Para la educación remota a distancia se recomendó a los profesores incorporar a las clases contenidos que fueran interesantes y amenos para el desarrollo del programa de las asignaturas. Dicho y hecho. A mis estudiantes de Fundamentos de Economía les ambienté el mercantilismo y el socialismo, dos tumores malignos que impiden y destrozan el desarrollo de los individuos, con un divertido episodio de las historias de Astérix y la extraordinaria novela corta de George Orwell.
La mina de oro se imputa legítima e inagotable de las finanzas públicas, cautiva a un joven graduado en negocios a presentar la solución del “Problema Galo” a Julio César. El Emperador vivía abrumado por las continuas humillaciones de las legiones romanas ante una milicia de pueblerinos. La última que llegó con todos los bríos a sustituir a soldados que no ponían un pie fuera del campamento, tuvo la mala suerte de coincidir con el cumpleaños del gigante Obelix. El gordo brutal que se entretiene tallando menhires, los hizo pedazos y llorando de emoción agradeció que sus amigos le dejaran a él solito romper como piñata a los invasores.
Ante la imposibilidad de victoria militar, la alternativa era entretenerlos en una intensa actividad económica artificial subsidiada por las arcas del Imperio. Ganar dinero fácil bajaría del primer lugar en el rango de preferencias esa de estar sonando como diversión a los soldados de Roma. El truco fue comprar a Obelix menhires, contarle que en Roma estaba de moda esa rústica escultura en roca y que todos querían comprar una.
Cada entrega se fue recibiendo a precios más altos y con solicitud de traer más menhires por la gran demanda. Obelix aumentó la producción contratando a los cazadores de jabalíes, pero un empuje definitivo a la producción se logra con la entrada de la mitad de los galos al negocio. Gracias a la poción mágica ahora disponible para usos pacíficos, Obelix dejó de ser suplidor exclusivo y vio surgir competidores que querían recibir también los beneficios de la falsa “fiebre o burbuja de los menhires”.
Bien por los meses de paz que dejaron de mortificar a Julio César al convertirse un ignominioso campo de batalla en una terma para disfrutar baños relajantes al aire libre. El problema ahora era el drenaje de fondos públicos para adquirir un corte de cantera sin otro uso alguno imaginable. Cuando es cuestionado por el Emperador, el joven estratega financiero le presenta la segunda parte del plan: provocar una demanda real por los menhires. Le explicaron en las prestigiosas universidades de negocios que asistió como es posible influenciar a las personas para que algo inútil lo percibieran como un bien que estarían dispuestos a comprar. ¿Recuerdan la película The Joneses con Demi Moore?
La campaña funciona, las enormes existencias de menhires se colocan a precios de mercado, las arcas del César empiezan a llenarse de nuevo y los galos continúan siendo el suplidor exclusivo para el Imperio. Cuando todo parecía un final feliz, aparecen entonces emprendedores romanos que quieren participar en la actividad poniendo trabas a la importación de menhires galos y, en consecuencia, al costo de una paz que estaba a punto de recuperar la enorme inversión de oro del Palacio.
El representante de los industriales que buscan se imponga la política “Compra Menhires Hechos en Roma”, explica al emperador que hay suficientes canteras, mano de obra y artistas para satisfacer la demanda local, que las entradas a la ciudad están tomadas por los nacionalistas y no van a dejar pasar los que provienen de las empresas foráneas Obelix, Monosilabix, Radiotelegrafix, CocidoMadrilenix y otras más. Triunfa la posición mercantilista, los fondos públicos ya no se pueden desviar a subsidiar producción bienes extranjeros que no encontrarán venta y a los galos hay que darles la mala noticia que pasó la fiebre por sus menhires. En unos tiempos donde era normal matar al mensajero, el milenial planificador busca traspasar esa responsabilidad al jefe militar. Este le dice primero muerto, pero no se salva de los palos, porque la historia termina en lo que hubiese explicado Frédéric Bastiat: “Si los menhires galos no cruzan las fronteras, entrarán de nuevo los milicianos a destruir el fuerte de los romanos.”