Inicialmente escribiría una descarga de ira como despedida al 2015, solo por el hecho de haberlo superado. Sin embargo, por experiencias vividas en los últimos días, he decidido realizar un cambio de perspectiva. Ahora voy a despedirlo alegremente y también, lo despido instaurando una fiesta, la cual pretendo dure todo el año. Le doy la bienvenida con bombos y platillos al 2016 a la vez que despido con humildad a su hermano menor.

Hoy decido celebrar la vida, los tiempos que el destino pone en nuestros caminos. Celebro los meses de lucha (que nos preparan para aguantarlo todo) y también esos meses en que vemos la luz al final de túnel. Básicamente y queriendo sembrar un virus que se propague en todos aquellos que me acompañen con su amable lectura, deseo decir, que lo mejor (aunque lleguemos al final de la jornada embarrados del lodo  de los problemas) es estar vivos, amanecer y sentirnos en capacidad de tirar la pelea.

A mis hermanos de nacionalidad, les deseo que seamos capaces de trabajar un poco cada día en nuestra autoeducación, esa educación básica que nos ayudará a convivir de mejor forma. Que aprendamos a brindar una sonrisa a los que crucen nuestro camino, que aprendamos a leer las señales de tránsito y  las respetemos. Tratemos de mejorar nuestro entorno (laboral, en el barrio, en la ciudad), yo me comprometo a poner mi granito de arena. No hablaré de política ni del año de elecciones, pues, esta es una felicitación de año nuevo, donde cada dominicano recibirá mi buen deseo independientemente de cualquier tema preocupante o no.

Fíjense, en cualquier segundo y sin darnos cuenta la vida se puede apagar, y es sencillamente por eso que he decidido ser feliz dentro de los límites que me han correspondido. Espero y deseo que ustedes también puedan trabajar cada día en esa felicidad que pudiera inundar sus vidas.

Les abrazo desde el centro de mi corazón.

¡Feliz 2016!