Al presidente Obama le recordará la historia más porque sus tropas mataron a Osama Bien Laden, declarado enemigo número uno de Estados Unidos, que por haber obtenido en octubre del 2009 el premio Nóbel de la Paz por sus "sus esfuerzos por la diplomacia", su novedosa "visión de un mundo libre de armas nucleares" y por el "nuevo clima" mundial. Quiéralo o no, Obama quedará inseparablemente asociado a Osama.
Sueño con que llegue el día en que nadie encuentre motivos para alegrarse por la muerte de un ser humano. El Dios en el que creo es el Dios de la vida. Por ello, no puedo evitar en estos días que mi mente desempolve la súplica aquella que Caín hizo a Dios tras quedar condenado a llevar una vida errante por el mundo después de haber matado a su hermano Abel. "Hoy me has echado fuera de esta tierra, dice el asesino, y tendré que vagar por el mundo lejos de tu presencia, sin poder descansar jamás. Y así, cualquiera que me encuentre me matará" (Gn 4,14). Dios le responde: "Pues si alguien te mata, será castigado siete veces".
No sé si por pensar lo que pienso se me puede considerar un demócrata trasnochado y poco realista, pero me parecen más acordes con la democracia los juicios que los asesinatos de Estado. Alguien puede decir que Bin La den no podía esperar que con él se tuvieran las deferencias que su organización terrorista no tuvo con las víctimas inocentes de las Torres Gemelas.
Puede que Bin Laden no, pero creo que el mundo y la causa de la paz se merecían esa deferencia. No se trata de ser indulgentes, ni blandos ante la perversidad del terrorismo. Detestable es la violencia en cualquiera de sus formas. Por ello detestable es el terrorismo y organizaciones como Al Qaeda que lo promueven para la obtención de sus propios intereses. El infierno debe existir aunque solo sea para albergar a asesinos que matan o mandan matar a inocentes.
Preguntado días atrás Mario Vargas Llosa sobre la noticia de la matanza de Bin Laden, el último premio Nóbel de las letras dijo que también a él le hubiera gustado que el padre e inventor de la organización terrorista fuera juzgado por los crímenes de su pandilla de asesinos cometidos aquel 11 de septiembre de hace ahora diez años.
Tengo claro que el bien no justifica los medios que se utilizan para alcanzarlo. No todo vale, ni para la causa que parezca más sagrada. Que en determinados casos y situaciones se actúe el margen de la justicia y de los procedimientos que esta determina muestra la precariedad del sistema de derecho en el que se sustentan nuestras sociedades. No podemos resignarnos a pensar que la justicia no es confiable para determinadas circunstancias. Debe serlo y nada, absolutamente nada, debe quedar fuera de ella.
Visto lo visto, está claro que la Ley del Talión sigue vigente. No quedó enterrada en la tumba del rey Hammurabi, ni tampoco la ha desplazado el principio cristiano de amar a los enemigos.
En todo caso, espero que Dios se haya arrepentido de aquella promesa hecha a Caín y no castigue siete veces a quienes acabaron con la vida de Bin Laden en esa aldea paquistaní.