La ciudad de nuestros sueños se desintegra con la realidad que nos golpea; tiempos difíciles nos han tocado vivir, echando al olvido las crónicas de nuestros predecesores, los cuales describían una ciudad pequeña, con la facilidad de llegar a cualquier punto de la misma a pie, en un ambiente de seguridad y sin el temor de que lleguemos a ser víctima de un atraco, una violación o un homicidio.
En la actualidad las principales ciudades dominicanas atraviesan por un proceso de transformación importante derivando en una modificación de los patrones urbanos que prevalecieron hace cuarenta años. El auge de la delincuencia multiplicado en los últimos años, refuerza la consolidación de estos nuevos patrones a nivel nacional. Como resultado se ha producido una "paranoia colectiva" la cual se apodera de la población dominicana, cambiando los modelos de relación inter-personal, diversión, consumo y habitabilidad a nivel urbano.
La fragilidad de las relaciones inter-personales en un mundo individualizado se evidencia cuando la desconfianza nos arrebata; en el momento en que un extraño se nos acerca, anticipamos barreras para protegernos ante posibles situaciones que se puedan presentar. Esta primera barrera es la base de nuestras actuaciones al trasformar la ciudad y las edificaciones en las cuales habitamos.
Al caer el sol las calles de nuestras ciudades lucen desiertas, ausentando toda manifestación de diversión de los espacios exteriores y recluyendo la ciudadanía a los hogares o establecimientos cerrados, a fin de protegerles ante la inseguridad del exterior.
A diferencia de tiempos atrás donde el espacio público predilecto lo constituía el parquecito del barrio, el frente de una vivienda o la esquina más cercana; hoy se ha desplazado este punto de encuentro a los centros comerciales tipo "malls" lo cuales reúnen una serie de negocios para el disfrute de sus visitantes y al mismo tiempo resguardan a la población de la delincuencia que recorre nuestras calles en búsqueda de una víctima con un "alcatel" o por lo menos cien pesos.
La situación de inseguridad también ha incidido en la preferencia de los dominicanos ante la adquisición de un nuevo hogar, apreciando las soluciones habitacionales colectivas por encima de las residencias unifamiliares; debido a los niveles de seguridad que los edificios o torres le proporcionan a sus residentes. Las soluciones habitacionales colectivas más recientes incluyen entre sus facilidades una serie de elementos que buscan satisfacer las necesidades de sus residentes sin tener que salir fuera del perímetro residencial; de esta forma los niños juegan, las amas de casa conversan, los jóvenes se divierten, los adultos se ejercitan y los mayores disfrutan de la vida sin exponerse a la incertidumbre de las calles. La realidad delimita el camino de nuestros centros urbanos; tanto los encargados de gestionar la ciudad como los actores de su transformación deben unir esfuerzos para propiciar los cambios necesarios para que la población continúe disfrutando de su tierra y de su gente sin exponerse a peligros innecesarios.
A pesar de estas transformaciones, la sociedad demanda soluciones definitivas ante esta clima de inseguridad, soluciones que devuelvan la ciudad a la gente; de no ser así llegaremos a un tiempo en el que no veremos más un "ama de casa" caminando hacia el colmado, ni a los niños correteando en los parques públicos, ni a los ancianos conversando en cualquier esquina; solo veremos a través de nuestras ventanas enrejadas calles desiertas, desoladas e inhumanas.