If I participate, knowingly or otherwise, in my sister’s oppression and she calls me on it, to answer her anger with my own only blankets the substance of our exchange with reaction. It wastes energy. And yes, it is very difficult to stand still and to listen to another woman’s voice delineate an agony I do not share, or one to which I myself have contributed.”   Audre LordeSister Outsider: Essays and Speeches

De adulta, no siempre me nombré feminista, a pesar de haber hecho consciencia de ser francamente discriminada en varias ocasiones, en especial en lo laboral siendo mujer joven en un mundo dominado por hombres ‘doctos’, el jurídico. No identificaba tampoco mis privilegios, y la lucha por la igualdad, aunque creía en ella, no era un tema que me atrajera tanto.

Un día cualquiera eso cambió, o más bien fue un proceso. Empecé a interesarme por los complejos temas sobre género, dedicando bastante tiempo al análisis y a la autorreflexión. Se puede decir que hoy todo mi actuar personal y profesional pasa por el tamiz de lo feminista. Ya no puedo pensar en la violencia con armas de fuego sin detenerme en los impactos diferenciados que tienen en la vida de las mujeres. Ya no puedo pensar en el Derecho sin destacar las inequidades de género que promueve. No puedo relacionarme sin tener en cuenta los micro-machismos cotidianos y las demás formas de dominación y control.

Sí, el feminismo me ha dado demasiado: la deconstrucción de gran parte de esa herencia patriarcal que a veces asoma pero que ya no tiene poder de incidencia, y unas sinceras y valiosas amistades. No soy ni quiero ser, sin embargo, devota de un feminismo purista, acrítico e irracional. Muchas de mis posturas son, y qué bueno que así sean, impopulares dentro del ‘movimiento’: los hombres también son víctimas, las mujeres trans también son mujeres (solo debe bastar querer serlo, por performático que pueda llegar a ser), el trabajo sexual es una de las múltiples formas buenas y válidas de ganarse la vida, reconozco que me gusta el reguetón y el dembow, y que lo bailo.

Ahora sé que esta es una revolución que no se va a dar desde las trincheras ni desde el burguesismo comprometido. Es una que inicia por una misma, por deconstruir todo lo mal aprendido, porque ser feminista no implica solo “creer y luchar por la igualdad”

Hace ocho años que me vinculé a la militancia porque entendí, visto lo visto, que era el lugar donde debía estar si quería incidir en cambios contundentes respecto a los niveles de inequidad, desigualdad y discriminación, si quería transformar en algo la realidad.

Ahora sé que esta es una revolución que no se va a dar desde las trincheras ni desde el burguesismo comprometido. Es una que inicia por una misma, por deconstruir todo lo mal aprendido, porque ser feminista no implica solo “creer y luchar por la igualdad”.

Quiero seguir apostando por el feminismo, que más que nunca hace falta, pero por uno mucho más inclusivo, comunitario, interseccional, orgánico, menos teledirigido, del tipo que podamos pregonar y defender por pura convicción desde cualquier escenario en el que nos situemos, de ese que es cónsono con nuestras acciones, que simplemente  practica lo que predica.