La declaración universal de los derechos humanos establece que todos tenemos el derecho a elegir y ser elegidos con las mismas oportunidades. Si bien aceptamos que en la República Dominicana no se limita la posibilidad del agrupamiento de personas para constituirse en partido político, no es menos cierto que estos no pasan de ser átomos que se enquistan en los partidos mayoritarios para respaldar el clientelismo a que nos tienen acostumbrados. El mismo sistema impide que estos pequeños partidos crezcan y se posicionen como potenciales partidos gobernantes.
Antes del 20 de mayo, el Partido Revolucionario Dominicano y los cuatro partidos emergentes, denunciaron a voces ante la opinión pública y de los organismos de vigilancia y observación nacional e internacional, la avalancha del uso del poder del Estado, del presupuesto nacional, de fondos productos de la corrupción y de las más oscuras fuentes, para patrocinar al candidato oficial. Se supone, que ante estas denuncias, las instancias y mecanismos de observación nacional e internacional, se constituirían en defensores de procesos más democráticos, en velar por más transparencia y garantía para que el derecho al voto, y para que cada voto emitido fuera garantizado y tuviera su valor.
Los observadores de los procesos electorales en la República Dominicana nos tienen acostumbrados a certificar como correcto procesos electorales incorrectos, razón por la cual tienden a constituirse en cómplices de los abusos del poder del Estado y de la parcialidad de unos jueces electorales dominados por ese poder.
Los observadores como la OEA, principalmente, deberían asegurarse mejor de que en los procesos electorales se ha respetado el marco normativo universal y las leyes dominicanas; de que el proceso haya sido transparente y responsable; de que se haya respetado el estado de derecho como esencia del proceso. Me parecen muy precipitadas las apreciaciones y los elogios de los supuestos imparciales, de que en la República Dominicana se han celebrado unos comicios ejemplares y digno de ser modelo para otros países. Sin embargo estos observadores se contradicen cuando expresan que se compraron cédulas, que demasiado personas no autorizadas circulaban en el ambiente de votación, que hubo un uso desbordado de los recursos del Estado en apoyo al candidato oficial. ¿No es eso suficiente para invalidar el proceso o por lo menos emitir un juicio diferente a lo externado por los observadores?. ¿No debieron estos observadores esperar la reacción y opinión del principal contendor …David, y no solo acogerse a lo que dice el avasallador Goliat? En Honduras la OEA y su Secretario General salieron al frente, en defensa del ex Presidente Zelaya, cuando éste desconoció las reglas y pasó por encima de la Constitución e intentar imponer el derecho a reelegirse como Presidente de ese hermano país?. La OEA consideró que se habían violentado los derechos del pueblo de Honduras y del Presidente Zelaya, e intervino en una forma protagónica, inclusive extendiendo la crisis más allá de lo necesario, agobiando más la triste realidad y sufrimiento de los más pobres. ¿Cuál es la diferencia? Aquí, la dictadura constitucional impuesta por el PLD y Leonel Fernández, valiéndose del poder del Estado y el control absoluto de todas las instancias legales, incluyendo la del Tribunal Constitucional y de la Junta Central Electoral, parece que no merece una consideración más cuidadosa de la OEA. Soy parte de la mayoría del pueblo dominicano que votó por un cambio y que exige el valor de su voto, el cual no se puede desconocer junto al de la mayoría de los dominicanos.
Reconocer el proceso electoral dominicano como un modelo excelente y ejemplo para otros países es una burla a la mayoría de un pueblo, al que se le ha coartado su derecho a elegir su presidente dentro del menú de la oferta electoral. No solo se coarta el derecho impidiendo la emisión del voto en forma conciente. Se coarta también mediante el clientelismo de las fuerzas avasalladoras; se coarta cuando el poderoso Goliat, usando los recursos del Estado y el producto de la corrupción, construye una truculenta capacidad de comprar las conciencias de los más vulnerables, de aquellos que todavía sienten que el valor de su voto es menor que el de unos pocos pesos, aunque estos solo alcancen para saciar una necesidad momentánea, como lo es la de alimentos para saciar el hambre en la que los han sometido el poderoso Goliat, valiéndose de su pobreza. Nuestra libertad y democracia nos ha costado mucho sacrificio y sangre, a través de una histórica de lucha.
Si los criterios establecidos en la declaración universal de los derechos humanos para considerar válidos los procesos eleccionarios objeto de observación gozan de la aceptación internacional, que definen que las elecciones deben ser libres, imparciales, secretas y genuinas, cabría preguntarse si estos criterios se cumplieron en forma cabal en nuestras pasadas elecciones. Si la observación electoral tiene como propósito consolidar los procesos democráticos, legitimar los procesos electorales, incrementar la confianza ciudadana para elegir sus gobernantes mediante el derecho al voto, pero también para que cada ciudadano de forma conciente defienda el valor de ese voto , la misión de la OEA no ha cumplido con su función y responsabilidad.
Es muy importante que defendamos nuestros votos, porque este es un derecho inalienable que nos asiste. Los observadores internacionales, particularmente la OEA, no puede legitimar procesos, que evidentemente son ilegítimos y que no satisfacen ni responden a las decisiones de las grandes mayorías. Los observadores deben ser más consistentes con su misión y compromisos, haciendo una valoración más objetiva de los procesos electorales, en vista de que estos son procesos muy delicados, pues comprometen la democracia ganada y la estabilidad social y política de los pueblos. Los observadores deberían generar mejores conclusiones, de los procesos y de los resultados. Deben ser más objetivos en sus conclusiones, porque de observadores electorales imparciales del caso que nos ocupa, se han convertido en cómplices de Goliat.