Como sabemos nuestro país ha logrado hasta el momento cuatro importantes patrimonios inmateriales: el Complejo Cultural de la Cofradía de los Congos del Espíritu Santo de la comunidad de Mata los Indios, Villa Mella (2002), El Teatro Popular Danzante de los Guloyas de San Pedro de Macorís (2005), El Merengue (2016) y la Bachata (2019).

Según esta primera Lista de patrimonio inmaterial reconocidos por la UNESCO, cumplirá próximamente 20 años, es decir dos décadas. Todos los estudiosos y conocedores del potencial cultural nuestro, sabemos que podemos seguir avanzando en estos reconocimientos por la diversidad y riqueza de nuestros valores culturales.

Requiere esta reflexión poner atención a un equipo de investigadores, a una voluntad estatal de seguir caminando hacia esos reconocimientos y de una sistematicidad en el estudio, inventario y prioridades que nos permitan participar como país cada dos años en estas declaratorias convocadas por UNESCO, sea como propuestas nacionales, regionales, mundiales o binacionales.

En este sentido, y siendo la nuestra una versatilidad cultural tan dinámica y prometedora, el país no debe conformarse con la Lista ya obtenida del patrimonio inmaterial, sino que debe seguir en la búsqueda de otras propuestas que ya tenga alguna base de investigación realizada, algún trabajo de campo, alguna condición o característica que la potencie como una candidatura incontrovertible, no solo para nosotros, los dominicanos, sino por igual, para un jurado exigente y con criterios evaluativos claros y para una comunidad de representantes diplomáticos internacionales que los impresione estas iniciativas locales.

Es obvio que el reconocimiento como patrimonio lo dan las comunidades y grupos portadores sobre los cuales erigimos las propuestas, no somos nosotros como investigadores, organismos oficiales del estado o tal o cual especialista que la escoge, ya las comunidades lo han hecho suyo como valor patrimonial y el equipo de investigación le da la forma y contenido que espera la UNESCO traducido dentro de sus referentes evaluativos.

El mestizaje y sincretismo de nuestra identidad debe ser el ángulo principal en esta valoración

Por lo tanto, quienes primero deben valorar y dar significación a sus prácticas culturales son las comunidades, no al revés. Es posible, lógicamente, que este valor cultural que tiene para ellos una presencia en su cotidianidad no haya sido aquilatado como tal por los comunitarios y lo vean como parte de sus expresiones culturales comunes y tradicionales.

En esos casos anteriormente expuestos, es cuando entra a jugar un papel importante el equipo de investigación que da forma y traduce el sentimiento de apego y valorativo de lo que las comunidades hacen, de su significación para ellos y como elemento fundamental de estos grupos y que se apoya en la reproducción del grupo, la fortaleza identitaria y la recuperación de su memoria social. Estos componentes son complementos abstractos, y se obtiene de la investigación sistemática de campo y de gabinete, con técnicas actualizadas de investigación y tenido como primer protagonista, a quienes son los responsables de la tradición estudiada: los comunitarios y sus portadores responsables, todo ello traducido en un patrimonio local, regional o nacional, a veces con dimensión internacional o binacional.

Los investigadores, estudiosos y especialistas no hacen más que traducir en lenguaje técnico, riguroso, detallado y acucioso de la UNESCO y su equipo evaluativo, los pormenores puntuales exigidos por los expertos internacionales. Pienso que una de las tareas inmediatas de un equipo designado para tales fines, sería revisar  lo ya hecho, ampliar la lista o el inventario existente, definir prioridades y establecer mecanismos de depuración o el estado de situación de cada una de esas propuesta inventariadas en esta lista para enriquecerla y definir un orden de presentación para evitar la atomización en la selección nacional e inclinarse por aquellas que faciliten su nominación, con agilidad y prontitud en lo que se profundizan aquellas que requieren mayor complejidad de estudio. Al mismo tiempo que, desde el Congreso y las Salas capitulares de las Alcaldías, se pueden iniciar procesos de reconocimientos y declaratorias nacionales y locales de nuestros patrimonios nacionales, municipales o regionales internos, una cosa no contraviene la otra.

En tal sentido, podemos igualmente establecer clasificaciones por tipo y género de estas manifestaciones culturales: socio religiosas, musicales, danzarías, arte popular, culinarias y de la tradición oral. Esta selección nos permitiría ser lo más diverso en la presentación de las propuestas y una muestra de la variedad de expresiones de nuestro acervo cultural.

También me parece oportuno que esta selección sea lo más democrática en lo territorial y que sea una muestra de la complejidad cultural dominicana y que no privilegie una u otra manifestación. El mestizaje y sincretismo de nuestra identidad debe ser el ángulo principal en esta valoración y por supuesto, aquellas tradiciones de gran significación, arraigo y reconocimiento popular que nos identifican y nos dan particularidad como sociedad.

En tal sentido, estamos ante un reto institucional como país y del sector cultural para seguir ampliando la Lista de nuestros patrimonios inmateriales, aquellos que expresan el interior, la inmaterialidad del ser dominicano, su imaginario, que se expresa de forma visual, auditiva, sensorial, emocional, y cuya materialidad es la manera en que se traduce lo interiormente sentido, de ahí su valor como patrimonio inmaterial.

Los pueblos tienen en lo inmaterial, otra manera de contrarrestar su existencia vivencial y cotidiana que expresa a vez lo espiritual, como muestra de esa complejidad de la naturaleza humana. Además de estos patrimonios, la UNESCO suma a la Lista, los patrimonios históricos y materiales, los naturales, los de la memoria y los patrimonios vivientes, cada uno con sus propias particularidades y dimensión existencial y de importancia para la reproducción de los grupos humanos.

Finalmente, y que no podía concluir este escrito corto sobre el patrimonio inmaterial, sin dejar de mencionar, responsabilidades derivadas de los reconocimientos de la UNESCO a estos patrimonios sometidos por los países como Lista, pues una vez declarados, y como parte de su propuesta integral, está la responsabilidad de los organismos estatales y los comunitarios en conocer para valorar, valorar para proteger y proteger para salvaguardar, sin esos ejes articulados no tiene valor celebrar estos reconocimientos y distinciones internacionales de nuestras manifestaciones culturales. Ello implica acciones gubernamentales para legislar sobre los patrimonios, su protección y puesta en valorar para el disfrute de los públicos; con planes de regulación y uso, de estos distinguidos reconocimientos y la conservación, animación, protección y regulación de su plan de gestión. Por tanto, no solo es celebrar su declaración, sino ejecutar un plan de conservación, gestión del espacio cultural declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO, que garantice su sostenibilidad.