El próximo martes el presidente Danilo Medina jurará por un nuevo período que le permitirá sumar cuatro años adicionales en el ejercicio del poder, para alcanzar ocho, en el esfuerzo que debe hacer todo gobernante de cambiar las condiciones de vida de aquellos que no alcanzan a recibir con calidad educación,  salud,  justicia, seguridad social (física y jurídica), agua, electricidad, vivienda.

En sus primeros cuatro años no cabe duda que el presidente Medina ha trabajado de manera consistente en algunas áreas, como por ejemplo la educación. Gracias al cumplimiento de la ley que obliga a dedicar el 4% del PIB a esos fines, o al programa Quisqueya  Aprende Contigo, que por su fortaleza pudo sobrevivir al abuso a que fue sometido durante la campaña electoral, vamos transitando  por un camino mejor en esta materia. Aunque sería mezquino no reconocer el mérito que indudablemente tiene el presidente Medina en esta área,  está claro que este es un trabajo de largo aliento y que para alcanzar el nivel de calidad que debe tener la educación dominicana, queda mucho trabajo pendiente, una parte del cual podrá realizarse en los próximos cuatro años si continua la voluntad política, indispensable para mantener este esfuerzo en forma consistente.

A pesar del enorme déficit de viviendas que tiene el país, tampoco cabe duda de los esfuerzos del gobierno del presidente Medina, con proyectos emblemáticos como Boca de Cachón, La Barquita y Ciudad Juan Bosch.  Está claro que el déficit habitacional no podrá resolverse en cuatro años, ni en ocho ni en doce años,  pero lo que esperamos en los próximos cuatro años es lo que ha faltado siempre en las políticas públicas: consistencia en su aplicación.

La salud debe ser la nueva prioridad en el nuevo período de Danilo Medina. No lo ha sido en el  pasado, a pesar del ambicioso plan de construcción o reconstrucción de 56 hospitales públicos, proyecto que no ha recibido todos los fondos que amerita para su conclusión. No se trata solo de habilitar los espacios físicos, sino de tener un moderno sistema de atención médica, con equipos y medicinas incluidas, en los hospitales que atienden a la gente más pobre del país. En este tema no se trata solo de ser consistentes, sino de alcanzar primero el nivel necesario en las inversiones a realizar, y luego mantener consistentemente las mismas, año tras año, hasta transformar el sistema de salud. Todos sabemos que es algo que toma tiempo, pero lo que deseamos es un proyecto diseñado para esos fines y que su ejecución se sostenga  en el tiempo.

Otra área en la cual el presidente Medina deberá aumentar los esfuerzos es el de la seguridad de la gente. Debe reconocerse el mérito de la implementación del Sistema Nacional de Atención a las Emergencias y la Seguridad (911), que, luego de su éxito en el Gran Santo Domingo, se pretende extender a Santiago y a otras provincias.  Sin embargo, la criminalidad sigue retando a las autoridades y es hoy una de las mayores preocupaciones de la ciudadanía. El presidente Medina debe aportar la voluntad política (y la valentía) que se requiere para erradicar la corrupción que arropa a la Policía Nacional, que desde hace tiempo se ha convertido en fuente de inseguridad más que de seguridad.  Por igual deben mejorarse sustancialmente las fortalezas del Poder Judicial y del ministerio público, indispensables para controlar la delincuencia  aplicando el régimen de consecuencias legalmente establecido. El presidente Medina puede comenzar a enviar señales positivas mejorando los presupuestos de la Policía Nacional, el Poder Judicial y el Ministerio Público en el próximo presupuesto y ley de gastos públicos que enviará al Congreso.

Es muy grande la deuda social que viene acumulándose por años y se sabe que, por esa razón, es imposible satisfacerla aún medianamente en un solo período. Pero el presidente Medina debe aprender algunas lecciones del caso brasileño para evitar tomar medidas que produzcan resultados que se esfumen ante el primer estornudo de crisis. El Partido de la Socialdemocracia Brasileña hizo un estudio en el que llegó a la siguiente conclusión: “El grave desequilibrio fiscal de Brasil refleja la concesión desenfrenada de beneficios públicos incompatibles con el ingreso nacional. Prometemos más de lo que tenemos (…). Dejamos para las próximas generaciones las cuentas a pagar”.

El presidente Medina deberá prontamente decidir qué hacer con la política deficitaria del Estado, que recibió de Leonel Fernández, y que ha dado lugar a un endeudamiento cada vez mayor, llegando ya a niveles preocupantes.  Los pronósticos económicos para Latinoamérica no son buenos y aumentar el gasto público a través de mayores déficits no parece ya una opción aconsejable, lo que podría abrir las puertas a una reforma fiscal que pretenda aumentar los ingresos del  Estado sin un esfuerzo previo de controlar la calidad del gasto, lo que traería serias resistencias.

También deberá el presidente Medina prestar atención a la corrupción pública, que en Brasil minó rápidamente el enorme apoyo  que tenían los gobiernos del Partido de los Trabajadores, y permitió a los partidos de la oposición expulsarlo de la presidencia, aún a pesar de estar muchos de esos opositores igualmente manchados por la corrupción. Y es que es más fácil ver la paja en el ojo del que gobierna.

Son muchas y muy variadas las situaciones que deberá enfrentar el presidente Medina en su nuevo período y toda la gente sensata debe desearle mucha suerte, que sería deseársela a todo el país, porque al final,  si la va bien, todos nos beneficiamos, pero si le va mal, todos saldremos perjudicados.