En mi pasado artículo, abordé un editorial de la revista Science donde se cuestiona la postura de la Administración Trump de rechazar las conclusiones científicas incompatibles con la agenda política del gobierno republicano. Hace una semana, el premio Pulitzer Jared Diamond, biólogo y geógrafo de la Universidad de California, ha retomado el problema en un artículo que los lectores de lengua castellana pueden hallar con  el título: “Ciencia y anticiencia en los Estados Unidos”, publicado por el diario El país.

Según el artículo del profesor Diamond, el gobierno estadounidense ha identificado una serie de palabras que deben ser borradas de toda solicitud de financiamiento dirigida al Centro para el Control de Enfermedades. Cuatro de los términos prohibidos son: “vulnerable”, “diversidad”,  “basado en las pruebas” y “basado en la ciencia”.

Además de la evidente censura que violenta los principios básicos de una sociedad democrática, la prohibición rechaza recurrir a términos básicos de la argumentación racional moderna. Por ejemplo, señalamos que determinados tratamientos médicos son beneficiosos para la salud según la evidencia de la investigación biomédica, decimos que el uso excesivo de determinados materiales destruye el medio ambiente según las observaciones de los científicos ambientalistas, o planteamos que un sistema de educación de carácter memorístico no es eficaz para el aprendizaje según los estudios psicoeducativos.

En el núcleo de la discusión se encuentra la cuestión de si acatamos la autoridad de la investigación científica para aceptar conclusiones y tomar decisiones con respecto a políticas económicas y sociales, o si sencillamente consideramos que no existen dichas conclusiones y la sociedad debe balancearse entre una multiplicidad de opiniones o “hechos alternativos”, cuyo equilibrio se establece desde el Estado.

Por otra parte, la prohibición intenta desterrar del discurso científico una terminología que no solo se encuentra apoyada desde la pespectiva científica, sino que también resulta incómoda desde las posiciones más conservadoras del actual gobierno estadounidense.

Un ejemplo de ello es el término “vulnerabilidad” o el de “feto”, vocablos con implicaciones éticas y políticas sospechosas desde el discurso ideológico conservador norteamericano.

El profesor Diamond señala la paradoja de que sea en Estados Unidos, el país vanguardia de la ciencia, donde veamos las señaladas posiciones. Concuerdo con él en que el poderoso movimiento religioso fundamentalista -tradicionalmente alineado políticamente con el sector conservador republicano- sea el responsable de mantener viva la fuente de las posturas anticientíficas.

Es el mismo movimiento que se opone a la enseñanza de la teoría de la evolución en las escuelas, que niega las conclusiones de los científicos sobre la edad de la tierra, porque contradice la interpretación ortodoxa del Génesis y que no está dispuesto a aceptar ninguna conclusón de las investigaciones científicas que contradiga la interpretación literal de la Biblia o los prejuicios religiosos arraigados desde hace siglos.

Este movimiento es peligroso no solo porque cuenta con una gran cantidad de adeptos, sino también con el poderío económico y la maquinaria propagandística necesaria para operar dentro y fuera de los límites del territorio estadounidense, expandiéndose hacia toda latinoamérica.

En el caso de los países latinoamericanos, la pobreza, la exclusión social y la falta de educación básica y de cultura científica es un contexto idóneo para que las nuevas iglesias cristianas anticientíficas florezcan. Mientras proporcionan ayuda emocial e incluso económica y social a los excluidos por las políticas económico-sociales de los Estados, realizan una labor de reclutamiento y forman a los chicos con mejores habilidades retóricas para convertirlos en líderes de sus entornos.

La historia nos muestra que las conquistas en materia de libre pensamiento, actitud crítica  y cultura científica no son definitivas. En distintos períodos históricos y en mulitplicidad de lugares, las mismas han sido amenazadas, restringidas y abolidas. En cada época y lugar se requiere de una disposición a seguir luchando porque las realizaciones intelectuales que nos han permitido alcanzar expectativas de vida más altas, la conformación de un entorno más amable y una mayor comprensión de nuestro mundo no se vean obstaculizdas por el fundamentalismo religioso y los programas políticos conservadores.