Las sociedades están obligadas, no por el papel que tiende al moho ni por pronunciamientos altisonantes y vacíos o escritos con citas griegas y autores populares, a revisar su ruta, a mirarse en los espejos de su realidad material y espiritual, de vez en cuando y con insistencia.

Una sociedad que alimenta en su ser lo decadente como si fuese un valor, tiene la urgente misión de corregirse, salvo que le apasione ya la putrefacción.

Una sociedad puramente imitativa de lo peor de los ambientes “desarrollados” (habiendo en ellos valores altos también) termina en el abismo.

Hay más y mayores signos ominosos que el escuchar música con letras aberrantes

Una sociedad que no vela por sus valores intrínsecos y cuyas élites sólo aspiran a la ganancia y al mercado como si fuesen valores realmente importantes y permanentes, no expresión de lo cambiante y que hace crisis, se hunde.

Si no tiene los mecanismos para esas correcciones debe crearlos, no con espíritu de policía pretoriana, sino con mentalidad creativa, con énfasis cultural dominante.

Una sociedad que insufla en los jóvenes los vicios denigrantes y cuyo uso se torna en una cuestión normal, arriesga la ruina. Lo peor a todo ello es la indiferencia que, como gritaban los jóvenes revolucionarios de hace décadas, “es una vergüenza”.

No se trata, señores intelectuales de gabinete, amurallados, encapsulados, de mirar para otra parte y de “hacerse los suecos”.

Aquello comienza por la cultura del facilismo, el individualismo, la superficialidad que no es tomada por superficialidad y ruido escénico inútil, sino como cuestión de los tiempos que corren, por novedad y hasta por modernidad.

En concreto, cuestiones como los reggaetones, los denvows (o como sea que se escriba) con letras francamente asquerosas y dañinas para las mentes juveniles, van anunciando decadencia, pobreza espiritual.

No son el único problema que hay en países de un crecimiento “asimétrico” (tomado equivocadamente como desarrollo) como el de República Dominicana.

Hay más y mayores signos ominosos que el escuchar música con letras aberrantes: hay enorme desigualdad, ramalazos de autoritarismo hogareño heredado de centurias de práctica normalizada y hay generalizada pobreza formativa que tomará décadas superar.

¿O es que vamos a seguir involucionando hasta la misma y franca y abierta letrinizacion mental?