“Yo siento  vergüenza de haber gozado  de  este lujo privado  de  estudiar y escribir, y  de no haber querido entrar en el ágora”. (George Steiner).

El 2018   que inicia hoy, debería  ser el antípoda del 2017, en todo lo concerniente  a lo  institucional, la justicia  y la mega corrupción. Un año para olvidar, oscuro  e inmensamente  borroso. Parafraseando a Joel Barker, creador  del libro Paradigma, cuando  decía: “Con el pasado no podemos hacer nada, si somos inteligentes  debemos  de aprender  de él. El presente  es solo un instante en la dinámica societal,  es en lo que  está por suceder, el futuro, donde  se encuentran nuestras mejores posibilidades”. 2017 , nos deja solo la oportunidad  de entender que  debemos  redoblar la lucha por una sociedad más  transparente, donde la  desigualdad no  se pavonee de su inagotable marginalidad,  donde la violencia no  se empine sobre nuestra existencia  real y donde la inseguridad ciudadana, no nos siga quitando nuestra alma libre, del concón  de la libertad.

El 2018,  es el escenario perfecto para  aunar esfuerzos  por comprender que el desarrollo  solo  es posible cuando imbricamos política y moral. La  teoría  de la justicia  se sostiene, según John Rawls, cuando política y  ética  giran biunívocamente, en una relación dialéctica que no  se pueda asumir la política  a distancia  de la ética,  de la moral. La política, hoy,  no puede  seguir al margen  de la moral. No habrá, entonces, inclusión; seguiremos viendo la  caracterización  del cinismo político y el cinismo  es la pantalla  de la consecuencia  del aleteo permanente  de la impunidad, que acarrea la devastadora insensibilidad  de los  actores políticos, con sus mentiras, tergiversaciones, manipulación, desinformación y compromiso sin  creencia  verdadera,  trayendo consigo solo los dividendos favorables para ellos, en  detrimento  de la sociedad.

El  verdadero progreso, como la  verdadera política, no pueden  estar al margen  de la moral, pues sin ella, el  desarrollo no  se alcanza, pues todo  se hace  de manera instrumental, fuera  de la materia cardinal  de la ciencia del poder: El bien común. Busquemos en  este  espacio  de  reflexión que significa un nuevo año, el rincón  de la templanza,  de la prudencia,  de la fortaleza y la justicia, para cimentar los pasos  de la  esperanza anidada  en el 2017: La movilización social. De nada sirve haber “logrado, realizado nuestra  revolución personal”, si el termómetro social que nos rodea, nos acogota.

El  tejido social dominicano está en una  fase degenerativa, en descomposición.  Anhelamos un esfuerzo más significativo, más  denodado, para entroncar una nueva mentalidad,  creando un disruptivo colectivo, societal, que  anule todo el interregno  del 2017, y potencialice , en el 2018, un progreso moral, que traiga  de manera ineludible, el  desarrollo social, político  y  económico que  auguramos. ¡Eso solo  es posible combinando el presente en una perspectiva conjugada de futuro!Nada  se puede producir sin entusiasmo, sin pasión, con  esa necesaria  carga  emocional, con el equilibrio  de lo  razonable, para dar el salto: 2018  nuevo año para caminar  de manera diferente!. Colofón, el 2017, sin  ataduras. Proemio, el 2018, de un nuevo horizonte.  Cuasi parto  en un mismo vientre,  de dos años, en el que uno  deberá  ser la negación perfecta  del otro.