"Desde hace tiempo —exactamente desde que no tenemos a quien vender el voto—, este pueblo ha perdido su interés por la política, y si antes concedía mandos, haces, legiones, en fin todo, ahora deja hacer y sólo desea con avidez dos cosas: pan y juegos de circo…"/Juvenal


El mecanismo utilizado para aprobar las observaciones hechas por el Ejecutivo, a propósito de la penalización total de la interrupción del embarazo, a la actual Ley 550-14 (Código Penal), deja mucho que decir, en el peor sentido de la palabra.

La institución del Congreso es la piedra angular de todo sistema democrático, siendo justamente la capacidad argumentativa y propositiva de sus miembros lo que de forma natural la define. Es que en él se deciden las cuestiones vitales para el funcionamiento del Estado, aquellas cosas que más nos afectan. Da placer seguir los debates en parlamentos de otros países, los que, con todo y las visiones más extremas, hacen mantener la fe en la potencia de la democracia.

Sin embargo, en el Hemiciclo dominicano el panorama es otro. Allí nadie escucha a nadie. Allí no se debate, salvo casos excepcionales (algunas diputadas y otros pocos diputados). Los Honorables, si asisten, están más atentos a cualquier otra cosa que al orden del día, y al hacer uso de la palabra, las sandeces se imponen. Para el caso en cuestión, no podía ser diferente.

El Presidente de la Cámara baja, terminada su arenga en defensa del código, sometió a voto una propuesta de redacción de la que no se había escuchado antes junto a las observaciones, desconociendo otras existentes y en franca violación al reglamento interno de la Cámara de Diputados, artículo 98: “Cuando se esté discutiendo un asunto, a fin de conservar rigurosamente la unidad del debate, no podrá presentarse moción alguna sobre la misma materia mientras no se haya resuelto al respecto…”. Lo que procedía era aprobar primero las observaciones y luego conocer las propuestas.

Al parecer así se acordaron las cosas. El Presidente Danilo Medina observó, cierto, ¿pero también se tranzó? El texto aprobado (el que además no pasó por el Senado como manda la Constitución) no se posiciona ni en un lado ni en otro, remitiéndose a una ley inexistente la regulación de las causales, muy distinto a lo que sugirió la Presidencia en su momento, proyecto éste que debe ser luego sometido a discusión en ambas cámaras previa aprobación.

Algunos/as quieren creer que se ganó un largo pleito a favor de la mujer, cosa que quizá en parte sea cierta dada la bochornosa actuación de la Iglesia Católica, pero si así fue, ganamos pírricamente. Se nos ha abierto una brecha, se nos ha reconocido “cierto” derecho a la vida, pero eso. Las mujeres para los legisladores seguimos valiendo lo que un reloj a peso, igual que para la jerarquía eclesiástica. Suficiente con verlos expresarse ese día.

¿Cuántas más Esperancitas morirán antes de que se apruebe la ley especial? ¿Cuántas otras mujeres, víctimas de la indecisión médica? A los médicos, grandes aliados en esta lucha, los han dejado sin gran poder de decisión; a nosotras, a merced de ellos. Diputados: ¡ustedes no nos representan! Son solo parte de un deslucido circo, que a veces también, para colmo, reparte pan.