Hay más de un elocuente indicador para dudar de que en la República Dominicana haya alguna voluntad política, de desmontar el nivel de robo y corrupción en que viven enfangadas las autoridades.

El primer inconveniente es que sin el soporte de la corrupción, la impunidad y el robo, muchas autoridades estarían encarceladas, y no solo las autoridades gubernamentales, sino una parte del “liderazgo” empresarial…por no mencionar a algunos jerarcas religiosos, que cobijados bajo toda la basura estructural, y por razones de edad,  están fuera del alcance de la justicia… al menos de la terrenal.

La complacencia del poder político ante los estruendos del robo público y de la corrupción, llega a tales extremos, que Leonel Fernández sigue recibiendo a la vista de todos, con total desfachatez, unas festivas congratulaciones de cumpleaños (apoltronado dentro de la que bien puede considerarse como una de las pruebas de los delitos) por parte de sus cómplices y beneficiarios (que ni siquiera tienen el pudor de cubrirse el rostro, con los antifaces que usan los asaltantes comunes) en vez de estar dando todas las explicaciones que le debe al país, sobre los Tucanos, concesiones mineras completamente inexplicables y contrarias al interés público; megaconstrucciones sobrevaluadas y sujetas a cuestionamientos en torno su condición integral, con cualquier clase de desarrollo urbano; hoyos fiscales, desembolsos sin respaldos y/o sin apego a reglamento alguno, políticas formales de exterminio y criminalización de sectores miserables de la población, condescendencia y padrinazgo de mafias policíaco-militares y relaciones y sociedades con narcotraficantes y sistemas de lavado.

Alguien vendió Los Tres brazos, una ciudad o poblado extra, completo, sin el conocimiento de los habitantes -y con ellos incluidos- y la respuesta es que van a abrir una investigación. O sea, que si Yo agarro ahora mismo y vendo a Tamboril, o a Santiago Rodríguez, o Imbert, no se trataría de un fraude Ipso facto, ni de un hecho que implique una respuesta prioritaria, sino de algo que hay que “investigar” para determinar (con árbitros de dudosa imparcialidad) si Yo tengo derecho a hacer esas ventas, mientras los habitantes, desamparados, esperan en el Limbo, por los acuerdos a que arriben subrepticiamente investigados e investigadores.

El proyecto de Punta Catalina, que compromete todo el gasto público nacional, aparte de los inconvenientes medioambientales (y de los problemas de salud pública, que se avecinan) tiene una densa, ominosa y enorme sombra con relación a sus costos.

Nada más y nada menos que sobre el Presidente de la Suprema Corte de Justicia, Mariano Germán, pesa una acusación de estar al tanto de la existencia de una mafia, integrada por abogados y jueces allegados a él, dedicada a la venta de sentencias a favor de sicarios y otros delincuentes. Ni el imputado, ni el sistema de justicia, han mostrado diligencia alguna ante el alarmante tema y ni siquiera para explicar cómo diablos, se va resarcir la comprometedora acción de Germán, de excluir a los otros testigos, de los interrogatorios sobre las acusaciones que lo involucran a él.

Sin embargo, el que no haya voluntad oficial, no significa que también se carezca de aspiración ciudadana,  ni de algún gesto de consternación y de demandas ante colmazos, como los de recibir, traídos por la marea, las pruebas, las declaraciones y los expedientes de sobornos y quedarse como que aquí no ha pasado nada.

El que el Ministerio Público de la República Dominicana sea incapaz de desarrollar sus propias investigaciones exitosas, veraces e independientes sobre los robos en la administración pública es bochornoso y expresa toda la carencia de derecho e institucionalidad que padece la sociedad dominicana. Pero aún dentro de esa anomalía y para los estándares propios de esa situación, ignorar lo que ha traído Odebrecht es inexcusable.

El caso Odebrecht tiene que ser esclarecido y Leonel y Danilo deben explicar su participación en el mismo y/o la participación de quienes actuaran en su nombre.

Lo mismo aplica para Hipólito, aunque en su administración lo distribuido por Odebrecht no alcanzara las dimensiones con las que se agració a quienes fueran -y sean- los agraciados con Leonel y Danilo.  ¿No es Hipólito un líder de “oposición” caracterizado por su espontaneidad y su reiterada defensa de su honestidad personal?  Sería una gran cosa, si empleara su incontinencia expresiva haciéndole un favor al país y desembuchándolo todo. ¿
Recuerdan que de cada diez dominicanos de los que él conocía, ocho eran deshonestos? No estaría de más, si desenmascara a algunos.

Leonel, que andaba para arriba y para abajo con los principales ejecutivos de la empresa sobornadora, puede aportar su versión, sobre si él solo se relacionaba tan directamente con esas personalidades (tan prestigiosas como él) en las actividades recreativas  y usaba intermediarios para los negocios o si la familiaridad era tan amplia, que no se necesitaron intermediarios y asistentes para cargar el botín.

Danilo, cuyas interacciones con la Odebrecht son las más importantes, ya que por lo frescas que están, ameritan menos esfuerzos para la memoria, tal vez pueda hacer las mayores revelaciones y describir el modus operandi vigente en la actualidad.

Al Ministerio Público que deje de hacer el ridículo y ponga manos a la obra.