A finales del precario periodo de «La España boba», la oligarquía de la ciudad de Santo Domingo aterrada ante la inminente pérdida de sus grandes inversiones en esclavos, buscando frenar la avalancha abolicionista que se inició el 8 de noviembre de 1822 en los pueblos fronterizos del Norte, recurrió a proclamar una “seudo independencia” frente a España. Como ellos admitían, esta potencia en decadencia estaba imposibilitada de defenderlos ante la poblada que avanzaba de modo arrollador desde el Cibao.

En toda la colonia no se contaba con tropas españolas. En la Capital estaba asignado un batallón de criollos pardos y morenos, de quienes las autoridades sospechaban sus simpatías con los rebeldes del Norte. No obstante, los señores oligarcas se lanzaron a una desesperada maniobra logrando sonsacar en principio al batallón de referencia, anunciando la creación de una República imaginariamente “adscrita” a la Gran Colombia.

Este invento fue el mejor argumento que le aportaron al inminente ocupante haitiano, quienes utilizaron este pretexto para mantener sumisa a la población de color, creando el fantasma político que si eran echados de la parte del Este o dominicana vendría la Colombia y con ella la esclavitud. Desde un primer momento los nuevos mandantes exógenos estimaron  conveniente esta era su principal arma ideopolítica.

Ciertamente el ardid de la Colombia prefabricado por Núñez de Cáceres y compartes, fue el sustento ideopolítico de Boyer y su camarilla represiva para mantener la fidelidad de los negros criollos a su desgobierno por más de dos décadas. El régimen haitiano aunque debió enfrentar una débil primera conspiración proespañola, conocida como la «Revolución de Los Alcarrizos», estimó que su mejor recurso político no era levantar el fantasma del supuesto retorno a la esclavitud vinculando a España, sino a Colombia. Captaron que ese temor provocó mayor impacto entre los negros y mulatos criollos.

Ya para 1842 cuando la tiranía de Boyer se hacía insoportable, sus seguidores no vacilaron en ubicar como “colombianos”, a cualquier ciudadano que osara expresar criticar al Gobierno. Manuel María Valencia, quien fue diputado criollo al parlamento haitiano, en su opúsculo La verdad y nada más,  apuntó sobre el particular:

“Cuando las columnas  de la tiranía vieron que se acercaba el momento de la lucha, excogitaron varios medios de producir una contrarrevolución, y como las preocupaciones de color presentaban una brecha en el muro revolucionario, trataron de introducirse por ella, persuadiendo a los negros de que el objeto de la REFORMA era esclavizarlos…. esos mismos predicadores de la esclavitud fueron los que en abril de 1842 forjaron pasquines en el pacífico pueblo de Baní, suponiendo una facción colombiana; y para darle un aire de verosimilitud se estableció una comisión ante la cual comparecieron todos los señalados por colombianos etc.”.

El historiador nacional José Gabriel García, anotó que en realidad quienes estaban haciendo propaganda independentista en Baní fueron Pedro Alejandrino Pina y Pedro Valverde y Lara, acusados de colombianos tuvieron que huir de esa localidad.

Los afanes por superar la tiranía siguieron adelante, pese a la represión. Duarte decide aliarse a haitianos liberales encabezados por el intelectual Hérard Dusmele, que pretendían derrocar a Boyer. Se trataba de la conspiración de La Reforma, que estalló en Haití a finales de enero de 1843. Dominicanos y haitianos comprometidos se lanzaron a las calles a solidarizarse con la insurrección, mientras avanzaban en una marcha por la calle Del Conde, un infiltrado del Gobierno trató de confundir a Duarte y los demás manifestantes. Rosa Duarte en su Apuntes,  nos dice:

[…] Uno de los traidores al verlo (iba a caballo) le tendió la mano gritándole: Viva Colombia!, palabra de muerte lanzada por un miserable envidioso de su popularidad; él entonces gritó: Viva la Reforma! A este tiempo los revolucionarios Coroneles Sánchez, Pina y Pérez de la Paz que venían también a caballo, al oírlo gritar : Viva la Reforma!, comprendieron su engaño y uniendo sus voces a la de él lograron acallar los vivas a la Independencia”.

