Los obispos católicos de estos países periféricos se ven frecuentemente en la disyuntiva de pedir la colaboración de las congregaciones europeas y norteamericanas (clero regular) ante la escasez de personal y deficiencias del clero secular nativo para llevar adelante muchísimas obras sociales.
Influye, además, la escasez de recursos materiales de las iglesias locales, algo de que disponen las órdenes religiosas, principalmente cuando proceden de sociedades ricas.
El primer cabeza de la Iglesia dominicana con una visión universalista fue el luego cardenal Octavio Antonio Beras Rojas (1906-83), consagrado obispo el 12 de agosto de 1945 por dos obispos cubanos y uno puertorriqueño.
Durante su gestión (1945-1981) arribó al país el mayor flujo de sacerdotes y monjas extranjeros: salesianos, franciscanos, jesuitas, dominicos, mercedarios, agustinos, carmelitas, escolapios; Hijas de la Caridad, OCSHA, MSC, MSSCC, claretianos, teresianas, Lasalley otros; además se fundaron congregaciones locales, como el Instituto Altagraciano (ISA). El resultado fue una expansión sin precedentes de la Iglesia.
La disyuntiva para los obispos radica en que ellos saben que aparejada a esta “colaboración pastoral” vienen ideas y actitudes que eventualmenteentrarán en contradicción con las directivas pastorales que el obispo local quisiera imprimirle a sus parroquias y obras. Es lo que ocurrió durante el auge de la Iglesia Popular a lo largo de los años 1965-70, la década del 70 y hasta mediados de los 80, con religiosos individuales y con entidades dependientes de la Iglesia que se alejaron de la jerarquía en materia de práctica aunque no en materia de doctrina.
Una de las entidades vinculadas a la Iglesia a la cual los obispos le tenían “el ojo echado” era el Centro de Planificación y Acción Ecuménica (CEPAE), fundado el 28 de octubre de 1970. Aunque este centro ha evolucionado al punto de definirse actualmente como “una institución ecuménica, de educación popular dirigida al fortalecimiento de las organizaciones sociales, de la democracia, el desarrollo sostenible y la acción social independiente”, el legendario local de CEPAE en la calle Elvira de Mendoza 253, de la Ciudad Universitaria en Santo Domingo, fue por mucho tiempo cuartel general de los sectores más radicales que estuvieron activos dentro de la Iglesia.
Su hora le llegó a CEPAE el 6 de febrero de 1981 cuando, mediante una escueta nota de cuatro párrafos la comisión permanente de la Conferencia del Episcopado Dominicano daba por inexistente cualquier vínculo oficial de aquella entidad con la alta jerarquía eclesiástica. Dijeron los obispos en esa fecha “De parroquias, Comunidades de Base, Movimientos Apostólicos y personas están llegando, de un tiempo para acá, serias quejas y cuestionamientos sobre diversas actividades de CEPAE (Centro de Planificación y Acción Ecuménica) en la suposición de que la Iglesia Católica en la República Dominicana forma parte de tal Institución.
Queremos dejar muy claro que desde hace tiempo la Iglesia Católica, en virtud precisamente de tales actividades, se ha desvinculado totalmente de dicha Institución.La Conferencia del Episcopado Dominicano no ha hecho nombramiento oficial de representante alguno suyo ante ella y comunica que los individuos católicos que trabajen tal vez en ella, lo hacen por iniciativa propia sin ostentar ni poder ostentar representación alguna oficial de la Iglesia.Más aún. La Conferencia del Episcopado Dominicano quiere dejar muy claro también que cualquier presencia de individuos que se profesen católicos, en las actividades de CEPAE no significa en modo alguno aprobación o aceptación suya de tales actividades”.[i]
Cinco meses después, una nota de la comisión permanente del 16 de septiembre de 1981sobre el caso de la hermana Maureen Larkin le da todas las vueltas posibles para evitar cualquier sospecha de colusión entre el obispado de Santiago y las autoridades en la deportación de esta monja estadounidense que trabajaba con el Centro de Promoción Humana Integral. Morín había sido detenida en Santiago el 12 de agosto anterior y deportada sumariamente dos días después.
