Las celebraciones de un aniversario más de la fundación de la ciudad de Santo Domingo, encuentran a la Primada de America  imbuida en un proceso de remozamiento de su estructura interna como parte de un proyecto de reforma integral de sus calles y espacios públicos, diseñado por el Ministerio de Turismo, la Alcaldía del Distrito Nacional, la Oficina de Patrimonio Monumental y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), a través del Programa de Fomento al Turismo, Ciudad Colonial-Santo Domingo (PFTCCSD).

Un año después de iniciados los trabajos en obra, la ciudadanía espera con ansiedad la conclusión de los mismos de manera que se pueda poner fin a las incomodidades que acompañan este tipo de intervenciones y al mismo tiempo disfrutar de las bondades de este oasis en medio del desierto de la urbanización capitalina.

El crecimiento acelerado del Santo Domingo de hoy en día, aquel llamado el “grande”, tanto en población como en extensión territorial está acompañado de un proceso urbanizador que no se ha detenido durante los últimos cincuenta años. Durante este periodo la superficie del territorio ocupado se ha incrementado exponencialmente y con ello se han multiplicado las viviendas, los edificios comerciales, las infraestructuras de servicio, los niveles de contaminación, la inseguridad, el nivel de ruidos y la cantidad de unidades vehiculares, convirtiendo el Gran Santo Domingo en un territorio agobiante con pocas opciones para escapar de esta saturación a lo interno del mismo territorio metropolitano.

Sin embargo dentro de la estresante ciudad contemporánea, aun existe un kilometro cuadrado configurado para que el mismo sea preservado como un refugio dentro de esta jungla urbana… la ciudad de Ovando; en tal sentido es preciso  implementar al interior de la misma un conjunto de iniciativas que garanticen su sostenibilidad, con el fin de proteger su esencia ante el avasallante proceso urbanizador que lidera la capital de la nación.

Cuatro ejes temáticos pueden cimentar la sostenibilidad de la Primada de America y preservarla como reserva urbanística de la urbe capitalina. El eje de movilidad, priorizando la libre circulación de los peatones y limitando los desplazamientos motorizados, introduciendo un circuito de autobuses verdes (libre de contaminación) y construyendo infraestructura para estacionamientos en la periferia de la zona colonial, con el fin de convertir la misma en una zona libre de transito. El eje de espacio público, integrando en múltiples circuitos la posibilidad de resaltar la variedad de ofertas que brinda la ciudad intramuros, articulando los monumentos, centros religiosos, plazoletas, parques, su gastronomía, su gente, sus calles y aceras al ocio y esparcimiento de los turistas y lugareños. El eje habitacional que oferte incentivos para sostener un mercado de viviendas que permita detener el proceso de emigración por el cual atraviesa la zona en cuestión y finalmente el eje comercial que oriente toda la oferta de negocios hacia una economía verde con la capacidad de generar puestos formales de trabajo, haciendo de la zona colonial un oasis en el desierto de la informalidad.