Hay libros viejos y hay libros nuevos, pero hoy es difícil establecer donde está la línea temporal que determina que un libro es viejo. Ahora un libro se declara pretérito en pocos años. Todo se mide por la obsolescencia tecnológica. Tres años dicen que es el periodo que hace un dispositivo tecnológico obsoleto. Así mismo, los libros.  Se declara la defunción de un libro en periodo breve, no porque las ideas cambian, sino por hecho de que el aparato que lo contiene deja de ser útil por obsolescencia programada.

Hoy se leen los escritos breves, todas las ideas se deben explicar en media página. De tal modo, que todos los libros extensos asustan y por lo tanto se declaran inexistentes. No se leen las novelas de Dostoievski, Hugo, Tolstoi o Dickens porque son libros grandes y además de ser grandes, viejos. Nuestra capacitada de leer se atrofia después de 280 caracteres y los que leen más son seres cuya visión es más amplia y pueden llegar a la lectura de uno o dos párrafos en la más habitada de las redes sociales.

Del mismo modo que los libros, son viejas las películas, pero son distintas cuando se rehacen con el mismo tema y en el presente es mejor Vin Diesel que Fellini o Antonioni, e igual sucede con los monumentos, pero estos últimos tienen la ventaja de que se convierten en nuevo con sólo cambiarles los nombres. Una pirámide reinaugurada puede ser actual y moderna en el inicio de una nueva era de progreso, donde todas las cosas iguales son diferentes porque se les ponen nombres distintos con varias líneas de luces led y un holograma que describe de nuevo la historia. Las eras se inician cada tres años con el nuevo smartphone o la nueva tableta que solo guarda imagines de la historia recogidas en los selfis y todo lo anterior se declara viejo.

De este modo cuando la historia del hombre se inicia en uno de esos ciclos, donde todo empieza con lo reciente, se ignora entonces que en el mundo hubo un Hitler que puede repetirse no como caricatura, sino como un hombre real que representó una época de destrucción.  También podemos olvidar que hubo una cárcel de la calle 40 de Cristo Rey, hasta que fue destruida, y que la iglesia que está en el lugar donde antes estuvo no existía antes el bing bang y de la muerte de Trujillo, sino que fue parte del inicio de una nueva era de libertad y democracia cuando igual les cambiaron los nombres a todas las cosas y se destruyeron las estatuas del Benefactor.

Como todo es nuevo, pocos saben que debajo de la iglesia, que sustituyó la cárcel que hoy nadie sabe que existió, hay tierra que da testimonio de cadáveres arrastrados después de las secciones de torturas y que se pueden escuchar gritos de hombres y mujeres con sólo poner el oído en el suelo debajo de los bancos. Si alguien lee libros viejos puede encontrar sus nombres y puede ver algunos en las calles juntos a los nombres de los asesinos, sin hacerse ilusiones, porque hay más nombres en las vías de los últimos que de los primeros.

En este nuevo ciclo sin recordar muchas cosas de periodos pasados entramos en el tema de la permanencia en el poder. La historia no se reescribe, sino que se repite, y nadie sabe si es como como farsa, pero si las cosas se ponen viejas después de tres años, los libros no se pueden leer ni se pueden ver las películas viejas todo lo real se cubre con las imágenes recientes y en ausencia de las historias viejas como no sabemos para donde vamos podemos coger cualquier rumbo en caminos que no recordamos.