Si a CEPAE las autoridades eclesiásticas le tenían un “ojo echado”, a este centro le tenían los dos ojos. Porque el CPHI era una entidad abiertamente revolucionaria, que trabajaba directamente con lo que en aquel entonces se denominaba “sectores marginados”, o sea, el bloque social integrado por los jodidos de toda clase. En la nota de los obispos citada los párrafos van numerados, tras una introducción justificativa “La Comisión Permanente de la Conferencia del Episcopado Dominicano, después de un intercambio con Representantes del Gobierno sobre el caso de la Hermana Maureen Larkin, después de algunas investigaciones necesarias posteriormente realizadas, y en ocasión de algunos pronunciamientos”, dice el párrafo número 1 “Es misión irrevocable y propia de la Iglesia el trabajo pastoral con todos pero especialmente con los pobres”. O sea, Morín estaba cumpliendo su deber como religiosa. Y, en el párrafo 2, queda reforzado el concepto: “Este trabajo pastoral incluye la promoción humana, ya que la preocupación por la justicia es parte integral de la Evangelización”, que era lo que realizaba Morín.
La justificación a lo que hizo el Gobierno se devela en el párrafo 5, con su preámbulo en el 4: “El Gobierno Dominicano, al mismo tiempo que nos ha confirmado su mejor disposición de mantener armónicas y constructivas relaciones con la Iglesia en bien de todos, nos ha informado que está consciente 'de que en el desarrollo de la pastoral de la promoción humana pueden presentarse situaciones conflictivas que deben ser esclarecidas siempre con un diálogo franco a través de canales serios y responsables”.
Dice el 5: “No entra en discusión que es deber y obligación del Gobierno velar, a través de los Organismos establecidos, por el buen orden de la nación, hacer cumplir todas sus leyes y defender la soberaníay autonomía nacional”. Refrendado en el párrafo 6 “En el caso de la Hermana Maureen Larkin los Representantes del Gobierno admitieron que debió haber mediado el diálogo y haber sido otro el procedimiento. Es de lamentar que los últimos acontecimientos en relación con ella coincidieran con el justo reclamo y apoyo a las necesidades de un barrio de Santiago, cosas que la Iglesia local tiene siempre muy en cuenta”.
Al CPHI se le depara lo suyo de paso, en el párrafo 7 del documento: “Respecto al Centro de Promoción Humana Integral de Santiago, en el que trabajaba la Hermana Maureen Larkin, queremos aclarar que, según ellos mismos proclaman, es "ACONFESIONAL" no teniendo, por lo tanto, con él vinculación alguna la Diócesis de Santiago. Si algún católico colabora en él, lo hace exclusivamente a título personal y las responsabilidades que asuma en él son responsabilidad solamente suya”.
Los párrafos restantes no tienen desperdicio: “8.- Apoyamos y apoyaremos agradecidos a los sacerdotes, religiosos y religiosas de otros países que generosamente vienen a trabajar con nosotros, recomendados por los Superiores y aceptados por los Obispos, siempre dentro de las directrices de la Pastoral de Conjunto de la Iglesia Dominicana.
9.- Quede constancia de nuevo de nuestra permanente disposición de servir al pueblo dominicano, que son en su mayoría nuestros fieles, en armonía con las Autoridades del Estado pero dentro siempre de un marco de justicia y legalidad.
10.- La Conferencia del Episcopado Dominicano estudiará próximamente a fondo todo lo relativo a este complejo tema, sin centrarse en un caso particular, y a su tiempo hará públicas sus conclusiones”.[ii]
Lo que nunca se llegó a saber fue si los obispos estaban o no de acuerdo con que se deportara a la hermana Morín, misionera de la Orden de SantaMarta.
En CEPAE estuve muchas veces ya que, como dije, era nuestro cuartel general. Durante mis años en La Vega, participé en muchas actividades del Centro de Promoción Humana Integral. Recuerdo a Lourdes Bueno, Mukien Adriana Sang Ben, Esperanza Sánchez, Argelia Estévez, Rafael Tavárez, entre otros integrantes de aquel esfuerzo colectivo cuya desvinculación por parte de la Iglesia estuvo, paradójicamente, en vincularse con los pobres.