La curaduría, así como, la crítica interna constituyen un fenómeno reciente en la República Dominicana, si entendemos que los nuevos parámetros del arte dominicano (también latinoamericano y del Caribe), propician algunas visiones constructivas y deconstructivas que implican una conexión abierta, basada en nuevos territorios artísticos y nuevas investigaciones temáticas y contextuales del arte.

Es por eso que, en la República Dominicana, al igual que en todo el Caribe y Latinoamérica, la práctica curatorial registra los vínculos y significados de una obra de autor y con ella de un proceso contextual que conduce a la doxa crítica marcada por su propio universo-lenguaje, sus estrategias, fuerzas inmanentes o trascendentales que conforman ideologemas de la obra en contexto y en movimiento.

Cierta práctica curatorial, en la República Dominicana, se vincula a una determinada concepción de las artes visuales y a su vez presenta posibilidades de hacer legible una expo-individual o expo-colectiva, ambas caracterizadas por varios niveles y rangos de producción, significación,  selección, puesta en sentido y posicionamiento crítico.

El curador, en este proceso, es quien lleva a cabo la mirada del artista en un espacio museográfico e inteligible como coherencia expositiva. De ahí que el espacio expositivo y el espacio museográfico, ambos pensados por un curador integralista, se reconocen en un trabajo participante, pero constituido por el material artístico-visual, la relación entre un equipo expositivo, la concepción según la cual la práctica curatorial y la práctica crítica suponen y a la vez sugieren una dimensión multidisciplinaria que registra las huellas y las posibilidades de lenguaje, tanto del artista como del crítico-curador y del curador-crítico.

Esta dialéctica de producción e interpretación es la base misma del empleo y el manejo de estrategias, valores, planes de creación, tendencias y técnicas a veces de impresión y otras veces de implosión; todo lo cual incide en el planteamiento propio del espacio artístico justificado por una idea de trabajo y un marco de acción dirigido a complementar las artes visuales en contexto, espacio y movimiento de las ideas, teorías y estudios de las condiciones de posibilidad de la crítica y la curaduría en la era de la “glocalización”, y, por lo tanto de la globalización.

Toda esa experiencia motiva una praxis teórico-crítica, un lindero táctico y una base de ideas que supone un marco de trabajo ligado a la función política y poética de la  diversidad.

De esta suerte, la curaduría es una disciplina cultural y artística que constituye la base del ejercicio  crítico y la base de todo lo que es el campo estético-curatorial. Partiendo de los diversos ejes, huellas y formas de la cultura, la crítica y los diversos desarrollos estéticos de la intercomunicación facilitan el criterio vincular del curador, del artista y todo el equipo asesor implicado en la producción artística. Este proceso se impone mediante ciertas razones  de interpretación, producción y funcionamiento  del trabajo crítico y creacional.