El 1 de mayo es, para las trabajadoras y trabajadores del mundo, el día de la acción. El tiempo de mirar la revuelta de Haymarket como punto de partida del acto legítimo de salir a las calles y gritar al unísono que Chicago es el camino. Lugar que no es desmemoria, ni de vanas propagandas republicanas que se montan bajo las promesas de los carteles electorales o en los artilugios de una tarjeta de solidaridad.
El primero de mayo marca el sentido de una clase histórica en la que recae el trabajo productivo. Espacio que sostiene la generación de riqueza para la sociedad. Y desde ese lugar, centro de la producción, se propulsa y se dan las contradicciones entre trabajo y capital.
Históricamente el poder de la burguesía siempre ha estado centrado en desdibujar los discursos, controlar la propiedad, descuartizar al movimiento obrero y desvirtuar los intereses de los trabajadores y trabajadoras. Sus argumentos eficaces han variado muy poco, a través de dos siglos, “No existen o no hay alternativas”. Ustedes han muerto. Y bajo narrativas atemporales, los nombran en el sector servicio. Alegan que millones de trabajadores y trabajadoras ya no pueden ser contabilizados en el sector industrial y por ende no pueden ser considerados obreros/as.
Esos trabajadores y trabajadoras son identidades claramente definidas, se les saca plusvalía, aunque no tengan propiedad o muy pocas, necesitan del salario y de un empleo que los subcontrata y los fragmenta
No obstante, esos trabajadores y trabajadoras son identidades claramente definidas, se les saca plusvalía, aunque no tengan propiedad o muy pocas, necesitan del salario y de un empleo que los subcontrata y los fragmenta, y los empuja al sin sentido del Gran capital o de pequeños capitales. Es una masa de trabajadores y trabajadoras, a los cuales les desdibujan su realidad. Los despedazan, no reciben ningún beneficio y bajo los viejos aparatos de manipulación: medios de comunicación y la publicidad, los desvinculan de su propia conciencia de clase. Mientras ellos, los patrones de siempre, la burguesía nacional o internacional, se revuelcan en el goce. Dice David Harvey 2012, “nunca como ahora la burguesía ha gozado de tanto poder”.
Hoy, es importante recordarle a la clase obrera dominicana que pueden salir a las calles y desenmascarar la dictadura constitucional, empujando como acto legítimo un movimiento de clase libertario. Obreros y obreras dominicanos/as, Chicago mostró el camino.