Se debe resaltar que Rosa Duarte consignaba el vocablo Colombia  como «palabra de muerte», lo que nos refleja lo muy difundido que estaba esa propaganda de temor en la población de color. Duarte comprendió que ese infiltrado intentaba imponer el estribillo de una supuesta independencia colombiana, con el objetivo real que negros y mulatos abandonaran el movimiento, reaccionó rápidamente y lanzó la consigna de “viva la Reforma”, la pertinente en esa coyuntura.

Tras el triunfo de la revolución de La Reforma, en Haití pasó a ocupar la presidencia el general Charles Hérard, quien no entendió el difícil momento que atravesaba la dominación autoritaria haitiana en Santo Domingo. Hérard Dusmele su primo e ideólogo de La Reforma con fama de liberal, olvidó esos principios políticos y en lo más mínimo trató de buscar fórmulas de avenencias.

En el importante material histórico conocido como «Sucesos políticos de 1838-1845», que se atribuye a Eusebio Puello, publicado por Emilio Rodríguez Demorizi en Documentos para la historia de la R. D. en el tomo II, se apunta que tras el triunfo de La Reforma, existía una unidad coyuntural entre haitianos y dominicanos reformistas:

[…] la mayor parte de los haitianos, empezaron a sospechar y a propagar que los españoles querían volverse colombianos, y esto casi contribuyó a dividirse unos de otros no faltando entre los haitianos alguno de los españoles que hacían causa con ellos”.

El presidente Hérard enterado de los movimientos conspirativos, decidió trasladarse con tropas a territorio dominicano a aplastar manu militari a los potenciales rebeldes. Hérard escribió un informe de su redada en la parte del Este, para supuestamente desarticular la conspiración procolombia. Manifestó que en Santiago:

[….] cuán grande fue mi dolor al ver al pueblo reunirse de nuevo, y esta vez en mi propia casa para denunciarme al ciudadano Rafael Servando Rodríguez. Le acusaban de haber hecho venir del Puerto Republicano un baúl lleno de charreteras y de tricornios, para uniformar con ellos a los jefes de un partido de colombianos, formado por un tal comandante Castillo, que había huido al extranjero por vía de Santo Domingo, la víspera de mi llegada a Santiago”.

El pueblo que refería Hérard eran sus acólitos, Pablo Paz Castillo, era un antiguo militar comprometido con los conspiradores proespañoles. Hérard continuó recorriendo pueblos en busca de “conspiradores colombianos”. Anotó que en San Francisco de Macorís, ordenó apresar al sacerdote Salvador de Peña, alegando: “Me fue denunciado el cura como jefe del partido colombiano de ese pueblo”. Imputo al sacerdote de Cotuí ser cómplice de su colega Salvador de Peña.  Con sus tropas se trasladó a la ciudad de Santo Domingo en el mes de julio, un pelotón del ejército haitiano fue colocado frente a la casa de Duarte en la calle Isabel la Católica. Rosa Duarte destacó para la historia:

“Los enemigos ideando infamias para ver coger a Duarte mandaron dos oficiales del Batallón que estaba alojado frente a su casa a proponer a sus hermanas que bordaran una bandera con las armas de Colombia diciendo que habían cogido dos pabellones colombianos en Santiago y se había perdido uno, y querían llevar dos a Puerto Príncipe. El padre de Duarte contestó que sus hijas no sabían bordar; los oficiales querían dejar la bandera de muestra, pero como su padre no quería recibirla los oficiales se irritaron; al alboroto se reunió gente del pueblo alborotado también. El Comandante del Batallón (con quien amenazaban los oficiales) llegó en ese momento y los hizo salir amenazándolos con dar parte a Riviere. El objeto de querer  los enemigos de la patria poner en poder de su familia una bandera colombiana era que la atropellaran para que él saliera y formar de esa bandera el cuerpo del delito que se le imputaba: unir a Santo Domingo a Colombia. Colombia no existía, pero Rivier aceptaba esa patraña porque favorecía sus intereses”.

Pretendían dejar la bandera para luego realizar un allanamiento en la casa, encontrar la enseña de referencia e imputar a Duarte la jefatura del supuesto “bando colombiano”. Como muy bien señalaba Rosa Duarte, ya para esa época la Gran Colombia no existía, después de la muerte de Bolívar en 1830, se fragmentó y dio paso a  diferentes países. Eso lo sabía Hérard, pero le interesaba seguir difundiendo el fantasma de la Colombia y la esclavitud.

