El lenguaje de la novela en Hispanoamérica ha producido fórmulas y redefiniciones narrativas de gran utilidad para la creación de mundos verbales e imaginarios. Las técnicas que tienen su anclaje y dinamismo en el universo caribeño y latinoamericano han hecho posible un nuevo mapa literario constituido por nuevos productos novelescos y nuevas experiencias creadoras y lingüístico-verbales . Cada país de Hispanoamérica tiene su propia lengua española, así como sus principales novelas revelan sus propios modos de narrar los mundos posibles de cada país. El lenguaje de la novela en este caso constituye universos imaginarios, relaciones sociales y sobre todo la interacción verbal como texto cultural.
Los textos posteriores a 1967 forman parte de una creación individualizada en la particularidad del lenguaje narrativo. Sus autores convienen en la transformación de la página y en la integración de nuevos modelos de vida, determinaciones ideológicas y estructurales con un valor literario que se constituye en el estilo de la novelaciòn y del novelar en Hispanoamérica. (Ver, experiencias teórico-críticas en este sentido como las planteadas en Donald A. Yates (ed.): Otros mundos, otros fuegos: Fantasía y realismo mágico en Iberoamérica. Memoria del XV1 Congreso Internacional de Literatura Iberoamericana, 1975; y también Zoé Jiménez Corretjer: El fantástico femenino en España y América. Martin Gaite, Rodoreda, Garro y Peri Rossi, Editorial de la Universidad de Puerto Rico, San Juan, 2001).
Dentro de las técnicas narrativas y novelescas, la circularidad y la apertura destacan los marcos que construyen la novedad a través de la temática y la tensión del lenguaje y los nuevos puentes literarios hacia la postmodernidad.
Los signos de la novela nacen de las circunstancias históricas, míticas, sociales y legendarias de una nueva concepción de la vida y de un nuevo discurrir en el espacio de lo literario. La demostración de este discurrir podemos encontrarla en textos como: Farabeuf de Salvador Elizondo; La llegada. Crónica con ficción, de José Luis González, La princesa del palacio de hierro de Gustavo Sainz; Cobra y Maitreya de Severo Sarduy, Rituales, de Héctor Bianciotti, Arráncame la vida, de Àngeles Mastretta, La novelabingo, de Manuel Ramos Otero, La importancia de llamarse Daniel Santos, de Luis Rafael Sánchez, La renuncia del héroe Baltazar, La noche oscura del niño Avilés, El entierro de Cortijo, de Edgardo Rodríguez Juliá, y otras.
Estos textos y sus autores configuran un universo de universos novelescos, destacándose entre ellos una variedad en las diferencias temáticas y narrativas. Aseguran estas novelas nuevos ritmos, eufonías, métricas enunciativas y atildamientos textuales cuyos propósitos encontramos en la nivelación de los períodos escriturales de una nueva onda de la escritura que nace de la reflexión constante sobre el lenguaje novelesco en Hispanoamérica.
La aparición de nuevos estilos, así como la continuidad de nuevas técnicas de narrar, admiten también las consonancias y disonancias de una nueva visión crítica de la narrativa hispanoamericana que utiliza todos los recursos del lenguaje y sus posibilidades. Esta época la plenitud literaria está marcada por experiencias y creaciones dialógicas la prosa narrativa y teatral, por la nueva técnica de percibir y crear textos de ficción, la renovación de los estudios gramaticales, la prosa científica, los nuevos derroteros de muchas disciplinas que van desde la filosofía, la psicología, la lógica, la física… Si a este esplendor literario que se produce en las letras, de lengua española de los siglos XX y XXI le sumamos un factor esencial, esto es, el auge de la lengua española condicionado por las necesidades de orden comercial que junto al interés del aprendizaje de una lengua de cultura, trae consigo la multiplicación de los departamentos de español en todos los países del mundo, tendremos el fondo cultural esencial sobre el que hay que situar los gestos, visiones y transgresiones de este nuevo siglo de oro altomoderno.