A pesar del tiempo transcurrido y la consolidación de las etapas de transición hacia la globalización habidos en las últimas dos décadas en el mercado nacional, todavía existen representantes del sector productivo local añorando la famosa ley 299 de incentivo y producción industrial que dio origen al famoso slogan de la época pre-globalización que reza: "el mercado nacional, para el producto criollo".
En ese entonces mercadear los productos de fabricación nacional era relativamente fácil por cuanto la comercialización de estos contaba con el apoyo de esa ley que marcaba determinadas barreras a las limitadas marcas promovidas por las corporaciones de carácter internacional que expandían sus fronteras hacia los mercados de Latinoamérica y el Caribe.
Los acuerdos de libre comercio firmados por la Republica Dominicana, tales como el de Centroamérica (Centroamérica-RD); Comunidad del Caribe (CARICOM-RD) y Estados Unidos Centroamérica (Cafta-RD) entre otros, han establecido nuevos parámetros de negociación y comercialización, dando un giro de 180 grados a la manera de gestionar los negocios en este tiempo.
Una de las grandes preocupaciones externadas por el conjunto de empresas que conforman el sector productivo dominicano, no obstante, tiene que ver con su manifiesto anhelo de poder contar con los niveles necesarios de competitividad que les permita operar dentro de este nuevo esquema de visión global.
La preocupación es válida. En este tiempo sería poco inteligente instalar una empresa con miras a satisfacer solo las necesidades del consumo local ya que en algún momento se verá compitiendo con similares de factura foránea en condiciones tal vez desventajosas.
Lo cierto es que la empresa del Siglo XXI ha de gestionarse bajo criterios totalmente diferentes a los utilizados hace dos décadas. Los mercados son de nadie y el ciudadano de hoy convertido en consumidor consciente e informado, define con sus preferencias, el sendero futuro de cualquier negocio.