En el artículo anterior planteaba que la polarización de las actitudes en torno al burkini impedía una consideración adecuada de algunos elementos relevantes para la discusión, la cual no se beneficia en lo absoluto de simplificaciones argumentales que pretenden reducir sus complejidades a tonalidades de blanco y negro. Los términos del debate en torno a la transexualidad me lucen todavía más polarizados, a lo que se agrega un elemento de autocensura por parte de gente que tiene desacuerdos políticos con el movimiento trans pero evita verbalizarlos para no ser descalificada y hasta humillada públicamente como reaccionaria soterrada o intelectual desfasada.

Las ortodoxias progresistas del momento demandan que una no sólo rechace las posiciones retrógradas del bando transfóbico, por lo general ancladas en el fanatismo y la intolerancia religiosa, sino que además acoja sin chistar las posiciones de la Teoría Queer que sustentan políticamente al movimiento trans. Muchos activistas jóvenes, sobre todo, dan por sentado que las propuestas queer representan la posición más avanzada, más libertaria y más progresista, lo que la convierte en la mejor opción para enfrentar la transfobia y apoyar la reivindicación de derechos de la comunidad trans.

Sin embargo, muchas feministas de la Segunda Ola –o sea, mayores de cincuenta años- vemos con recelo una serie de planteamientos queer que contradicen las bases ideológicas de ese feminismo que revolucionó el mundo en la segunda mitad del siglo veinte. Me refiero fundamentalmente a tres cuestiones: a) a la reconceptualización del concepto feminista de género; b) a la definición de las mujeres trans como mujeres en pleno sentido de la palabra, equivalentes en todo los aspectos a las nacidas biológicamente como mujeres (ahora definidas como “cisgénero”, en oposición a las “transgénero”); y, c) a las nociones de feminidad sobre las cuales se construye la identidad de las transgénero.

La teoría de género, desarrollada por las feministas de los años 70, ha sido la herramienta conceptual más potente del feminismo, aportando un análisis sencillo pero contundente de la subordinación femenina, sus causas y mecanismos, que a la vez ha servido de base a las estrategias políticas de la lucha por la equidad de género.

La distinción entre sexo y género permite diferenciar lo biológico de lo social, enfatizando la importancia de la socialización de género y los roles sociales resultantes, sobre los cuales se construyen las desigualdades entre los sexos. No son las diferencias biológicas entre hombres y mujeres las causantes de la desigualdad social, sino la manera en que las sociedades utilizan la diferencia sexual para construir modelos jerárquicos de masculinidad y feminidad que sustentan la subordinación femenina y el dominio masculino. 

Esta conceptualización del sexo/género ha sido reemplazada desde la teoría queer por una visión casi esencialista, según la cual el género no es enteramente una construcción social sino que tiene una base interna e innata, donde el elemento definitorio es la percepción subjetiva que cada persona tiene de su propia identidad (1). No sólo niega que la diferencia de género provenga fundamentalmente de la socialización, sino que también cuestiona la existencia de una jerarquía de género con dos componentes, el femenino y el masculino, como base de la desigualdad. Por el contrario, para los queer “lo que hace opresivo al género no es que sea una construcción social impuesta coercitivamente, sino que sólo se reconozcan dos géneros” (2).

La verdadera liberación, tanto para las mujeres como para los hombres, es trascender este discurso binario y reconocer la existencia de múltiples identidades de género de donde elegir, identidades que reflejan nuestras particularidades innatas y nuestros sentimientos subjetivos. Las concepciones binarias tradicionales del género y hasta del sexo deben dar paso a la autodefinición personal, en base a una gama casi infinita de identidades posibles: no sólo cisgénero, transgénero y transexual, sino también queer género, tercer género, agénero, género neutro (neutre), intergénero, andrógino/a, género fluido, bigénero, poligénero, multigénero, pangénero, etc. (3).

Dado el gran predominio de mujeres trans (o sea, ex-hombres) en el movimiento (4) no es de extrañar que las implicaciones políticas de esta forma de entender el género les resulten mucho menos problemáticas a ellas de lo que nos resultan a las feministas tradicionales. Muchas nos horrorizamos cuando, en su famosa entrevista de Vanity Fair, Caitlyn Jenner declaró que su cerebro es mucho más femenino que masculino y que fue el reconocimiento de esta realidad la que la llevó a asumir su transexualidad.

Como señala Burkett (5), este es el tipo de afirmación que a lo largo de las décadas hemos escuchado de boca de conservadores anti-feministas, que siguen justificando la subordinación femenina en base a supuestas diferencias cerebrales innatas entre hombres y mujeres, donde la superioridad de los rasgos “masculinos” explicaría la inferioridad social de las mujeres. Por eso resulta tan paradójico que esta sea la premisa básica de la transexualidad femenina: que personas con cuerpos y cromosomas de hombres se sientan y piensen como mujeres –o sea, que presumiblemente tengan cerebros de mujeres. Lo que nos lleva a considerar la segunda problemática planteada, relativa a algunas dificultades políticas que derivan de la definición de las mujeres transexuales como mujeres.

El tema lo concluiremos la próxima semana, en un tercer artículo que no estaba originalmente previsto pero que se hace necesario debido a la extensión alcanzada por éste. 

(1) Ver Rebecca Reilly-Cooper , “Gender is not a spectrum”. AEON Magazine, June 28, 2016. https://aeon.co/conversations/is-gender-best-understood-as-a-spectrum

(2) Ibid, traducción propia.

(3) Glosario de identidades transgénero y no binarias,

http://nobinario.tumblr.com/post/86153325197/glosario-de-identidades-transg%C3%A9nero-y-no-binarias 

(4) Se calcula que el número de mujeres trans más que triplica al de hombres, lo que explica en parte el protagonismo de las mujeres trans en el movimiento y en sus puestos de liderazgo. Sobre las cifras ver Michelle Goldberg, “What Is a Woman?” The New Yorker, AUGUST 4, 2014. http://www.newyorker.com/magazine/2014/08/04/woman-2

(5) Elinor Burkett, “What Makes a Woman?” The New York Times, JUNE 6, 2015.

http://www.nytimes.com/2015/06/07/opinion/sunday/what-makes-a-woman.html?_r=1