El 2011 concluye con una crisis que irrumpió en los escenarios más pobres. La crisis económica ha dejado en la miseria a miles de personas que no tienen la oportunidad de construir un proyecto de vida digna. Terminamos con cifras que evidencian  la falta de compromiso de nuestros gobernantes.

Finalizando el año recordamos que de acuerdo al informe:"Piso de Protección Social para una globalización equitativa e inclusiva 2011″de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) unos 5.100 millones de personas viven en el mundo sin protección social y 884 millones carecen de acceso al agua potable.

Mientras la hipocresía de los políticos se enlaza con un discurso desgastado que no ha erradicado la desidia, y que sigue condenando a miles de personas a la miseria, una vergonzante hambruna afecta a 13 millones de personas en el Cuerno de África.

En la República Dominicana al pasar balance se destaca: el aumento de la corrupción, la debilidad institucionalidad, los feminicidios, la arbitrariedad legislativa, criminalidad y la podredumbre de quienes nos han gobernado. El panorama es desalentador, para muchos  el 2012  será un año de "cambios". Sin embargo, el país que anhelamos dependerá de la actitud que demostremos en los roles que nos corresponde desempeñar.

En esta ocasión Neruda con su sapiencia y una pluma colmada de coraje teje en cada verso el rostro de la indigencia. Una reflexión que nos invita a no resignarnos, a no quedarnos contemplando con indiferencia la melodía de la lucha que se alimenta de esperanza. Un canto poético que nos hace un llamado a desterrar la pobreza en todas sus manifestaciones, la más cercana a nosotros, la pobreza de espíritu…

Oda a la pobreza.

Cuando nací, pobreza, me seguiste,
me mirabas a través  de las tablas podridas
por el profundo invierno.

De pronto  eran tus ojos los que miraban desde los agujeros.
Las goteras,  de noche, repetían  tu nombre y tu apellido
o a veces  el salto quebrado, el traje roto, los zapatos abiertos,
me advertían.

Allí estabas  acechándome  tus dientes de carcoma,
tus ojos de pantano,  tu lengua gris que corta
la ropa, la madera,  los huesos y la sangre, allí estabas
buscándome, siguiéndome, desde mi nacimiento
por las calles.

Cuando alquilé una pieza  pequeña, en los suburbios,
sentada en una silla me esperabas, o al descorrer las sábanas
en un hotel oscuro, adolescente, no encontré la fragancia
de la rosa desnuda, sino el silbido frío  de tu boca.

Pobreza, me seguiste por los cuarteles y los hospitales,
por la paz y la guerra.  Cuando enfermé tocaron
a la puerta: no era el doctor, entraba  otra vez la pobreza.

Te vi sacar mis muebles  a la calle: los hombres
los dejaban caer como pedradas.  Tú, con amor horrible,
de un montón de abandono  en medio de la calle y de la lluvia
ibas haciendo  un trono desdentado  y mirando a los pobres
recogías  mi último plato haciéndolo diadema.

Ahora,  pobreza,  yo te sigo. Como fuiste implacable,
soy implacable.  Junto  a cada pobre me encontrarás cantando,
bajo  cada sábana  de hospital imposible  encontrarás mi canto.

Te sigo,  pobreza,  te vigilo,  te acerco,  te disparo, te aislo,
te cerceno las uñas,  te rompo  los dientes que te quedan.
Estoy  en todas partes: en el océano con los pescadores,
en la mina  los hombres  al limpiarse la frente, secarse el sudor negro,
encuentran  mis poemas.

Yo salgo cada día  con la obrera textil.  Tengo las manos blancas
de dar pan en las panaderías. Donde vayas,  pobreza, mi canto  está cantando,
mi vida  está viviendo, mi sangre  está luchando.

Derrotaré  tus pálidas banderas  en donde se levanten.
Otros poetas  antaño te llamaron  santa, veneraron tu capa,
se alimentaron de humo  y desaparecieron.

Yo te desafío, con duros versos te golpeo el rostro,  te embarco y te destierro.
Yo con otros, con otros, muchos otros,  te vamos expulsando
de la tierra a la luna para que allí te quedes  fría y encarcelada
mirando con un ojo  el pan y los racimos  que cubrirá la tierra  de mañana.

Pablo Neruda.