos de mi infancia, siento pena, rabia y vergüenza, como es posible un tal retroceso de la Humanidad cuando hemos progresado tanto en tecnología, parece contradictorio pero nuestros sentimientos y nuestra Humanidad caminan, de reversa al progreso.
Me gusto compartir con ustedes ese largo viaje que culmino hasta estas playas. Trate siempre de ser fiel a ese periplo moderno que me obligo llevar en mis maletas, constantemente, los mejores valores de todos esos pueblos que conocí a partir de esa Historia dolorosa llamada exilio que ayudaron y que culminan, conmigo, en una Mujer, de sensibilidad y Humanidad diferentes.
Feliz Año Nuevo, Dominicanos, Haitianos, Americanos, Sirios, Africanos, Kurdos y Chinos que siguen buscando, como mis Padres, un mundo en donde sembrar raíces, esperanzas y futuro decente para los jóvenes, donde no existen esos monstruos que despiertan esos viles sentimientos que separan, dividen, alejan. El mundo, hoy, mas que nunca, debe ser abierto, de internacionalismo como lo pregono Anatole France, hace más de un siglo, frente a esas voces que según él, …”no tenían nada que ofrecer”.