En enero de 1844, cuando ya era inminente el estallido revolucionario, se lanzó el Manifiesto para la fundación de la República, entre las acusaciones contra los gobernantes haitianos, se mencionaba la represiva presencia de Hérard en el territorio dominicano:

“A pretexto de que en esta se pensaba en una separación de territorio, por Colombia, llenó los calabozos de Puerto Príncipe de los más ardientes dominicanos, en cuyos pechos reinaba el amor a la patria, sin otras aspiraciones que las de mejorar de suerte y que se nos igualase en derechos y respetasen nuestras personas y propiedades; otros, padres de familia, tuvieron que expatriarse para librarse de las persecuciones que se les  hacían”.

Triunfante el movimiento del 27 de Febrero, en ningún momento fue invocada la llamada “Independencia” de Núñez de Cáceres, se conocía muy bien era el arma ideopolítica  que había servido para dividir la sociedad dominicana desde el ámbito racial. Duarte con su política de unidad de las razas había logrado salvar este fastidioso argumento de la Colombia, tomado de Núñez de Cáceres por los haitianos para mantener divididos racialmente a los criollos.

Precisamente, tras la salida de los haitianos en 1844, Duarte debió librar otra gran jornada contra los afrancesados, evitando que la península de Samaná fuera cedida a los franceses, proyecto que terminaría con una anexión. Aunque desde el punto de vista militar Duarte y sus compañeros no resultaron gananciosos, lograron imponer el concepto de no intervención. Santana y su principal cómplice el cónsul francés Saint Denys sin argumentos para acusar a Duarte y sus compañeros, a sabiendas que el pueblo no solo rechazaba a Francia y España, se inventaron que Duarte servía a los supuestos intereses de Colombia, como lo expuso Santana en un manifiesto el 28 de julio:

“Si conciudadanos, yo faltaría al deber sagrado que me impone el distinguido puesto con que me habéis honrado si os ocultase por más tiempo la existencia del culpable proyecto elaborado muy de antemano por el General Duarte y sus partidarios; tendente a sustituir en nuestro país al pabellón dominicano, la bandera de Colombia. […].

Saint Denys envió la proclama de Santana a su Cancillería. No obstante, para no desalentar el proyecto francés, indicaba que ya Duarte no era procolombia, sino afrancesado:

[…] Todo es exacto, excepto el proyecto que se le atribuye de querer enarbolar  la bandera colombiana. Este proyecto, cierto hace algunos meses, fue abandonado por Duarte. Tengo la certeza y la prueba en las manos, después del golpe de estado del 9 de junio último que al colocarse a la cabeza de la Junta Dominicana lo hizo desear vivamente el protectorado francés en la cual su posición le hubiese permito más beneficios que cualquier otro.

Como a Saint Denys no le convenía que antes sus jefes apareciera otro país interesado en intervenir, descartó la mentira de “colombiano” que había asumido junto a Santana.

El 24 de agosto se expidió la orden de expulsión de Duarte y sus compañeros, se les imputaba que perseguían sustituir el pabellón de la cruz dominicana por: […] otro de los de la República de Colombia; proyectos que inspiraban una subversión general en el orden establecido y en los principios, y que usurpaban y atacaban los derechos y la soberanía de los pueblos”.

Harrisson Thompson, cónsul inglés en Puerto Príncipe, percatado de la acusación, el 21 de septiembre informaba a su Cancillería sobre la supuesta conspiración colombiana en la nueva República:

[…] La  mayor parte de sus oficiales, entre los que figuraban algunos aventureros de Colombia, han sido reducidos a prisión”.

“El General Santana en su proclama acusa a Duarte de querer substituir el pabellón de la República por el pabellón colombiano y de que trataba de introducir nuevamente la esclavitud”.

Santana y su cómplice el cónsul francés Saint Denys difundieron en todos los ámbitos posibles el argumento mentiroso de “colombiano”, para tratar de descalificar a Duarte ante el pueblo. Definitivamente José Núñez de Cáceres con su artificio “colombiano” le brindó en bandeja de plata una tesis a los haitianos para mantener la sociedad dominicana por veintidós años dividida entre negros, mulatos y blancos. En realidad, asistimos al bicentenario de una estratagema oligárquica, que solo sirvió para retrasar la fundación de la República Dominicana.