Miguel Vargas es un palote. Voluntariamente se adapta, estratégicamente se aclimata, sigilosamente se aprovecha, con delicadeza se adecua y finalmente se cambia. Se cambia de blanco a morado, de empresario a político, de opositor a oficialista y siempre se va del lado que va ganando. De niño jugaba atrapando palotes, pero atrapar a estos no se me hacía tan fácil como agarrar hormigas, abejas o babosas. Atrapar un palote significaba todo un reto personal para mí, hacerlo simbolizaba emprender una difícil tarea que no todo el mundo lograba, y si agarraba uno representaba la victoria frente a mi hermano y amigos. Y es tan difícil de hacerlo, porque los palotes son insectos que tienen la capacidad de camuflajearse. Son astutos, se adaptan al ambiente y cambian de color según el entorno. El que intenta atraparlo debía de tener los ojos abiertos y los sentidos despiertos, porque ellos pueden estar frente a tus ojos y pasar desapercibidos, y ahí radicaba la hazaña de capturar uno. Y así de embrolloso y complicado es entender al político Miguel Vargas Maldonado, que pasó de ser líder de la oposición a secuaz del gobierno. Pasó de ser político contestatario a seguidor del PLD. Pasó de ser hombre independiente a empleado de Danilo Medina. Pasó de ser ciudadano a Ministro de Relaciones Exteriores.
Miguel Vargas se va con el que está ganando, se cambia rápidamente cuando siente que su equipo está perdiendo, no se mantiene al pie de lucha frente a los poderes fácticos que secuestran al Estado, no sigue peleando contra la corrupción, se va a favor de la impunidad, no denuncia la violencia y la malversación de fondos, se queda callado, se agacha, se esconde, toma un sueldo millonario del gobierno en turno, intercambia favores, se deja comprar, deja de denunciar lo malo del gobierno y se hace parte de él. Deja de jugar su rol de oposición y se hace oficial. Y lo hace con la misma maestría y naturalidad con la que lo hace el palote, se redefine considerando el ambiente y se oculta. Miguel Vargas dejó de ser blanco para ser morado, dejó tirado el hacho encendido y enarboló la estrella amarilla.
Para que haya democracia debe de existir pluralismo político, participación ciudadana, pesos y contrapesos, multiplicidad de partidos, diversidad de frentes y libertad de expresión. Pero eso en República Dominicana hace ya más de una década que es inexistente. La libre discusión y el debate político en el país han pasado a ser recordados como una reliquia. Hace ya un buen tiempo que sólo se dice una versión de la historia, la del PLD. El PRD que era la mayor fuerza de oposición se ha enfermado, se ha quedado inválida y postrada. El PRD se ha inmovilizado y derrumbado, primero por la inapetencia de sus dirigentes que lo han dividido y no han sabido llevarlo al cumplimento efectivo de sus objetivos políticos y; segundo porque fuerzas dominantes políticas, clientelares y neoliberales en Rep. Dominicana han raptado el poder.
Pero lastimosamente no vivimos en una verdadera democracia. Porque en las democracias los pesos y contrapesos se mantienen, la alternancia política es tangible y el pluralismo político es visible. El Estado en Rep. Dominicana es visto como un botín. El Estado es percibido como proveedor de poder y los politiqueros del país se avalanchan a él con el único y exclusivo fin de sacar la mayor tajada posible. No importa que mi lugar sea desde la oposición, sin importar los medios y el cómo muchos políticos dominicanos y dominicanas cambian de partido y bando las veces que sea necesario para encontrarse en la posición que le resulte más favorable para ordeñar al Estado, exprimir al pueblo. Y por eso vemos que no existen posiciones políticas claras en el país, por eso vemos que los morados salen del PLD e inventan nuevos partidos, los blancos se mudan al morado o fracturan el mismo. Y nuestro nuevo Canciller es un perfecto ejemplo de esta dañina y recurrente práctica política, donde cada quien jala por su lado, busca sus benéficos personales y se pone en el lugar donde pueda exprimir más.
Miguel Vargas no sólo está mal por su costumbre de vaivén y palote. Ya que ni su formación profesional lo legitima para estar al frente del Ministerio de Relaciones Exteriores de Rep. Dominicana y ser el máximo dirigente de la política exterior del país. Miguel Vargas con estudios de bachillerato en ciencias físicas y matemáticas por el Colegio San Juan Bosco y una licenciatura en Ingeniería Civil por el Recinto Universitario de Mayagüez de la Universidad de Puerto Rico, es quien el nuevo gobierno de Danilo Medina nombró para que guíe y administre la política exterior y las relaciones internacionales de la República Dominicana, cuando su inexperiencia es evidente. Si bien es cierto que toda y todo ciudadano dominicano tiene el derecho ocupar un cargo público, no es menos cierto que un puesto como Canciller amerita a una persona conocedora de la realidad internacional, familiarizada a temas globales y experta en relaciones internacionales. Atributos de los que carece Miguel Vargas.
Poner gente sin ninguna experiencia en áreas especializadas en la administración del país, en República Dominicana es una costumbre. No se busca a la persona con las cualidades y la experiencia en la materia, se busca el puesto que pagará el favor que se debe. Y por los puestos, gobiernos dejan de ser efectivos para ser monedas de cambio, para convertirse en botellas.
Y para que se den cuenta de la exotiquez de la política dominicana, el nombramiento de Miguel Vargas como Canciller, significa que el Ministro de Relaciones Exteriores del gobierno de Danilo Medina (gobierno del PLD), es el presidente del PRD; partido históricamente opuesto política e ideológicamente al PLD. El Canciller aparte de dirigir a Rep. Dominicana en el mundo, dirige a la oposición contra el PLD.
Y me imagino que no será difícil para el nuevo Canciller desempeñar sus funciones, ya que ha demostrado ser un buen palote.